«Tintas de la China»

Publicado: junio 11, 2013 en Artículos
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Ramón López Capdevilla es arquitecto, dibujante y también le pega a la fotografía. De su periplo por la China y Méjico aparecen una serie de dibujos, rostros y escenas cotidianas de los ciudadanos de Pekín y México D.F., trazados con la urgencia que requiere la vida moderna, con el block sobre las rodillas, bajo una marquesina esperando el autobús o en la inmediatez de una lavandería, mimetizado con el ojo de una cámara fotográfica. Algunos botones como prendas;

 

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Ramón López Capdevila  http://www.flickr.com/photos/r_lc/

Se reserva los derechos de autor de estas imágenes

«Devolver el saludo».

Publicado: junio 10, 2013 en Artículos

 

cielo-infierno

 

Que sea pronto ese hasta luego,

porque el cemento me llega hasta los tobillos

y oigo el ruido de cuchillos afilarse en la cuerda.

He bebido más de la cuenta, de la fuente que mana

soledad, alcohol y otras locuras.

Vos hacés volar los corazones, poeta.

Yo he soñado que me tocabas con las manos.

Poemas desparramados y tubos de Xanax,

y a toda hora silbando la tetera

con el té de Peperina y el quema quema.

-Salía de matina y te traía flores frescas,

el Clarín, medias lunas, cigarrillos

y sandwiches de miga-

Trazaba garabatos de tinta china en tu cuadril,

tu leías a Alejandra en porteño

con voz azul, cadenciosa y sosegadamente.

Yo leía en braille un paréntesis,

-azabache y rojo flamígero-,

cerrado entre tus muslos tan llenos,

Sacaba la lengua y hacía carantoñas,

cuando te enteres de que soy un buen chico,

-te decía-  ¿tratarás de liquidarme?.

* Laszlo García se reserva los derechos de autor de este texto.

 

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(Primera parte)

Un popurrí informativo atiborra las cabezas de los hombres y mujeres a lo largo y ancho de la tierra. Nieva a toda hora, espolvoreada en el aire, oscilando de aquí para allá, posándose sutilmente sobre las hombreras, sobre el pelo, cubriendo con una alfombra los espíritus de los hombres; la información.

Cualquier hecho noticioso que acontezca donde quiera que sea, en el páramo más remoto que pueda imaginarse, en los confines de la civilización, llega a nuestras pantallas de conglomerado, a nuestros ojos y oídos en lo que dura una gota de agua en el infierno. Ese prodigio de la globalización, de la universalización de las ideas, se convierte a menudo en un caballo desbridado que golpea la puerta de todas las casas. Uno pude escurrirse de ese maremoto retirándose completamente, recogiéndose,  caminando en dirección contraria a los cables negros que corren paralelos, lejos de la corriente eléctrica, viviendo en una comunidad Inut, en mitad de la sabana tropical, o encima de uno de los riscos petrificados de la Tierra del Fuego…, de lo contrario, permanecemos tan expuestos como un pichón ciego.

 

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Hoy por hoy, incluso el pobre diablo más desauciado del mal llamado primer mundo tiene acceso a diarios, televisores, revistas, internet. Lo cual quiere decir; imágenes, frases, ideas, percepciones, conclusiones, reacciones. Esa masa informativa, en este momento, presenta unas dimensiones y un radio de alcance monstruosos. Es además periférica, adictiva, antropomórfica  y de mala digestión. El conocimiento nos lo tragamos con el café con leche, consciente o inconscientemente, y toda esa marabunta de conocimiento tiene la forma de un océano infinito que se escapa a la mirada humana, pero ese océano  tiene tan sólo un centímetro de profundidad.Representa un duro forcejeo ceñirse a lo concreto, desgranar la mazorca informativa grano a grano y arrojar al tacho de la basura aquello que “nos está de más”.  Es una mala digestión, flatulenta y soñolienta, produce urticaria y cefalitis, pero es tan necesaria como mantener las manos sobre el volante en una carretera de curvas. Uno debe seleccionar bien la mierda que se fuma. Uno debe decidir la cantidad de mierda que está dispuesto a fumarse, y sobretodo, distinguir cual es el color de esa mierda, su procedencia. El abanico es amplísimo, mucho más de lo que nunca fue. Un ciudadano de mitad del siglo pasado, pongamos que un ciudadano de París, Roma, Barcelona o cualquier otra principal capital europea podía tener acceso a dos o tres centenas de libros, cinco o seis periódicos, y a todo aquello que pudiera ver y oír de boca de sus vecinos. Nuestro ciudadano del siglo pasado digería calmosamente los conocimientos con que se nutría, los sopesaba y sometía a la luz de la razón, los ponía bajo la lupa, y si guardaban afinidad con su manera de entender el mundo, si le interesaban, los colocaba cuidadosamente en su estomago, regándolos con un buen vaso de vino. Nuestro problema, -digitalizados, internetizados y con cientos de cables brotándonos de las orejas y el culo- es radicalmente diferente. Estamos sentados a la mesa de un gran banquete con toda clase de comida y bebida, con todas las viandas que puedas imaginar, un surtido inabarcable sobre una mesa que se prolonga a lo largo de los cinco continentes… y no sabemos dónde morder. Apenas empezamos a asimilar un conocimiento, una idea, cuando, en el mejor de los casos, aparece otra más nueva, más definitiva, más relevante…, o surge de pronto otra corriente que la contradice. De toda esa masa informe que rueda por el mundo como una gran pelota, apenas alcanzamos a retener en la memoria el cliché, el encabezado, la frase que tiende un lazo alrededor de la vaca. Pero nos falta soga. Vivimos una sobredosis de información, somos el cubo de todas las goteras. (…)

 

* Laszlo García se reserva los derechos de autor de este texto.

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Donde mora político parientes tiene en corte el diablo. Sentad a un Sampedro, a un profesor, en la poltrona de cada uno de los políticos y la humanidad experimentará un avance de varios lustros. Debemos contemplar otras formas de administración. El Gran Queso Universal está comido por los gusanos, hiede y apesta…El celebrado sistema de bienestar es el cadáver en la trastienda de una funeraria. El mecanismo debe saltar y hacerse mil pedazos. La verdadera revolución vendrá de la mano de una fermentación más sabia, más sana y nutriente del Queso Individual,  una revolución de «dentro hacía afuera», de lo interno a lo exógeno. Un pequeño cambio individual tiene una reverberación insondable en el entorno de la persona. Puedes comenzar por entrar a la panadería del barrio con una amplia sonrisa demente, acércate a esa señora que tiene harina en las pestañas y dile; <«¡Hola! ¿cómo estás?, ¿Está tratándote bien el día? Sabes, preparáis aquí el pan más gustoso y sabroso de la ciudad, ¡enhorabuena!> – no tiene ninguna importancia que sea mentira – suéltale todo lo que  lleves en los bolsillos y despídete con tanta cortesía como seas capaz. A menudo echas sapos y maldiciones sobre el curso que está tomando el asunto, entonces, si verdaderamente estás preocupado recógete una temporada donde puedas estar tranquilo, destina tiempo a cambiarte a ti, tu hoja de ruta, y tu manera de conducirte con tus vecinos. Nunca he sido un ejemplo, quizá sea el más inútil de entre todos los seres humanos, pero siempre tengo presente cuál es el cuadro de situación. Los hombres y mujeres que se hagan cargo plenamente de su existencia, no verán la necesidad de declinar su bienestar en analistas, doctores, partidos políticos, gobernadores, ideólogos… Estos granujillas son sencillamente un placebo, aunque resulte desconcertante, no son necesarios para «la vida». Vivimos atemorizados porque en mitad de los cultivos han clavado un enorme espanta-pájaros y al observarlo nos hace temblar y mojar los pantalones, pero el trigo amarillo, la cebada, los naranjos, el río y el horizonte son nuestros, y permanecen ahí para que podamos hincarles el diente. La vida es nuestro único haber en el libro de contabilidad, las páginas de este libro no son infinitas; está en nuestras manos el lapicero para colmarlo de color y garabatos, o dejar que otros lo hagan en nuestro lugar y en nuestro nombre.

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* Laszlo García se reserva los derechos de autor de este texto.

El orden lineal ha sido acuchillado. Todas las superestructuras se desmoronan sobre el pavimento. La ilusión aniquilada. El regreso a la tierra natal ha dejado de cobrar sentido, Europa no es sino la misma prisión; El hombre. Los veinte gramos que separan lo vivo de lo muerto son una medida inexistente.

En el forcejeo sentimos el placer y el dolor. Lady Tukuman brilla a la par que se desgarra la matriz con un fluorescente de tres palmos. Quiere marchar y quedarse a un tiempo. Pero no hay nada para lo que quedarse ni nada por lo que partir. Los visionarios han resultado un fraude. Los grandes hombres de nuestro tiempo y de tiempos pasados nos han querido alimentar pero el aire no es suficiente. Con el paso del tiempo el gargajo vuelve una y otra vez a la boca. Nada más allá. El redentor está pelando ovejas; se acaban las mejillas a las que ofrecer al puño. La vasija colmada del aquí y ahora metafísico; el limón que hay que exprimir hasta pelarnos la mano, el instante presente como acto último, un embuste para necios. Puedes chutarte Riumbaud o lo que sea. Puedes comer una por una las páginas del más sabio de los manuscritos de todos los tiempos o puedes rasgarlos como hizo André Bretón. Puedes intentarlo tumbándote cómodamente en el diván; escucha al Dr. Froid o a Lacán en persona, cuéntales que necesitas meneártela con un billete de quinientos pavos empapado en tinta de calamar. Eso no va a salvarte. Trata de ir a un teatro o incéndialo. Arréglate un grupo de Rock & Roll, salta una y otra vez como una chinche. Reencarnarte en el nuevo Jagger;  podrías joderte tantas adolescentes como quepan en un transatlántico, y nada cambiaría. La desesperación ha tomado el timón; siempre lo sostuvo. La bomba de achique funciona una o dos veces, luego queda atorada por la reiterancia. Los anfibios que fuimos se desecan en Polinesia. El Gliptodonte ha enfermado de su propia conciencia, va dando bandazos con movimiento torpe y lunático, sus músculos emanan ácido prúsico y se deshacen, sus mandíbulas castañean con espasmos epilépticos; el cáncer del Gliptodonte es el propio Gliptodonte. La solución para el axioma es que no hay axioma. Lo cierto es que únicamente; nada.

Priscilla trae la Buena Nueva; Los cráneos ya están reventando. Me cuenta que ha encontrado por fin el gusano que buscaba para sus poemas. Estaba en el fondo de una botella de Mescal. Asegura que las aceitunas salen más saladas que nunca y las naranjas más dulces. Ha ido al epiceno Buenos Aires, ha subido cantando “ Un cigarrillo para las amapolas” por la calle George Newbery. En un soportal se ha quedado clavada mirando. Había allí un picaporte muy bien bruñido que podía servir de herradura para el caballo Minoico que viene formando a base de trastos. Se las ha arreglado para extraerlo. Me enseña su nuevo picaporte para que le dé mi opinión. < Es un picaporte excelente> La verdad es que la pieza brilla como el oro. Por lo demás es un picaporte con forma de asa muy común pero Priscilla está del mejor humor por el nuevo hallazgo. En Palermo se ha parado a beber de una fuente y un granujilla que andaba por ahí jugando balón junto con otros le ha pellizcado el culo y se ha echado a correr mientras los otros le espoleaban. Ella se ha vuelto y se ha sonreído.  < Pendejo >; va y le dice, luego se saca la zapatilla y se la muestra. Los chavales ni media. Eso le ha recordado que no ha podido conseguir unas buenas elásticas. < Éstas están como el coche de los pica-piedra. Cualquier día voy a cortarme. Además he visto unas muy Kitch en el rastro de San Isidro. Creo que iré el fin de semana >. Camina un par de manzanas hasta la place y busca la boca. Es una pena que haya tenido que entrar porque < Es un día de sol y se me iba a cortar la mayonesa> Entra en el Subte de plaza Italia. Ir al Subte es entrar en el crematorio, para Priscilla. Todo ese galimatías de vagonetas y cuerdas de presos, una antesala a la demencia común. Todos esos hombres y mujeres tensos como raíces, todos inquietos tratando de no mirarse, una urdimbre ensalada que barrunta clases, sexos y razas; todos salen de la centrifugadora con gran inmanencia. Una generación de epilépticos potenciales, la generación de los Tic´s. En realidad hay algo estrafalario en ese asunto. Cincuenta años atrás podías subir a la grupa de un asno y viajar tan apacible, contemplándolo todo. Espacio y tiempo, la noción de arbustos en ciernes sacudidos por un leve Poniente, el cielo acobaltado, el silbato de un vapor en alguna parte, el sonido hueco de pezuñas en el asfalto, deteniéndose el animal, la calidez humeante de un enorme cerote; proseguir después de un rebuzno y en punta las orejas. ¡Arre!. Ahora hay que pasar por la centrifugadora, toda la prisa del mundo contenida en las entrañas. Luego gira el bastidor y se levanta la barrera; los jabalíes enloquecidos salen a campo abierto a por sus bellotas. Priscilla cierra los ojos como un Gandhi cuando viaja en las vagonetas de la funeraria. La lunatiza andar por túneles a oscuras.

Compartimos un yuyo bien fresco. Estamos sentados sobre el antepecho de una ventana de la sastrería El Cocodrilo, en San Telmo. El sol pega con furia en los edificios de enfrente. Una cuadrilla de palomas urbanas juegan Dominó; están desocupadas por la crisis. Todos igual. Una mueve con agitación el ala derecha, luego pone el ojete en pompa y lo hace oscilar hacia los lados; ha ganado la partida. Ahora todas tendrán que sumar sus migajas e invitarla a un Coñac. Priscilla sonríe, por dentro hace cábalas para uno de sus poemas negros. Estará pensando en qué pensaría Apollinaire o Alfonsina Storni de todo este vívido espectáculo que camina ante nosotros; los nenes empujando a duras penas las enormes carretillas repletas de cartones, el hombre que manipula un Solideo sobre la mesa de mármol de un café, gotas de pintura de colores sobre el marco gris de la calle en el bailar de faldas de esas mujeres que atraviesan , el rostro encendido de una vieja que discute con nadie, el pobre diablo amputado tirado en la esquina, la sangre que corre invisible calle abajo llevando consigo el pesar humano, cientos de sandías abiertas y esparcidas por el suelo; un verdadero cementerio.

* Texto extraído de mi libro «Gliptodonte», de próxima aparición.

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* Laszlo García se reserva los derechos de autor de este texto.

«Un under-dog cualquiera»

Publicado: mayo 21, 2013 en Artículos

 

(…) Cuidate de no volver a poner los pies en el alambre; esas habían sido sus últimas palabras -mientras jugueteaba con su chicle de menta- en la barra del Bottom-up. Lo recordaba bien a pesar de ir bastante cocido durante toda la conversación. El alambre de espino se ha quedado en Europa querida Priscilla, junto con las polillas, los radiotransistores y el Nembutal. Viví en un cementerio Romano. Fui apuntador del circo hace 2000 años. Andaba de aquí a allá con el pie puesto sobre huesos y cráneos post-magdalenianos, sobre el foso con paredes de sangre seca salpicada por mordeduras de león, sobre anfiteatros y fórums de antiguas comedias bañadas en el fluido de Baco. Olisqueé los baños en que Publio Cornelio Escipión apartaba su dorado casco de cresta grana para entregarse a torvas bacanales entre cien rubias vírgenes. Recogí uno a uno los laureles del César y les prendí fuego, deambulé sobre playas donde atracaban navíos de comercio con bandera Persa. Una proís abierta en forma de astilla de lo que fuera el amarradero de una antigua goleta griega se clavó en el dedo gordo de mi pie y comprendí que mi destino, como el de Ulises, quedaba lejos de esas playas. Así con viento amigo y mar favorable subí a bordo de mi pequeño tronco de alcornoque y floté como un corcho sin rumbo. Allí dejé el alambre de púas hambriento y la silla eléctrica con correas tomadas para mi talle y medida. Dejé a las musas con sus cánticos de matronas y ponedoras. Dejé la aldea concebida para engendrar únicamente, cuyo templo tiene la forma de una semilla de Tornasol. Dejé la pequeña glorieta donde cada día festivo se representa la misma disputa, una y otra vez. Allí quedaron los animalillos de cebo beligerando todos por el mismo hueso de aceituna. Ni uno vio los surcados campos repletos de frondosos olivos un poquito más allá. Ni uno conocerá el éxtasis ni la dicha a no ser a través de los intérpretes que asoman de sus pantallas de conglomerado plástico, sus adorados intérpretes con corazón de amianto y sonrisa de ferretería. No conocerán este plenilunio líbero que me lleva sobre alas de algodón de feria y melodías de Eucarina hacía los astilleros. Mis vecinos resisten allí incrustados en sus tresillos de Barathea desgastados con tres enormes raspaduras de tres enormes culos estáticos. Son los culos de almidón de la señora Beribee, Don Beriboo y el pequeño beribii, allí sentados con pantuflas de neopreno por si se inunda el mundo y con diez mil antenas parabólicas desparramadas en el living por si algún roedor afilándose los dientes destroza el cable a tierra del televisor. Todas esas lucecillas de las petroquímicas les figuran la ilusa ilusión de que quizá algún día cuando las cosas sean favorables volarán hasta Las Vegas. ¿Por qué? Por qué algún día con toda probabilidad las cosas han de ser favorables, también para el clan de los Beribee y su retoño, ¿acaso dios no lo dispuso así?. No señor, no lo creo. Lo que habrá es fuego a discreción. Lo cierto es que las mandíbulas huesudas del mundo los masticarán como chicle, puesto que aunque lo ignoren la señora beribee y su señor Don Beriboo y el pequeño infeliz Beribii son hijos del mundo y no de dios, e igual a la lechuza que regurgita una informe masa de pelo y sangre de lo que antes había sido una saltimbanqui musaraña, el mundo los tragará con su tresillo, sus pantuflas de neopreno y su televisor. Luego los reciclará en bolsas de congelado. Todos los vecinos; bolsas de congelado. Si todo hubiese sido avisado tan sólo unos días antes, Don Beriboo hubiese hecho estallar su bragueta contra las nalgas de la señora beribee, y está tendría los labios del coño inflamados como dos solomillos y los ovarios echando humo. Demolerían la relamida caja fuerte lacada en verde donde guardan sus ahorrillos, sus botones de oro, sus bisuterías y testamentos, acumulados concienzudamente durante toda una vida. Desanudarían al fin el nudo Borromeo de la vida austera que engarza con fuerza obsesiva sus cuellos e irrumpirían en el Waldorf Astoria para correrse una buena francachela donde no faltaría Champany de gran reserva, ni Morean Blanch, ni licor Margarita, ni Luxardi Samvuk, ni el vino de Sauco, ni el tabacco de Tagarnina, ni el puro cubano, ni el huevecito de rojo del Libano ni la yerba. Darían un gran festín y convidarían a todo Cristo. En la despedida del fin del mundo lustrarían sus tubos intestinales oxidados de comer Lombarda con el mejor caviar negro y rojo, con exquisitos hongos del Asia, con jugosa langosta y percebes, con los más hediondos quesos franchutes y holandeses y tournedós à la béarnaise, con jamón de bellota y cortes de solomillo con pimienta de Cayena y deliciosa ternera Cordon Bleu, todo ello entre lingotazos de bebidas espumeantes y sorbetes para colocarlo en el estómago como corresponde. En postre ricos pasteles de frutillas y mango, streussel y fastnach küchen, helados de dulce de leche y tachones de chocolate, crocatte y cremoso mousse. Un colofón, a base de una polvoráina de nariz que culminara en el ejercicio desenfrenado de una gran orgía matutina sobre flujos y reflujos bañando cuerpos, sábanas, muebles, cortinas; una gran corrida humana. Entonces Beriboo sacaría del pequeño cajoncito del placar el calibre veintidós que guardaba para repeler al ratoncito que roía su cable a tierra y si le quedara algún rescoldo de dignidad, al ver pasar una a una sus diapositivas , se bolaría la cabeza junto con la de Beribee y Beribii. Entonces por fin viajarán a las Vegas. A su propia Las Vegas. Su Erín, su Parcelso, su Sangrilaa, su Cabo Verde, su cielo, su Sangai, su Alejandría, su Tierra Santa, su Jartúm, su Babilonia, su Edén, su Nabaae, su Olimpo, su Narrangansett, su Gólgota, su Toboso…(…)

*Texto extraído de mi libro «Gliptodonte», de próxima aparición.

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* Laszlo García se reserva los derechos de autor de este texto.

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Letras del disco Cartas desde Casablanca.

 

1.- El Poeta Tartarín Krishnamurti

Un gran sol muy sangriento y Tarantino

Penetra el distrito federal de la ventana,

En la juventud despiadada de Adriana,

Las leyes son de saliva.

Da comida al pobre

Poeta de segunda fila que de mañana,

tose beodo de aguardiente de cazalla,

Todo a cambio de un verso.

El poeta Algazul le promete

Que hará deporte y leerá el Tao Te Ching

Si Adriana le otorga el derecho a sábana,

Habla solaz.

Pues tiene por corriente

Que el amor, nazca de una farsa

Porque de una farsa muere,

Séase de una moneda cruz o cara,

Cara o cruz

Suena un claxon

En el pecho de la muchacha,

Las mejillas amarillas y naranjas,

Hoy era todo un verano y

Adriana está devorando

Un cuerpo hasta las últimas relevancias,

Figurándose que es un cuerpo con alma,

Con alma debajo.

.Este poeta del que les hablo,

Ya dejó de creer mentiras

Porque verdades ha encontrado

Sube la cuesta borracho

Increpando al vecindario,

Sin morir sin haber  matado.

Entraste en cortocircuito

En un mercadito de Varadero ,

Volcaste  toda esa fruta

Y con furia pisoteaste mi sombrero

Luego bailamos un tanguito horizontal

En un  portal viejo de San Telmo

Querías además un tiesto

Para San Valentín con adelfas puesto,

A las afueras de un chalé que estuviera

A las afueras del mundo entero

El poeta Algazul es honesto

Sólo después del acto y así manifiesta

Ser ave suelta que vuela de paso y solitario,

ese es su juego.

No hay ningún enredo

Ni viajes al país donde escribe las palabras,

Ella desinflada como un globo con babas

Lo ve partir bajo el sombrero.

Pero el Lárico está hecho

De tierra en barbecho perpetuamente arada,

De Trouble, de zapatos como potros con alas

Para  surcar el suelo,

El poeta se despoja como lo hiciera un dedo

En la solapa, del miedo, 

del quiero y no puedo,

pero hoy voy y por huevos me atrevo.

Este poeta del que les hablo

Comenzó a creer mentiras

Porque verdades no ha encontrado

sube la cuesta borracho

increpando al vecindario

sin morir, sin haber matado.

 

2.- Paroles touchantes

Abrillántese cada quién su lámpara de Aladino

Juega con la nena en el rio lésbicamente

desclávense uno a uno los clavos del Cristo

póngale canas al aire a su aburrido marido.

Si el desamor es un brinco hacia el abismo

Escupa al porvenir un lapo por el colmillo

– Je ne parlé pas competitivité, je parlé gerenerosité

No hay peor carta que la que no se empeña

Que no sea el Prozac el que te la venda

Encabrónese el buey con la noria de giro

Arénguese el cobarde con pan de higo

Si la vida te da la espalda, alzale la falda,

Dale un touch en el culito.

– Je ne parlé pas logique, je parlé gerenerosité.

Quien sabe si el dios jugó a ser Mephisto

Si el destino se deja ya encajaré bolillos

Cuando el ocaso nos quiera envejecidos

Tiempo tendremos para buscar el tiempo perdido

En cajitas de cenizas de lo que hoy no vivimos

– Je ne parlé pas logique, je parlé liberté.

 

3.- Madrugada en Buenos Aires

Un cielo atormentado cubre la ciudad

Por aquí no cruzan ni los aviones

Las prostitutas se recogen al portal

Tiñen de bermejo las colillas

De un paquito que fuman y al fumar

Dibujan volutas como algodones.

Tienen las rodillas llenas de moratones

Y ríen locas tal que el último día.

 Eres tú el viajero y también el camino.

Un taxista les chifla con los dedos

Queréis dar una vuelta tengo merca

Y Rebeca que va puesta mira a Patty

Que tiene un lápiz metido en la nariz

La mina ya arremanga su remera

¡Pues claro que sí! y se dan una vuelta.

Mientras despierta un sol gordezuelo

Chirrían las rejas de los quioscos

Y uno pocos rezagados canturrean

A todo pulmón una canción de los redondos.

Eres tú el viajero y también el camino.

Una vomitera salpica una esquina

Desde la alcantarilla llegan ociosos

monstruosos pensamientos del subsuelo

El tripy dijo down, down, down,

y el bajón me deja arrellanado

calentándome al calor del sumidero.

Es aquí cuando morirme creo

Como perro retorciéndose al sol

Eres tú el viajero y también el camino.

Perro suelto sin dios ni patrón

Pero esclavo encadenado

De aquella mirada como de ida

Al recordar la matina de Mayo

En que se rajó el cableado

Con mi cuchilla de pintar

Porque no se bancaba esta vida

De vivir siempre a tiro de mata

Sin encontrar un solo motivo

De matarse a tiros y bencedrinas

De creer que no hay una salida.

Eres tú el viajero y también el camino.

4.- La senda de tus humedades.

Como no iba a quererla

Con el sacomano tan lleno de nada

Hipotecado al vuelo de su falda

Y de cuajo colgando la raíz

Son tan largas tus pestañas

Y tan negras mis mañanas

Que tres tigres acodados en la barra

Barren sus penas a golpe de bar.

(pintan y pintan rayas)

Como no era trigo limpio

La tigresa abandonó el trigal

Al salir del local se cala el bombín

Lustra de blanco su nariz y al Nirvana

Un lugar de mala cara con puerta de atrás

A pegar un clavo que saque otro clavo

Alguna huelga de piernas cruzadas

Otras le dan la espalda pero Marta

Le da cama, goma y sabanas limpias

A cambio de nada, a cambio

De un soneto de Roberto Bolaño

Que a ella siempre le arranca las lágrimas

Hay un cartel colgando en mi frente

Cerrado por decepciones estivales

Arrecifes del coral y querencias 

Del período de abstinencia de tus sales

De reseguir tus humedades

Plácido entro en tí sirena

Eres mina inundada y nado

Al salirme me siento un pescado

Y sabes a algodón de feria

Y sabes porque sabes casi todo

Que me corro los mil metros

Con sólo mirarte a los ojos reina

Hay un cartel colgando en mi frente

Cerrado por decepciones estivales

Arrecifes del coral y querencias

Del período de abstinencia de tus sales

De reseguir con la lengua tus humedades

 

5.- Una canción para mi Una

El mundo yira a pedales mientras voy en ala delta

Buscando los modales que perdí a pie de tu cama,

en tus córneas celestes que por los codos callan

Que se tragan un sapo por no darme una bofetada.

Desde crío peregrino por caminos de verde asfalto,

encuentro la birome cuando pierdo los papeles

te falto cuando estoy contigo con mi ombligo sólo

y me dices que presento el aspecto de un muerto.

A menudo me siento knoqueado por un puño,

Con el epicentro en cualquier lado y agarrado

a una hoja de hierba mientras me estoy ahogando

Repleto de tu veto a mi persona y dipsomaníaco

Giro la presilla del grifo para ver un poco el sol;

Unos salmones al galope remontan el camino

Hay en rigor extraterrestres en el polo sur

y libres corren las liebres a lo largo de los ríos.

El desamor  enamora, los amantes se odian,

Tu indiferencia  y desdén me tienen en el bote

De la hierba paraguaya como cántaro a la fuente;

Una personalidad frontal y bien altiva la frente.

Me gusta cuando gimes porque estás como ausente

Te abandonas a tu suerte y parece que volaras,

Me gusta cuando cierras fuertemente las pestañas

Y entrelazas con los míos los dedos de los pies,

 Me gusta del anverso del derecho y del revés

Cuando tiras el negligé a la lámpara de araña,

y me arañas y con saña aprietas los dos labios

y como en un balancín tu pecho sube y baja .

Mañana casi viernes voy directo a tu mezquita,

Bajo una luna platina voy a leer el Corán,

El Corán de los corales de tu morocha carita

De tus uñas lacadas y tu braguita de celofán.

Yo soy un escolar aprendiz de tus pecados

Prometo ser aplicado al pie de tus rodillas,

Tabú de ojos largos, mi extraño corazón

en la mayúscula de tu nombre vive aovillado.

Un revólver bajo mi corazón son tus delgados labios

Cada lunes cuando te piras hago girar el tambor

me estoy quedando sin pilas o es la vida tan cansada,

vida si tu voz me olvida pareciera que no queda nada.

 

6.- Cartas desde Casablanca

Cayó el hachís del moro

Como cada primero de otoño,

Todo vestido de celofán

El polluelo ha salido del huevo.

Corren las mulitas por el cielo

Las esperan con el afán

De quien espera el verano;

Lo esperamos casi desesperando.

Me excuso un rato fuera del mundo

Voy a dar vuelta al viejo velador,

Arrellanarme a soñar con tu sexo

Como un perro retorcerme al sol.

Por las rendijas de mi impaciencia

Se cuelan vuestros relojes en punto,

Vuestros “dos y dos son cuatro”,

El torbellino mundano de la inercia.

Dirán como arbitrando y dirán;

Los condenados a la demencia,

Pérdida de la conciencia del ser,

Que tendremos sed de por vida

 Dirán y no se darán por molestos

Cuando les digo simplemente deseo,

Lo veo más claro con este humo

Lo veo todo muy crudo sino fumo.

Porqué os fastidiará tanto que uno

Quiera desplayar a gusto su querencia,

Darle la vuelta un toque a la cruz

Echarle un poco de cara y sonrisa.

Esa canción que cloquean a diario

Almas bienpensantes que nausea,

Te adjudican uno de sus guiones,

Otro rodamiento de la maquinaria.

Caras de sello de carne esclava

Brilla en sus ojos un código de barras,

Unas amarras cuelgan de sus manos,

Perdieron el play off de los fracasados

Estarán ustedes mejores si no juego

Busquen a otro que les dore la píldora,

Yo me quedo en la hierba soñando

No es necesario justificar el deseo.

 

7.- Athenea Sterne

Me sentaste en la silla eléctrica´

Me pusiste la camisa de fuerza

Alegre de ver las miserias ajenas

Te borraste acelerando el Sang Yong

Era la crónica de una muerte anunciado

Una primavera negra

Éramos  dos eslabones perdidos,

Eramos dos sapos que gorgotean henchidos

Éramos los dados dentro del cubo

El gorjeo añil de dos pajaros mojados

Que en distintos nidos y envenenados,

Toman cuadraditos de papel

Perdido ya el tren que conduce al paraíso,

Pusimos rumbo a Itaca que sin ser lo mismo

Es bonito y tiene vistas

Allí ocupamos un céntrico piso

Y en la fachada más alta colgué del friso

Una pancarta: vivo con la misma Atenea.

Athenea y su rubia melena

eran la afamada panacea

sueño preferido de cualquier mortal

que chasco, si tu supieras

que sólo era una rubia cualquiera

ni más guapa ni más fea que las demás

Pero más cruél

El tiempo implacable  hizo su resumen

Y lo leí,  un tosco volumen

Habíamos repleto sin una sóla letra,

En la balanza que pondera pesa el crimen

Del tanto al duplo más que los magazines

Con daguerrotipos de amor a manos llenas.

Para llorar lo vivido usé unos cleeanex

Y las crines de un caballo en balancines

Para huir de tus trucos de trilera

Tan lento anduve y jugando al despiste

Que allende los mares, en los confines

De la patagonia perdí una joya.

Athenea y su rubia melena

Era tan insoportables como la belleza

Barco que cualquiera quisiera tripular

Que chasco si tu supieras

Que el casco incluía grietas

Que vaciaban su mollera de sal.

 

8.- Tonada Censurada

El mejor de mis amigos

 

Se llama Dumirox

Tiene un cuerpo comprimido

Y un traje de cartón.

El día que ando vencido

Lo llamo conmigo

Le invito a agua con limón

Y barremos el destino

La flor de mis amigas

Se llama Cocaína

Hacemos el amor cada día

Frente a un espejo

Si ve que me vuelvo viejo

En una letrina

Me rasca la la nariga y me tira

Un puñado de arena en los ojos

Pronto di una fiesta

De compañías raras

Todos estaban knocout

Y ninguno se pegaba

Nadie enamorado

Pero todos se besaban

Y ni uno trajo sopa

Pero todos con cucharas

El mejor de mis pocos cuates

Se llama chocolate

Pertenece al ejercito del aire

Es comandante

Él comanda noches sin nadie

En papel secante

La melodía africana que asesina

Cualquier desastre

Mi amiga de más envergadura

Se llama literatura

Es un gigante que conjetura

Motivos de vida

El día que no tengo ninguna

droga dura

y la noche se vuelve tan fría

yo le canto a la luna

Pronto llegará la cumbia

Y compañías raras

Todos estaban Knock Out

Y ninguno se pegaba

Nadie enamorado

Pero todos se besaban

Y ni uno trajo sopa

Pero todos con cucharas

     

9.- Lunas en un pozo.

 Desolación,

Aquella canción

Era una puta triste.

El sol,

Un bandoneón

Amordazado a una escayola.

El corazón,

Un chicle masticado

Una gramola rota.

La droga,

Dos ojos que persiguen

Como una flecha y yo,

Poniendo tiritas

A este desangrado.

Pasa volando un negro alcaraván

A robar…me la alegría

Me huelo el dedo

Y te recuerdo flor encharcadita

Tus labios

Me suben a la cama

Como un escarabajo

Un tajo

Que abre la tripa del barco

Naufrago

Tras la ultima tabla

Tras la salva de cañonazos

Encañonado

Y canto,

Cuando solo cantar va quedando.

Cantando,

Cuando sólo va quedando cantar

Ansiedad,

le dijo a la locura piérdete

A donde vas?,

A imaginar con verla

La falda levantarle

En la charca

los labios mojarme

A meterle luz de gas

A tanta oscuridad

A pedirte que me salves

O  me dejes atrás

¡No me dejes!

(No me dejes colgao

En la calle Callao

Gritando loco

Quiero lunas en un pozo

Que alborozo ver  un oso

Que transita en levita

Por el fondo del mar)

      

10.- Chupando tu herradura.

Ahí estaba sentado frente a mi

Con la Fender bien afilada

Nadie cree en el rock´n roll

Me gusta el rock n´roll porque es cómo un joint

Cuando nadie espera nada de ti

Se proclama libertad

y puedes hacer lo que te da la gana

He oído que lo llaman porvenir

Será porque no viene nunca,

Será que te voy a comer los otros labios

Allá donde no te pega el sol

Voy como un Boing por el cielo

Levito igual que Buddha

Voy soñando que me pierdo

Bombeando en tu herradura

 

Deambulabas colada por Madrid

En Malasaña hay de la buena y de la mala

Cruzabas esas piernas para mi

Te gustaba llegar en trip primera al nirvana

Cuidado con las gomas de mala calidad

No das el tipo de mamá,

Solamente procuras hacer

Todo aquello que te sienta bien.

He oído que lo llaman por venir

Será porque no viene nunca

Será que te voy a comer los otros labios

Allá donde no te pega el sol

Voy como un Boing por el cielo

Levitando como Buddha

Voy soñando que me pierdo

Chupando tu herradura

Enterrar mi nariz

En un monte de rizos

Quiero volver a la matriz

A través de tus piernas de Nylon.

Tus labios

Dos frambuesas machacadas

Y toda mi religión.

 

11.- Entropía Post-Ciao

Mal se camina con el alma debajo de los pies,

Y el ayer colocado como un rosario de espinas,

Entre la coronilla, el adiós temprano de una mujer.

El cuerpo cansado se adentra en las ruinas,

Lo bello que ardía cede su lugar a la dejadez,

Y un teléfono maldito parece estar sin línea.

El tiempo que en la noche malvendí a la luna,

Fue mácula de sangre a tu limpia y sincera brisa,

Sin premura al punto grité, llévame contigo locura.

Encontré muertos cuando hilvané pesquisa,

sin más camino que vereda sola y oscura,

anduve perplejo y mudo, mas contuve mi ira.

Un buen día largué al olisquear  tu basura,

Y me diste el antídoto quebró mi pila;

El amor propio ofendido es la mejor vacuna.

 

Escucha los temas pinchando sobre los títulos ↓

1.- El Poeta Tartarín Krishnamurti

2.- Paroles Touchantes

3.- Madrugada de Buenos Aires

4.- La Senda de tus Humedades

5.- Canción para mi Una.

6.- Cartas desde Casablanca

7.- Athenea Sterne

8.- Tonada Censurada

9.- Lunas en un pozo

10.- Chupando tu herradura.

11.- Entropía Post-Ciao

Bálano Rocanrola somos Big Fransis, Quimyco, Laszlo García, y Ludwing Van Bethoogreen.

*Bálano Rocanrola® estamos en Goear (Cartas desde Casablanca), Myspace (El tocador de señoras, soy yo).

*Bálano Rocanrola® se reserva los derechos de autor de estas canciones.

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Cap 48

Chick atravesó la poterna de control y fichó en la máquina. Tropezó, como de costumbre, en el umbral de la puerta metálica del pasadizo de acceso a los talleres y una humarada de vapor y de humo negro le golpeó violentamente la cara. Los ruidos comenzaban a llegarle; los sordos zumbidos de los turboalternadores generales, los silbidos de los puentes grúa sobre las viguetas entrecruzadas, el estrépito de las violentas corrientes de aire que se precipitaban sobre las chapas metálicas de la techumbre. El pasillo estaba muy oscuro, alumbrado, cada seis metros, por una bombilla rojiza cuya luz se deslizaba perezosamente sobre los objetos lisos, agarrándose, para rodearlas, a las rugosidades de las paredes y del suelo. Bajo sus pies, la chapa estirada estaba caliente y rota en algunos sitios, y por los agujeros se precipitaban las fauces rojas y sombrías de los hornos de piedra abajo del todo. Los fluidos pasaban, ruidosos, por grandes tuberías pintadas de gris y rojo, por encima de su cabeza, y a cada pulsación del corazón mecánico que los fogoneros ponían bajo presión, toda la armadura se flexionaba ligeramente hacia adelante con un ligero retraso y una vibración profunda. En la pared, se formaban gotas que se desprendían a veces cuando se producía una pulsación más fuerte, y, cuando una de esas gotas le caía en el cuello, Chick se estremecía. Era agua sin lustre y que olía a ozono. El pasadizo trazaba una curva al final y el suelo, ahora de claraboya, dominaba los talleres.

Abajo, delante de cada máquina ventruda, se debatía un hombre que luchaba por no ser descuartizado por los ávidos engranajes. Cada obrero tenía fijado en el pie derecho un pesado grillete de hierro que no se abría más que dos veces al día: a mitad de la jornada y por la tarde. Disputaban a las máquinas las piezas metálicas, que salían, tableteando, de los estrechos orificios dispuestos en lo alto. Las piezas volvían a caer casi inmediatamente, si no se las recogía a tiempo, en las fauces abiertas, hormigueantes de engranajes, donde se efectuaba la síntesis.

Había aparatos de todos los tamaños. A Chick ya le era familiar este espectáculo. Él trabajaba en el extremo de uno de los talleres y su misión consistía en controlar la buena marcha de las máquinas y en dar indicaciones a los obreros para volver a ponerlas en orden cuando se detenían después de haberles arrancado un trozo de carne.

Para purificar la atmósfera había, en algunos lugares, largos chorros de esencias que atravesaban oblicuamente la nave, relucientes de reflejos, y que condensaban alrededor suyo los humos y los polvos de metal y de aceite caliente que ascendían en columnas rectas y delgadas por encima de cada máquina. Chick levantó la cabeza. Los tubos le perseguían por todas partes. Llegó hasta la cabina del montacargas, entró y cerró la puerta detrás de él. Sacó del bolsillo un libro de Partre, apretó el botón y se puso a leer en tanto aguardaba llegar a la planta.

El choque sordo de la plataforma del montacargas contra el tope de metal le hizo salir de su estupor. Salió y se fue a su despacho, una cabina acristalada y débilmente iluminada desde donde podía vigilar los talleres. Se sentó, volvió a abrir su libro, y reanudó su lectura, adormilado por la pulsación de los fluidos y el rumor de las máquinas.

Una discordancia en el estrépito general le hizo levantar la vista súbitamente. Buscó de dónde procedía el ruido sospechoso. Uno de los chorros de purificación acababa de pararse de repente en medio de la nave y permanecía en el aire como partido en dos. Las cuatro máquinas que había cesado de atender trepidaban. A distancia, se las veía agitarse y, delante de cada una de ellas, una forma se iba desplomando poco a poco. Chick dejó el libro y se precipitó fuera. Corrió hacia el cuadro de mandos y bajó rápidamente una palanca. El chorro roto permaneció inmóvil. Parecía la hoja de una hoz y las humaredas de las cuatro máquinas ascendían en el aire formando torbellinos. Abandonó el cuadro de mandos y se precipitó hacia las máquinas. Éstas se iban deteniendo lentamente. Los hombres que las atendían yacían por tierra. Sus piernas derechas estaban doblegadas en ángulos extraños a causa de los grilletes, y cada una de las manos derechas de los cuatro hombres estaba seccionada por las muñecas. La sangre hervía al contacto con el metal de la cadena y esparcía en el aire un horrible olor de animal vivo carbonizado.

Chick, sirviéndose de su llave, abrió los grilletes que retenían los cuerpos y extendió éstos delante de las máquinas. Volvió a su despacho y mandó venir, por teléfono, a los camilleros de servicio. A continuación, se dirigió al tablero de mandos e intentó poner de nuevo en marcha el chorro. No se podía hacer nada. El líquido partía bien derecho, pero, al llegar a la altura de la cuarta máquina, desaparecía, y se podía ver el corte del chorro, tan limpio como el de un hachazo.

Palpando, enojado, su libro en el bolsillo, se dirigió a la Oficina Central. En el momento de salir del taller, se apartó para dejar pasar a los camilleros, que habían apilado los cuatro cuerpos en un pequeño carro eléctrico e iban a arrojarlos al Colector General.

Continuó por un nuevo corredor. Lejos, delante de él, el carrito viró con un dulce ronroneo, dejando escapar algunas chispas blancas. En el techo, muy abajo, resonaba el ruido de sus pasos sobre el metal. El suelo ascendía un poco. Para llegar a la Oficina Central había que pasar por otros tres talleres y Chick recorría distraídamente su camino. Llegó al fin al bloque principal y entró en el despacho del jefe de personal.

 

  • Se ha producido una avería en los números setecientos nueve, diez, once y doce, -dijo a una secretaria que estaba detrás de una ventanilla-. Opino que hay que reemplazar a los cuatro hombres y llevarse las máquinas. ¿Puedo hablar al jefe de personal?

 

La secretaria manipuló varios botones rojos instalados en una mesa de caoba barnizada y dijo:

<Entre, le espera>.

Chick entró y se sentó. El jefe de personal le miró, inquisitivo.

 

  • Me hacen falta cuatro hombres –dijo Chick.
  • Está bien –dijo el jefe de personal-, mañana los tendrá.
  • Uno de los chorros de purificación ha dejado de funcionar.
  • Eso ya no asunto mío –dijo el jefe de personal-. Vaya aquí al lado.

 

Chick salió y cumpliendo las mismas formalidades antes de entrar en el despacho del jefe de material.

 

  • Uno de los chorros de purificación de los setecientos ha dejado de funcionar –dijo.
  • ¿Del todo?
  • No llega a la otra punta –dijo Chick.
  • ¿No ha podido usted volver a ponerlo en marcha?
  • No –dijo Chick- no hay nada que hacer.
  • Voy a inspeccionar su taller –dijo el jefe de material.
  • Mi rendimiento está bajando –dijo Chick-. Dese prisa.
  • Eso no es asunto mío –dijo el jefe de material-. Vaya a ver al jefe de producción.

 

Chick pasó al bloque contiguo y entró en el despacho del jefe de producción. En él había una mesa violentamente iluminada y, detrás de ella, pegado a la pared, un gran panel de vidrio esmerilado sobre el cual se desplazaba muy lentamente hacia la derecha el extremo de una línea roída, como una oruga por el borde de una hoja; debajo del panel, las agujas de grandes niveles circulares con visores cromados giraban aún más lentamente.

 

  • Su producción está bajando en un cero siete por ciento –dijo el jefe-. ¿Qué sucede?
  • Hay cuatro máquinas fuera de servicio –dijo Chick.
  • Si llega al cero ocho, está usted despedido –dijo el jefe de producción.

 

Consultó el nivel, girando sobre su sillón cromado.

 

  • Cero setenta y ocho –dijo-. Yo, que usted, ya me iría preparando.
  • Es la primera vez que me sucede –dijo Chick-
  • Lo siento –dijo el jefe de producción-. Quizá se le pueda cambiar de sección…
  • No me interesa –dijo Chick. No me interesa trabajar. A mí no me gusta esto.
  • Nadie tiene derecho a decir eso –dijo el jefe de producción-. Queda usted despedido –añadió.
  • Yo no podía hacer nada –dijo Chick-. ¿Qué es la justicia?
  • Nunca he oído hablar de eso –dijo el jefe de producción-. Tengo trabajo, debo añadir.

 

Chick salió del despacho. Volvió al jefe de personal.

 

  • ¿Me pueden liquidar? –preguntó.
  • ¿Qué número? –preguntó el jefe de personal.
  • Taller setecientos. Ingeniero.
  • Está bien.

 

Se volvió hacia su secretaria y dijo:

 

  • Haga usted lo que haga falta.

 

A continuación habló por su teléfono interior.

 

– ¡Oiga! –dijo. Un ingeniero de recambio, tipo cinco, para el taller setecientos.

  • Ya está –dijo la secretaria, dándole un sobre a Chick. Ahí tiene sus ciento diez doblezones.
  • Gracias –dijo Chick, y se marchó.

Se cruzó con el ingeniero que iba a sustituirle, un joven delgado y rubio de aspecto cansado. Se dirigió al ascensor más próximo y entró en él.

 

*Extraído íntegramente del libro «La espuma de los días» de Boris Vian.

 

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André Bretón

 

“(…) Sí, por las tardes, hacia las siete, le gusta encontrarse en un vagón de segunda mano del metro. La mayoría de los pasajeros son personas que regresan de sus trabajos. Se sienta entre ellos, trata de sorprender en sus caras el motivo de sus preocupaciones. Naturalmente, están pensando en lo que acaban de abandonar hasta mañana, sólo hasta mañana, y también en lo que les espera esta noche, lo cual les alegra o les preocupa aún más. Nadja se queda mirando fijamente algo definido: «Hay buenas personas». Más alterado de lo que quisiera mostrarme, ahora sí me enojo: «Pues no. Además tampoco se trata de eso. El hecho de que soporten el trabajo, con o sin las demás miserias, impide que esas personas sean interesantes. Si la rebeldía no es lo más fuerte que sienten, ¿cómo podrían aumentar su dignidad sólo con eso? En esos momentos, por lo demás, usted les ve; ellos ni siquiera la ven a usted. Por lo que a mí se refiere, yo odio, con todas mis fuerzas, esa esclavitud que pretenden que considere encomiable. Compadezco al hombre por estar condenado a ella, porque por lo general no puede evitarla, pero si me pongo de su parte no es por la dureza de su condena, es y no podría ser más que por la energía de su protesta. Yo sé que en el horno de la fábrica, o delante de esas máquinas inexorables que durante todo el día imponen la repetición del mismo gesto, con intervalos de algunos segundos, o en cualquier otro lugar bajo las órdenes más inaceptables, o en una celda, o ante un pelotón de ejecución, todavía puede uno sentirse libre, pero no es el martirio que se padece lo que crea esa libertad. Admito que esa libertad sea un perpetuo librarse de las cadenas: será preciso, por añadidura, para que ese desencadenarse sea posible, constantemente posible, que las cadenas no nos aplasten, como les ocurre a muchos de los que usted me habla. Pero también es, y quizá mucho más desde el punto de vista humano, la mayor o menor pero, en cualquier caso, la maravillosa sucesión de pasos que le es dado al hombre hacer sin cadenas. Esos pasos, ¿les considera usted capaces de darlos? ¿Tienen tiempo de darlos, al menos? ¿Tienen el valor de darlos? Buenas personas, decía usted, sí, tan buenas como las que se dejaron matar en la guerra, ¿verdad? Digamos claro lo que son los héroes: un montón de desgraciados y algunos pobres imbéciles. Para mí, debo confesarlo, esos pasos lo son todo. Hacia dónde se encaminan, ésa es la verdadera pregunta. De algún modo, acabarán trazando un camino y, en ese camino, ¿quién sabe si no surgirá la manera de quitar las cadenas o de ayudar a desencadenarse a los que se han quedado en el camino? Sólo entonces será conveniente detenerse un poco, sin que ello suponga desandar lo andado». (Bastante a las claras se ve lo que puedo decir al respecto, sobre todo a poco que decida tratarlo de manera concreta.) Nadja me escucha y no intenta contradecirme. Tal vez lo último que ella haya querido hacer sea la apología del trabajo.”

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* André Bretón (foto), autor del Manifiesto Dadaista.

 

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«Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde corrían todos los vinos, donde se abrían todos los corazones.

Una noche, senté a la belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié.

Yo me he armado contra toda la justicia.

Yo me he fugado. ¡Oh brujas, oh miseria, odio, mi tesoro fue confiado a vosotros!

Conseguí desvanecer en mi espíritu toda esperanza humana. Sobre toda dicha, para estrangularla, salté con el ataque sordo del animal feroz.

Yo llamé a los verdugos para morir mordiendo la culata de sus fusiles. Invoqué a las plagas para sofocarme con sangre, con arena. El infortunio fue mi dios. Yo me he tendido cuan largo era sobre el barro. Me he secado en la ráfaga del crimen. Y le he jugado malas pasadas a la locura.

Y la primavera me trajo la risa espantable del idiota.

Ahora bien, recientemente, como estuviera a punto de exhalar el último “cuac” pensé en buscar la llave del antiguo festín, en el que acaso recobrara el apetito.

Esa llave es la caridad. ¡Y tal inspiración demuestra que he soñado!.

“Tú seguirás siendo una hiena…etc declara el demonio que me coronó con tan amables amapolas”. “Gana la muerte con todos tus apetitos, y con tu egoísmo y todos los pecados capitales”

¡Ah! ¡por demás los tengo! Pero, caro Satán, os conjuro a ello, ¡menos irritación en esos ojos! Y a la espera de las pocas y pequeñas cobardías que faltan, desprendo para vos, que amáis en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, unas cuantas páginas horrendas de mi carnet de condenado».

 

 

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«Manos» es quizá el más conocido de los 24 cuentos que conforman el libro «Winesburg, Ohio«. El autor, Sherwood Anderson, se erige aun en la actualidad como una de las figuras más grandes de este género narrativo. La traducción de este texto es de Miguel Temprano García. Ed. Acantilado.

«Un hombrecillo grueso y anciano daba vueltas nerviosamente por la veranda medio en ruinas de una casita de madera que había junto al borde de un barranco cerca del pueblo de Winesburg, Ohio. Detrás de un campo alargado y sembrado de trébol, que, sin embargo, sólo había producidouna enmarañada cosecha de hierbajos de mostaza amarilla, se veía la carretera por la que avanzaba una carreta cargada de recolectores de fresas que regresaban de los campos. Los recolectores, hombres y mujeres jóvenes, reían y gritaban bulliciosamente. Un muchacho vestido con una camisa azul saltó de la carreta y trató de arrastrar con él a una de las chicas, que soltó agudos gritos de protesta. Los pies del muchacho levantaron una nube de polvo que flotó frente a la faz del sol poniente. Del otro lado del campo llegó una voz suave y atiplada. «¡Eh, Wing, a ver si te peinas, que se te va a meter el pelo en los ojos», le ordenó la voz al hombre, que era calvo y se toqueteó la frente despejada con sus manitas como si estuviera arreglándose una mata de rizos enredados.

Wing Biddlebaum, perennemente asustado y asediado por una fantasmal cohorte de dudas, no se consideraba ni mucho menos parte del pueblo donde vivía desde hacía veinte años. De todos los habitantes de Winesburg sólo había intimado con uno. Había forjado una especie de amistad con George Willard, hijo de Tom Willard, el propietario del New Willard House. George Willard era reportero en el Winesburg Eagle y algunas tardes iba por la carretera a casa de Wing Biddlebaum. Ahora el anciano iba y venía por la veranda, moviendo las manos con nerviosismo y deseando que George Willard fuese a pasar la tarde con él. En cuanto pasó la carreta cargada con los recolectores de fresas, cruzó el campo entre las altas hierbas de mostaza, trepó a una cerca y escudriñó impaciente la carretera en dirección al pueblo. Por un momento, se quedó allí, frotándose las manos y escrutando la carretera, luego le sobrecogió el miedo y volvió corriendo y empezó a pasear otra vez por la veranda de su casa.

En presencia de George Willard, Wing Biddlebaum, que a lo largo de veinte años había sido un misterio para la gente del pueblo, perdía parte de su timidez, y su oscura personalidad, sumergida en un mar de dudas, asomaba para echarle un vistazo al mundo. Al lado del joven periodista se aventuraba a la luz del día por la calle Mayor o iba y venía por el destartalado porche de su casa hablando muy excitado. La voz que había sido trémula y susurrante se volvía alta y aguda. La encorvada figura se enderezaba. Con una especie de estremecimiento, como el de un pez devuelto al arroyo por el pescador, Biddlebaum el silencioso empezaba a hablar, tratando de poner en palabras las ideas que se habían acumulado en su imaginación a lo largo de muchos años de silencio.

Wing Biddlebaum decía muchas cosas con las manos. Sus dedos finos y expresivos, siempre activos, siempre tratando de ocultarse en los bolsillos o detrás de la espalda, salían y se convertían en las bielas de su mecanismo de expresión. La historia de Wing Biddlebaum es la historia de unas manos. Su incansable actividad, comparable al batir de las alas de un pájaro enjaulado, le había valido su apodo, que debió de ocurrírsele a algún poeta anónimo del pueblo. Aquellas manos asustaban a su propietario. Trataba de ocultarlas, miraba con pasmo las manos quietas e inexpresivas de los otros hombres que trabajaban a su lado en los campos o pasaban por los caminos guiando soñolientas yuntas de animales.

Cuando hablaba con George Willard, Wing Biddlebaumapretaba los puños y aporreaba con ellos la mesa o las paredes de su casa. Así se sentía más cómodo. Si le entraban ganas de hablar mientras estaban paseando por el campo, buscaba un tocón de árbol o la tabla de un cercado y hablaba con renovada elocuencia sin parar de golpearlos.

La historia de las manos de Wing Biddlebaum merece un libro entero. Escrito con compasión, despertaría extrañas y hermosas cualidades incluso en los hombres más sombríos. Es una labor para un poeta. En Winesburg sus manos habían llamado la atención debido sólo a su actividad. Con ellas Wing Biddlebaum había recogido hasta ciento cuarenta cuartillos de fresas en un solo día. Se convirtieron en su rasgo distintivo, el origen de su fama. También hicieron más grotesca una personalidad ya de por sí esquiva y grotesca. Winesburg se enorgullecía de las manos de Wing Biddlebaum tanto como de la nueva casa de piedra del banquero White o de Tony Tip, el alazán de Wesley Moyer, que había ganado las carreras de trotones de otoño en Cleveland.

(En inglés, wing significa «ala».)

En cuanto a George Willard, muchas veces había querido preguntarle por sus manos. En ocasiones, la curiosidad había sido casi irresistible. Intuía que debía de haber alguna razón que explicase su extraña actividad y su inclinación a ocultarlas, y sólo el creciente respeto que sentía por Wing Biddlebaum le impedían plantearle todas aquellas dudas que le rondaban por la cabeza. Una vez había estado a punto de preguntárselo. Estaban paseando por los campos una tarde de verano y se habían sentado en un bancal cubierto de hierba. Wing Biddlebaum llevaba toda la tarde hablando como un iluminado. Se había detenido junto a una valla y, mientras aporreaba una de sus tablas como un gigantesco pájaro carpintero, había gritado a George Willard reprochándole su tendencia a dejarse influenciar más de la cuenta por quienes le rodeaban. «Te estás destruyendo a ti mismo—gritó—. Tienes inclinación por la soledad y te gusta soñar, pero te asustan los sueños. Querrías ser como todos los del pueblo. Les oyes hablar y tratas de imitarlos».

En aquel bancal cubierto de hierba, Wing Biddlebaum había tratado de convencerlo una vez más. Su voz se había vuelto suave y evocadora, y con un suspiro de satisfacción se había embarcado, como si hablara en sueños, en una disertación larga y repleta de digresiones.

A partir de aquel sueño Wing Biddlebaum trazó un cuadro para George Willard. En el cuadro la gente vivía de nuevo en una especie de bucólica época dorada. Muchachos apuestos llegaban a través de los campos, unos a pie y otros a caballo. Los jóvenes se reunían formando multitudes a los pies de un anciano que les esperaba sentado en un jardincito a la sombra de un árbol y les hablaba.

Wing Biddlebaum se dejó arrastrar por la inspiración. Por una vez, se olvidó de sus manos. Poco a poco, se deslizaron hacia delante y se posaron en los hombros de George Willard. La voz que le hablaba adquirió un tono nuevo y atrevido. «Debes tratar de olvidar todo lo que has aprendido— dijo el anciano—. Debes empezar a soñar. Desde ahora debes hacer oídos sordos al rugido de las voces».

Haciendo una pausa, Wing Biddlebaum miró fijamente y con aire muy serio a George Willard. Los ojos le brillaban. Una vez más levantó las manos para acariciar al chico y luego una expresión de horror enturbió su rostro.

Con un movimiento del cuerpo, Wing Biddlebaum se puso en pie y metió las manos en lo más hondo de los bolsillos del pantalón. Los ojos se le llenaron de lágrimas. «Tengo que volver a casa. No puedo seguir hablando contigo», dijo nerviosamente.

Sin volver la vista atrás, el anciano echó a correr colina abajo a través de un prado y dejó a George Willard perplejo y asustado en la ladera cubierta de hierba. Con un escalofrío de temor, el chico se puso en pie y empezó a andar por la carretera que llevaba al pueblo. «No le preguntaré por sus manos— pensó, conmovido por el recuerdo del terror que había visto en la mirada del hombre—. Aquí hay gato encerrado, pero no quiero saber de qué se trata. Sus manos tienen algo que ver con el miedo que nos tiene a mí y a los demás».

George Willard tenía razón. Echemos un breve vistazo a la historia de las manos. Tal vez al hablar de ellas despertemos al poeta que haya de contar un día la historia secreta y maravillosa de la influencia de aquellas manos, que no eran sino meros pendones que ondeaban al viento henchidos de promesas.

En su juventud, Wing Biddlebaum había sido maestro de escuela en un pueblo de Pensilvania. En aquella época nadie lo llamaba Wing Biddlebaum, sino que se le conocía por el nombre menos eufónico de Adolph Myers. Los niños de su escuela apreciaban mucho a Adolph Myers.

Adolph Myers había nacido para dar clase a niños pequeños. Era uno de esos hombres poco frecuentes y mal comprendidos que se imponen con una autoridad tan leve que pasa por una adorable debilidad. Lo que esos hombres sienten por los niños a su cargo no es muy distinto de lo que sienten las mujeres más refinadas cuando se enamoran de un hombre.

Pero ésa es una manera demasiado grosera de decirlo. Ahí es donde nos haría falta el poeta. Adolph Myers había paseado por la tarde con sus alumnos o se había sentado a charlar con ellos hasta el crepúsculo en las escaleras de la escuela perdido en una especie de sueño. Sus manos iban de aquí para allá, acariciando los hombros de los chicos, jugueteando con sus cabezas despeinadas. Al hablar, la voz se le volvía suave y musical. También en eso había una caricia. En cierto sentido, la voz y las manos, las caricias en los hombros y el roce de los cabellos eran parte del esfuerzo del maestro por introducir un sueño en la imaginación de los chicos. Se expresaba a través de las caricias de sus dedos. Era uno de esos hombres cuya fuerza vital está difusa y no tiene un centro definido. Gracias a las caricias de sus manos, los alumnos perdían las dudas y la desconfianza y empezaban también a soñar.

Luego aconteció la tragedia. Un chico medio retrasado de la escuela se enamoró del joven maestro. En su cama, por la noche, imaginaba cosas indecibles y por la mañana hablaba de sus sueños como si fueran reales. De sus labios fláccidos salieron acusaciones extrañas y horribles. Un escalofrío recorrió aquel pueblo de Pensilvania. Las dudas ocultas y tenebrosas que habían embargado la imaginación de algunos respecto a Adolph Myers se convirtieron en certezas.

La tragedia no tardó en producirse. Sacaron a los críos temblorosos de la cama y les interrogaron. «Me ponía el brazo encima del hombro», dijo uno. «Siempre me pasaba los dedos por el pelo», dijo otro.

Una tarde, Henry Bradford, uno del pueblo, que regentaba un bar, se presentó en la escuela. Llamó a Adolph Myers al patio y empezó a darle puñetazos. Cada vez que sus duros nudillos golpeaban la cara asustada del maestro, su ira se iba haciendo más y más terrible. Los niños chillaban con espanto y corrían de aquí para allá como insectos asustados. «Yo te enseñaré a ponerle la mano encima a mi hijo, cerdo», rugió el dueño del bar, que, harto de golpear al maestro, había empezado a perseguirlo a patadas por el patio.

A Adolph Myers lo echaron de aquel pueblo de Pensilvania en plena noche. Una docena de hombres se presentaron linterna en mano ante la puerta de la casa donde vivía solo y le ordenaron que se vistiera y saliese a la calle. Estaba lloviendo y uno de ellos llevaba una soga en la mano. Habían ido allí con la intención de ahorcar al maestro de escuela, pero algo en su aspecto, tan diminuto, pálido y penoso, los conmovió y lo dejaron escapar. Cuando echó a correr hacia la oscuridad, se arrepintieron y lo persiguieron blasfemando y lanzándole palos y pellas de barro a la figura que chillaba y corría más y más deprisa hacia la oscuridad.

Adolph Myers había vivido en Ohio veinte solitarios años. Aunque no tenía más de cuarenta aparentaba sesenta y cinco. Ell nombre de Biddlebaum lo cogió de un cajón de mercancías que vio en una estación mientras cruzaba a toda prisa un pueblo del este de Ohio. Tenía una tía en Winesburg, una anciana de dientes ennegrecidos que criaba pollos y con quien vivió hasta la muerte. A raíz del incidente de Pensilvania, estuvo casi un año enfermo y, cuando se recuperó, trabajó como jornalero en los campos e iba de aquí para allá tratando de ocultar siempre sus manos. Aunque no acababa de comprender lo sucedido, tenía la sensación de que las culpables debían ser sus manos. Una y otra vez, los padres de los niños habían aludido a sus manos. <Métete las manos donde te quepan>, había rugido el dueño del bar mientras brincaba furioso por el patio de la escuela.

Wing Biddlebaum estuvo yendo y viniendo por la veranda de su casa junto al barranco hasta que el sol se ocultó y la carretera del otro lado del campo se perdió entre las sombras grises. Luego entró en su casa, cortó unas rebanadas de pan y las untó de miel. Cuando cesó el rumor del tren nocturno que se llevaba los vagones cargados con las cosechas de fresas del día y se restauró el silencio de la noche veraniega, volvió a pasear por la veranda. En la oscuridad no se le veían las manos y se quedaron quietas. Aunque siguió anhelado la llegada del muchacho, que era el modo en que expresaba su amor a los hombres, dicho anhelo volvió a formar parte de su soledad y su espera. Después de encender una lámpara, Wing Biddlebaum lavó los pocos platos que había ensuciado con su frugal comida y, tras colocar un catre plegable junto a la puerta que conducía al porche, se dispuso a desvestirse para pasar la noche. Junto a la mesa, en el suelo bien fregado, había unas cuantas migas de pan desperdigadas. Colocó la lámpara en un taburete bajo y empezó a recogerlas, llevándoselas una a una a la boca con increíble rapidez. A la densa luz de debajo de la mesa, aquella figura arrodillada parecía un cura celebrando un servicio religioso en la iglesia. Sus dedos nerviosos y expresivos, momentáneamente iluminados por la luz, bien podrían haberse confundido con los dedos de un devoto pasando presurosos una cuenta tras otra del rosario.»

2013-07-03 02.11.50

blog 76

(Páginas finales del Ulysses, de James Joyce. El monólogo interno de Molly Bloom)

«(…) no hay educación ni modales ni nada de nada en su naturaleza dándome un cachete por atrás de esa manera en el culo porque no lo llamé Hugh el ignaro que no distingue la poesía de una berza eso es lo que consigues por no ponerlos en su sitio quitándose los zapatos y los pantalones ahí mismo en la silla delante de mí con toda la caradura sin ni siquiera pedir permiso campándole eso de una manera tan vulgar en esa medio camisa que llevan para que se les admire como a un cura o a un carnicero o esos viejos hipócritas en los tiempos de julio César desde luego que tiene bastante razón en su forma de tomarse el tiempo a chufla ten por seguro que lo mismo daría estar en la cama con qué con un león Dios estoy segura de que un León tendría algo mejor que decir O bueno supongo que es porque estaban tan rellenitas y apetitosas con mis enaguas cortas que no se podía aguantar a mí misma a veces me excitan no está mal para los hombres todo el montón de placer que sacan del cuerpo de una mujer somos tan redondas y blancas para ellos siempre ojalá fuera yo uno de ellos para variar por el gusto de intentarlo con eso que ellos tienen empinándose encima de una tan dura y a la vez tan suave cuando la tocas tío John la tiene larga oí que decían aquellos niños de la esquina cuando pasaba por la esquina de Marrowbone lane tía Mary tiene una pelambrera porque estaba oscuro y sabían que pasaba una chica no consiguieron que me sonrojara por qué iba a hacerlo es algo bien natural y él mete su cosa larga en la pelambrera de Mary etcétera y resulta ser que lo que mete es el mango en el escobón los hombres de nuevo no cabía esperar otra cosa pueden picotear y elegir lo que les venga en gana una mujer casada o una viuda fresca o una chica según sus gustos como aquellas casas por detrás de Insh street no pero si es que hemos de estar siempre encadenadas a mí sí que no me van a encadenar no hay cuidado una vez que me pongo te lo digo por los celos de sus estúpidos maridos por qué no podemos seguir siendo amigos cuando eso ocurre en lugar de reñir su marido descubrió lo que hacían juntos pues muy bien y si lo descubrió acaso puede reparar el daño si lleva la cornamenta de todas formas haga lo que haga y luego va él y se pasa al otro extremo loco por la mujer en Bellos tiranos desde luego que al hombre ni siquiera se le ocurre pensar 2 veces en el marido ni en la esposa tampoco es la mujer lo que quiere y la logra para qué otra cosa si no nos han dado todos esos deseos me gustaría a mí saber no lo puedo evitar si soy joven todavía digo yo es una maravilla que no estoy hecha una vieja arrugada antes de tiempo viviendo con él tan frío que nunca me abraza menos alguna vez cuando está dormido por los pies sin saber supongo a quién tiene cualquier hombre que bese el culo de una mujer es para darlo por perdido después de eso besaría cualquier cosa anormal donde no tenemos ni 1 átomo de señal distintiva en nosotras todas lo mismo 2 pedazos de grasa antes de que yo le hiciera eso a un hombre puufff los muy brutos asquerosos con sólo pensarlo tengo bastante beso sus pies señorita tiene algo de sentido no besó él nuestra puerta de entrada sí lo hizo vaya loco nadie entiende sus ideas disparatadas menos yo de todos modos está claro que una mujer quiere ser abrazada 20 veces al día casi para parecer joven no importa por quién siempre que se esté enamorada o amada por alguien si el hombre que quieres no lo tienes delante algunas veces por Dios bendito estaba pensando me iría yo a los muelles en una noche oscura donde nadie me conociera a cogerme a un marinero recién llegado de los mares que estuviera rabiando por hacerlo y no le importara un bledo de quién fuera yo sólo despacharse en un portal en algún sitio o uno de esos gitanos de aspecto salvaje de Rathfarrrnham que habían acampado cerca de la lavandería Bloomfield para intentar quitarnos nuestras cosas si podían yo sólo mandé las mías allí alguna que otra vez por el nombre lavandería modelo y me devolvían una y otra vez algunas medias viejas desparejadas aquel tipo con pinta de sinvergüenza de ojos atractivos pelando una varilla me ataca en la oscuridad y me echa un polvo contra la pared sin decir una palabra o un asesino cualquiera lo que ellos mismos hacen los caballeros elegantes con sus sombreros de copa aquel procurador de la corona que vive por aquí cerca saliendo de Hardwicke lane la noche que nos convidó a pescado para cenar por haber ganado en las apuestas de boxeo claro que nos convidó por mí le reconocí por las polainas y los andares y cuando me di la vuelta un minuto después justo para ver había una mujer detrás saliendo de allí también alguna sucia prostituta luego vuelve a casa a su mujer después de eso sólo que supongo que la mitad de esos marineros están podridos por otra parte de enfermedades O echa para allá ese corpachón fuera de ahí por el amor de Dios escúchale los vientos que llevan mis suspiros hasta ti bueno bueno que siga durmiendo y suspirando el insigne sabio Don Poldo de la Flora si supiera cómo salió en las cartas esta mañana tendría algo por lo que suspirar un hombre moreno con cierta perplejidad entre 2 7s también en la cárcel porque sólo Dios sabe lo que hace que yo no lo sé y voy a tener que andar trasteando abajo en la cocina para tenerle preparado a su señoría el desayuno mientras que él está enroscado como una momia acaso lo voy a hacer tú me has visto alguna vez corriendo ya me gustaría a mí verme de esa manera les haces caso y te tratan como basura no me importa lo que nadie diga sería mucho mejor que el mundo estuviera gobemado por las mujeres que hay en él no se vería a las mujeres matándose unas a otras ni aniquilándose cuándo se ha visto alguna vez a las mujeres dando tumbos borrachas como ellos hacen o jugándose hasta el último céntimo y perderlo en los caballos sí porque una mujer haga lo que haga sabe dónde parar seguro que no estarían en el mundo si no fuera por nosotras no saben lo que es ser mujer y madre cómo podrían dónde estarían todos ellos si no hubieran tenido una madre que los cuidara cosa que yo nunca tuve por eso es por lo que supongo que anda como loco ahora saliendo por las noches abandonando sus libros y sus estudios y no viviendo en casa porque es la típica casa de tócame roque bueno supongo que es una pena lamentable que los que tienen un buen hijo como ése no estén satisfechos y yo ninguno no fue él capaz de hacerme uno no fue por culpa mía nos arrimamos cuando yo estaba mirando aquellos dos perros encima y por atrás en plena calle ya ves aquello me descorazonó completamente supongo que no debí enterrarlo con aquella chaquetita de lana que yo le hice de punto llorando como estaba sino habérsela dado a algún niño pobre pero sabía bien que nunca tendría otro era nuestra la muerte además ya no fuimos los mismos desde entonces O no me voy a poner triste ahora por eso me pregunto por qué no se quedó a pasar la noche pensé todo el tiempo que era algún extraño que había traído en lugar de andar vagando por la ciudad tropezándose con quién sabe Dios trasnochadores y rateros a su pobre madre no le habría gustado eso si estuviera viva malográndose de por vida quizás de todos modos es una hora bonita tan silencioso me gustaba volver a casa después del baile el aire de la noche ellos tienen amigos con los que hablar nosotras no tenemos a nadie o bien él busca lo que no va a encontrar o se trata de alguna otra mujer dispuesta a clavarle a una el cuchillo por la espalda no soporto eso en las mujeres no me sorprende que ellos nos traten como nos tratan buen atajo de pécoras estamos hechas supongo que es por todas las preocupaciones que tenemos lo que nos ha hecho tan víboras yo no soy así él podía muy bien haber dormido ahí en el sofá en la otra habitación supongo que estaría tan vergonzoso como un niño siendo como es tan joven apenas 20 de mí en la habitación de al lado me habría oído en el orinal pues muy bien y qué más da Dedalus me imagino es como aquellos nombres en Gibraltar Delapaz Delagracia tenían unos nombres la mar de raros allí el padre Vilaplana de Santa María que me dio el rosario Rosales y OReilly en la Calle las Siete Revueltas y Pisimbo y Mrs Depís en Govemor street 0 vaya nombrecito me tiro de cabeza al río si tuviera un nombre como ella O vamos y todas aquellas callejuelas cuesta Paradise y cuesta Bedlam y cuesta Rodgers o y cuesta Crutchetts y las escalinatas de la quebrada del diablo bueno no es culpa mía si tengo cabeza de chorlito sé que la tengo un poco juro por Dios que no me siento ni un solo día más vieja que entonces me pregunto si podría soltarme a hablar ahora en español cómo está usted muy bien gracias y usted ves no lo he olvidado todo pensé que sí si no fuera por la gramática sustantivo es el nombre de una persona lugar o cosa es una pena que no intentara nunca leer aquella novela que la intratable de Mrs Rubio me dejó por Valera con las interrogaciones de abajo a arriba y de arriba a abajo siempre supe que al final nos iríamos le puedo hablar en español y él a mí en italiano así verá que no soy tan ignorante qué pena que no se quedara estoy segura de que el pobre hombre estaba muerto de cansancio y necesitaba como nada echarse un buen sueño le podía haber llevado el desayuno a la cama con su tostadita siempre que no usara el cuchillo que trae mala suerte o si la mujer de los berros hubiera pasado y con algo apetitoso hay unas cuantas olivas en la cocina que le hubieran gustado yo no pude verlas nunca ni en pintura en el ultramannos Abrine podría hacer de criada la habitación no está mal desde que cambié las cosas ves algo me decía todo el tiempo que tendría que presentarme yo misma no conociéndome de nada tendría grada digo yo soy su mujer o haciendo como que estábamos en España y él medio despierto sin idea de dónde está dos huevos estrellados señor Dios mío qué cosas más disparatadas se me vienen a la cabeza algunas veces

blog 77

sería divertido suponiendo que se quedara con nosotros por qué no está la habitación de arriba vacía y la cama de Milly en el cuarto trastero podría escribir y estudiar en la mesa de allí para todo lo que allí quiera garabatear y si quiere leer en la cama por la mañana como yo lo mismo que hace él el desayuno para 1 lo puede hacer para 2 lo tengo claro que no voy a coger huéspedes de la calle para él si él coge una pocilga de casa como ésta me encantaría tener una larga conversación con una persona inteligente y bien educada tendría que hacerme de un bonito par de zapatillas rojas como aquellas que los turcos con el fez solían vender o amarillas y una bonita bata semitransparente que tanto necesito o una bata corta de color flor de melocotón como la que había hace tiempo en Walpole por sólo 8 con 6 o 18 con 6 le daré sólo otra oportunidad me levantaré temprano estoy harta de la vieja cama de Cohen en cualquier caso podría pasarme por el mercado a ver todas esas verduras y berzas y tomates y zanahorias y todas esas clases de frutas espléndidas que llegan relucientes y frescas quién sabe quién será el hombre que me encuentre salen a la caza de eso por la mañana Mamy Dillon solía decir que es así y por la noche también por eso su ir a misa me encantaría una pera grande jugosa ahora que se te derrita en la boca como cuando estaba con los antojos luego le arrojaría sus huevos y su té en la taza con bigotera que le dio ella para agrandarle la boca supongo que le gustaría la rica leche cremada mía también sé lo que voy a hacer saldré por ahí algo alegre no demasiado cantando de vez en cuando mi fa pieta Masetto luego comenzaré a vestirme para salir presto non son piu forte me pondré mi mejor camisa y bragas que pueda darle bienal ojo para que se le empine la churra le haré saber si eso es lo que quiere que a su mujer la follan sí y muy bien que la follan además hasta el moño si me apuran y no por él 5 o 6 veces sin parar ahí está la señal su leche en la sábana limpia no me voy a molestar ni siquiera en disimularla con la plancha a ver si se da por satisfecho si no me crees tócame la tripa a no ser que haga que se la empine y me la meta tengo la intención de contárselo todito y obligarle a que se lo haga delante de mí lo tiene bien merecido toda la culpa es suya si soy una adúltera como decía aquel individuo en el gallinero O algo parecido si ése es todo el daño que hicimos en este valle de lágrimas bien sabe Dios que no es mucho acaso no lo hace todo el mundo sólo que lo ocultan supongo que una mujer se supone que está para eso o Él no nos habría hecho como nos hizo tan atractivas para los hombres así que si él quiere besarme el culo me abro las bragas de par en par y se lo estampo en la cara a lo ancho y a lo largo puede meterme la lengua 7 millas por el agujero y cuando lo tenga en mis partes morenas le diré que necesito 1 libra o quizás 30 chelines le diré que necesito comprar ropa interior así que si me lo da no será tan malo tampoco se trata de dejarlo tieso como hacen otras mujeres más de una vez podría haberme extendido un cheque a mi nombre y poner su nombre por un par de libras alguna vez olvidó encerrarlo con llave además no se lo va a gastar le dejaré que se me corra detrás siempre que no me ponga perdidas mis bragas buenas O supongo que no tiene arreglo haré como que no me entero 1 o 2 preguntas sabré por las respuestas cuándo está en ganas no se puede guardar nada me lo conozco muy bien me apretaré el culo bien y soltaré unas cuantas palabras groseras culodorantes o lame la mierda o la primera locura que se me pase por la cabeza luego le daré la idea sobre sí O espera ahora hijito me toca a mí estaré bien alegre y amable en eso O pero se me olvidaba esta lata de sangre puufff una no sabe si llorar o reír estamos hechas tal batiburrillo no tendré que ponerme mis cosas viejas tanto mejor será más picante nunca sabrá si lo hizo o no ahí tienes te basta con cualquier cosa vieja luego me lo refregaré como una caca su omisión luego saldré y lo tendré mirando el techo dónde se habrá ido hacer que me desee es el único medio pasadas las y cuarto vaya hora intempestiva supongo que ahora se acaban de levantar en China peinándose las coletas para todo el día pronto tendremos a las monjas tocando el ángelus ellas no tienen a nadie que venga a interrumpirles el sueño menos algún que otro cura para los oficios nocturnos o el despertador de al lado con el canto del gallo echándose fuera los sesos a golpes vamos a ver si puedo echar una cabezada 12 3 4 5 qué clase de flores son esas que inventaron como las estrellas el papel de empapelar en Lombard street era mucho más bonito el delantal que él me dio era como algo así sólo que yo sólo me lo puse dos veces mejor que baje la lámpara e intente otra vez para poder levantarme temprano iré a la fiutería Lambe ahí junto a Findlater y mandaré que me envíen algunas flores para poner por la casa por si lo trae a casa mañana hoy quiero decir no no los viernes son día de mala suerte lo primero que quiero hacer es arreglar la casa de alguna manera el polvo se acumula por todos lados creo mientras estoy dormida luego podemos tener algo de música y cigarrillos puedo acompañarle primero tengo que limpiar las teclas del piano con leche qué me puedo poner me pondré una rosa blanca o esos pasteles encantadores de Lipton me gusta el olor de una gran tienda llena de cosas ricas a 7 y 1/2 la libra o los otros con cerezas dentro y el azúcar rosado 11 peniques un par de libras de eso una planta bonita para el centro de la mesa ésa la sacaría más barata en espera dónde está eso las vi no hace mucho me encantan las flores me encantaría tener toda la casa inundada de rosas Dios del cielo no hay nada como la naturaleza las montañas agrestes después el mar y las olas precipitándose después la campiña maravillosa con los campos de avena y trigo y toda clase de cosas y todo el hermoso ganado moviéndose a sus anchas le haría a uno mucho bien ver ríos y lagos y flores de todas las formas y olores y colores brotando hasta de las cunetas prímulas y violetas es la naturaleza como para que digan que no hay Dios yo no daría un duro por toda su sabiduría por qué no van y crean algo a menudo le preguntaba a los ateos o comoquiera que ellos se llamen que vayan y se quiten la roña de encima primero luego van berreando a por un cura cuando mueren y por qué por qué porque tienen miedo del infierno por su mala conciencia ah sí ya lo creo que los conozco bien quién existió en el universo antes de que existiera nadie que lo hizo todo quién ah eso no lo saben pues yo tampoco así que ahí tienes también podrían muy bien intentar que el sol dejara de salir mañana el sol brilla para ti dijo él el día que estábamos echados entre los rododendros en el promontorio de Howth con el traje de paño gris y su canotié el día que hice que se me declarara sí primero le di de mi boca el trocito de torta de alcaravea y era un año bisiesto como ahora sí hace 16 años Dios mío después de aquel largo beso casi me quedo sin respiración sí dijo que yo era una flor de la montaña sí que somos flores todas el cuerpo de mujer sí fue la única verdad que dijo en su vida y el sol brilla para ti hoy sí por eso me gustaba porque vi que entendía o sentía lo que es una mujer y yo sabía que siempre le podía buscar las vueltas y le di todo el placer que pude invitándole hasta que me pidió que dijera sí y yo no quería contestar al principio sólo miré a lo lelos el mar y al celo pensaba en tantas cosas que él no sabía en Mulvey y Mr Stanhope y en Hester y en padre y en el viejo capitán Groves y en los marineros jugando a antón pirulero y a las prendas y a mear alto como ellos lo llamaban en el malecón y el centinela delante de la casa del gobernador con aquella cosa alrededor del casco blanco pobre diablo achicharrado y las muchachas españolas riendo con sus mantillas y sus peinetas y la subasta por la mañana los griegos y los judíos y los árabes y quién sabe Dios quién más de todos los rincones de Europa y Duke street y el mercado de aves todas cloqueando delante de Larby Sharon y los pobres burros sueltos medio dormidos y aquellos hombres imprecisos en sus capas dormidos a la sombra en los escalones y las grandes ruedas de las carretas de bueyes el viejo castillo con miles de años sí y aquellos guapos moros todos de blanco y con turbantes como reyes invitándote a que te sentaras en sus pequeñas tiendas y Ronda con las viejas ventanas de las posadas 2 ojos que miran una celosía oculta para que el amante bese la reja y los ventorrillos medio abiertos por la noche y las castañuelas y la noche que perdimos el barco en Algeciras y el sereno de un sitio para otro sereno con su farol y O aquel abismal torrente O y el mar el mar carmesí a veces como fuego y las puestas de sol gloriosas y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas aquellas callejuelas extrañas y las casas de rosa y de azul y de amarillo y las rosaledas y los jazmines y los geranios y las chumberas y el Gibraltar de mi niñez cuando yo era una Flor de la montaña sí cuando me ponía la rosa en el pelo como hacían las muchachas andaluzas o me pondré una roja sí y cómo me besaba junto a la muralla mora y yo pensaba bien lo mismo da él que otro y entonces le pedí con la mirada que me lo pidiera otra vez sí y entonces me preguntó si quería sí decir sí mi flor de la montaña y al principio le estreché entre mis brazos sí y le apreté contra mí para que sintiera mis pechos todo perfume sí y su corazón parecía desbocado y sí dije sí quiero Sí.»

Trieste-Zúnch-París

1914-1921

blog 78

 

 

la bend. d la tierra

 

«(…)- Bueno, bueno, tengo tanto trabajo que no sé cómo voy a poder con todo. ¿Ves dónde estamos sentados, Sivert? Sobre las ruinas de un pueblo. Esto es algo que los seres humanos han levantado en contra de sí mismos. En el fondo, yo tengo la culpa de todo; o mejor dicho, he sido uno de los intermediarios en esta comedia del destino. Todo empezó cuando tu padre encontró en el monte esas piedrecitas que te dio para que jugaras. Así empezó. Yo sabía muy bien que el precio de esas piedras era el que los otros estuvieran dispuestos a pagar. Bien, yo les puse un precio y las compré. Luego esas piedras fueron pasando de mano en mano provocando grandes conflictos de intereses. Transcurrió el tiempo, y hace unos días me presenté aquí, y, ¿sabes a qué vine? ¡Pues justo vine a comprar esas piedras que antes había vendido!

– Geissler calla y mira a Sivert. De repente el hombre ve el saco y pregunta:

– ¿Qué llevas ahí?

– Mercancía –contesta Sivert-. Vamos a bajar al pueblo a venderla.

Tal vez la respuesta no interesa a Geissler, o tal vez no la ha oído, pues prosigue:

– De modo que venido a comprar las piedras que vendí. La última vez dejé la transacción a un joven de tu edad. Él es el rayo de la familia; yo soy la niebla. Soy de los que saben qué es lo correcto y hacen justo lo contrario. En cambio él es el rayo, por el momento presta sus servicios a la industria. Fue él quién vendió en mi nombre la última vez. Yo soy algo, él no, sólo es el rayo, el hombre veloz de nuestro tiempo. Pero el rayo es como tal estéril. Pensemos en vosotros, la gente de Sellanrá: vosotros contempláis todos los días las mismas montañas azules; no son artificios, sino antiguas montañas profundamente arraigadas en el pasado, y son vuestras amigas. El cielo y la tierra os acompañan en vuestros quehaceres y os fundís con ellos, os fundís con todo esto tan extenso y enraizado. No necesitáis empuñar una espada, pasáis por la vida sin cubriros la cabeza ni las manos, prodigando una gran bondad. ¡Mira, ahí está la naturaleza, os pertenece a ti y a los tuyos! El hombre y la naturaleza no se perjudican el uno al otro, sino que se dan la razón; no compiten, no persiguen nada: se acompañan. En medio de todo eso vivís la gente de Sellanrá. Las montañas, el bosque, las ciénagas, los prados, el cielo y las estrellas no son mezquinos ni comedidos, sino inmensos y pródigos. Escúchame bien, Sivert: ¡puedes estar satisfecho! Tenéis todo lo que necesitáis para vivir, todo por lo que vivir, todo en lo que creer; nacéis y engendráis, vosotros sí que sois imprescindibles. No todo el mundo lo es, pero vosotros sí: los imprescindibles de la Tierra. Sois los que mantenéis la vida. Existís de generación en generación, producís, y cuando morís, vuestra descendencia os sucede. Eso significa la eternidad. ¿Y qué recibís a cambio? Una vida recta, una vida poderosa, una vida marcada por una actitud candorosa y cabal. Y eso no es todo: a la gente de Sellanrá nada ni nadie os subyuga ni os gobierna, tenéis serenidad y autoridad, vivís rodeados de una gran bondad. Eso es lo que obtenéis a cambio. Reposáis como el bebé que mama del pecho de su madre mientras juguetea con su cálida mano. Pienso en tu padre; él es uno de los treinta y dos mil. Y los demás, ¿qué somos? Yo soy algo, soy la niebla, me muevo de acá para allá errando, a veces soy la lluvia que cae donde más falta hace. ¿y el resto? Mi hijo es el rayo, que no es nada, un resplandor estéril, aunque sabe actuar. Mi hijo es también hijo de esta época que nos ha tocado vivir, cree a pies juntillas lo que su tiempo le ha enseñado, en lo que el judío y el yanqui le han enseñado; yo sacudo la cabeza, pero no soy nada misterioso, sólo en mi familia soy la niebla. De nuevo sacudo la cabeza. Lo que pasa es que no sé actuar sin remordimientos. Si hubiera tenido esa capacidad, yo también podría ser el rayo. En cambio soy la niebla. De pronto es como si Geissler volviera en sí y pregunta:

– ¿Habéis levantado ya el granero sobre el establo de piedra?

– Sí, y mi padre ha construido otra pequeña casa.

– ¿Otra casa?

– Por si viene alguien –contesta Sivert-. Por si Geissler nos visita –añade.

Geissler queda meditando.

– Entonces tendré que ir –declara finalmente-. Pues sí, iré, díselo a tu padre. El caso es que tengo tantos asuntos… Acabo de presentarme aquí y le he dicho al ingeniero: <Salude a los señores de Suecia de mi parte y dígales que quiero comprar>. Ya veremos qué pasa. A mí me da igual, no tengo prisa. Deberías haber visto a ese ingeniero, cuánto se ha esforzado con hombres, caballos, dinero, máquinas y todas esas locuras, creyendo que estaba haciendo lo correcto. Cuanta más piedra llegue a convertir en dinero, mejor; considera que su trabajo es encomiable, pues consigue dinero para el pueblo, para el país; claro que con él todo se acerca cada vez más al desastre, pero él no lo ve así. Lo que necesita el país no es dinero, el país tiene dinero de sobra; lo que no sobra son hombres como tu padre. ¡Imagínate, convertir el medio en fin y encima enorgullecerse de ello! Están enfermos y locos, no conocen el arado; sólo conocen el dado. ¡Qué admirables, cómo se destruyen en su locura! ¡Míralos, apuestan el todo por el todo! Lo que ocurre es que ese juego no se llama arrogancia, ni siquiera coraje; se llama miedo. ¿Sabes qué es ese juego? Es el miedo que cubre de sudor la frente, ni más ni menos. El error que cometen es no adaptarse al ritmo de la vida, sino querer ir más deprisa, adelantarse, introducirse en la vida como una cuña. Pero luego se les encorva la espalda: ¡alto ahí, algo cruje, busquen un remedio, eviten que avance la decadencia! Y luego la vida los aplasta gentil pero inflexiblemente. Y empieza el resentimiento contra la vida, la furia contra la vida. Cada cual a lo suyo. Algunos tendrán motivos para quejarse, otros no, pero nadie debería encolerizarse contra la vida. Nadie debería ser severo ni riguroso con ella, todos deberíamos mostrarnos misericordiosos y defenderla. ¡No olvidemos que clase de jugadores ha de soportar la vida!

Geissler vuelve de nuevo a la realidad y cambia de tono.

– ¡Dejémoslo estar! –Parece cansado, bosteza-. ¿Vas a bajar? –pregunta.

– Sí.

– No hay prisa. Me debes una larga excursión por el monte, mi pequeño Sivert. ¿Lo recuerdas? Yo sí que me acuerdo de todo. Recuerdo que cuando tenía dos años, un día que me estaba columpiando sobre el puente del granero de la granja Garmo de Lom me llegó cierto olor, un olor que sigue vivo en mi mente. Bueno, dejemos eso también. Si no fueras tan cargado podríamos haber hecho ahora esa excursión por el monte. ¿Qué llevas en el saco?

– Género. Mercancía que Andresen tiene la intención de vender.

– Literalmente, soy de los que saben qué es lo correcto y hacen justo lo contrario -añade Geissler-. Soy la niebla. Tal vez vuelva a comprar el monte un día de éstos, no es imposible, pero, si lo hago, no voy a andar mirando al cielo suspirando: <¡Teleférico! ¡Suramérica!> Eso lo dejaré para los jugadores. La gente de por aquí me considera el mismísimo diablo por saber que la quiebra era inminente. Pero no hay misterio en mí. Todo es muy sencillo: los nuevos yacimientos de cobre de Montana. Los yanquis son unos jugadores mucho más astutos que nosotros, nos aplastan con su competencia en Suramérica. Nuestro mineral es demasiado pobre. Mi hijo es el rayo, recibió una información, y yo llegué vagando errabundo. Así de sencillo. Llegué unas horas antes que los señores de Suecia, ni más ni menos.

Geissler vuelve a bostezar y se levanta.

-¡Si vas a bajar, vámonos ya!»

 

Knut Hamsun

 

*Knut Hamsun, (fotografía) congració con el nacismo en los últimos años de su vida, cómo otro ciego cualquiera, gesto que no debiera empañar, a los ojos del lector y en beneficio del arte, su obra. Juzgue cada quien.

 

Tom King rebañó el plato con el último trozo de pan para recoger la última partícula de gachas, y masticó aquel bocado final lentamente y con semblante pensativo. Cuando se levantó de la mesa, le embargaba una inconfundible sensación de hambre. Él era el único que había cenado. Los dos niños estaban acostados en la habitación contigua. Los habían llevado a la cama antes que otros días para que el sueño no les dejara pensar en que se habían ido a dormir sin probar bocado.

La esposa de Tom King no había cenado tampoco. Se había sentado frente a él y lo observaba en silencio, con mirada solícita. Era una mujer de clase humilde, flaca y agotada por el trabajo, pero cuyas facciones conservaban restos de una antigua belleza. La vecina del piso de enfrente le había prestado la harina para las gachas. Los dos medio peniques que le quedaban los había invertido en pan.

Tom King se sentó junto a la ventana, en una silla desvencijada que crujió al recibir su peso. Con un movimiento maquinal, se llevó la pipa a la boca e introdujo la mano en el bolsillo de la chaqueta. Al no encontrar tabaco, se dio cuenta de su distracción y, lanzando un gruñido de contrariedad, se guardó la pipa. Sus movimientos eran lentos y premiosos, como si el extraordinario volumen de sus músculos le abrumara. Era un hombre macizo, de rostro impasible y aspecto nada simpático. Llevaba un traje viejo y lleno de arrugas, y sus destrozados zapatos eran demasiado endebles para soportar el peso de las gruesas suelas que les había puesto él mismo hacía ya bastante tiempo. Su camisa de algodón (un modelo de no más de dos chelines) tenía el cuello deshilachado y unas manchas de pintura que no se quitaban con nada.

Bastaba verle la cara a Tom King para comprender cuál era su profesión. Aquel rostro era el típico del boxeador, del hombre que ha pasado muchos años en el cuadrilátero y que, a causa de ello, ha desarrollado y subrayado en sus facciones los rasgos característicos del animal de lucha. Era una fisonomía que intimidaba, y para que ninguno de aquellos rasgos pasara inadvertido iba perfectamente rasurado. Sus labios informes, de expresión extremadamente dura, daban la impresión de una cuchillada que atravesara su rostro. Su mandíbula inferior era maciza, agresiva, brutal. Sus ojos, de perezosos movimientos y dotados de gruesos párpados, apenas tenían expresión bajo sus tupidas y aplastadas cejas. Estos ojos, lo más bestial de su semblante, realzaban el aspecto de brutalidad del conjunto. Parecían los ojos soñolientos de un león o de cualquier otro animal de presa. La frente hundida y angosta lindaba con un cabello que, cortado al cero, mostraba todas las protuberancias de aquella cabeza monstruosa. Una nariz rota por dos partes y aplastada a fuerza de golpes, y una oreja deforme, que había crecido hasta adquirir el doble de su tamaño y que hacía pensar en una coliflor, completaban el cuadro. Y en cuanto a su barba, aunque recién afeitada, apuntaba bajo la piel, dando a su tez un tono azulado negruzco.

Si bien aquella fisonomía era la de uno de esos hombres con los que no deseamos encontrarnos a solas en un callejón oscuro o en un lugar apartado, Tom King no era un criminal ni había cometido nunca una mala acción. Dejando aparte las reyertas en que se había visto mezclado y que eran cosa corriente en los medios que frecuentaba, no había hecho daño a nadie. No se le consideraba un pendenciero. Era un profesional de la contienda y reservaba toda su combatividad para sus apariciones en el ring. Fuera del tablado, era un hombre bonachón, de movimientos tardos, y en su juventud, cuando ganaba el dinero a espuertas, había sido, no ya generoso, sino despilfarrador. Para él el boxeo era un negocio. Cuando estaba en el cuadrilátero, pegaba con intención de hacer daño, de lesionar, de destruir; pero no había animosidad en sus golpes: era una simple cuestión de intereses. El público acudía y pagaba para ver cómo dos hombres se vapuleaban hasta que uno de ellos quedaba inconsciente. El vencedor se quedaba con la parte del león de la bolsa. Hacía veinte años, cuando Tom King se enfrentó con el «Salta Ojos», de Woolloomoolloo, sabía que la mandíbula de su contrincante sólo estaba firme desde hacía cuatro meses, pues anteriormente se la habían partido en un combate celebrado en Newcastle. Por eso dirigió todos sus golpes contra ella, y consiguió fracturarla nuevamente en el noveno asalto. No lo movía ningún resentimiento contra su adversario: procedió así porque era el medio más seguro de dejar fuera de combate a aquel hombre y, de este modo, ganar la mayor parte de la bolsa ofrecida. En cuanto al «Salta Ojos», no le guardó rencor alguno. Ambos sabían que así era el boxeo, y había que atenerse a sus reglas.

Tom King no era nada hablador. En aquel momento en que permanecía sentado junto a la ventana, se hallaba sumido en un huraño silencio, mientras se miraba las manos. En el dorso de ellas se destacaban las venas gruesas e hinchadas. El aspecto de los nudillos, aplastados, estropeados, deformes, atestiguaba el empleo que había hecho de ellos. Tom no había oído decir nunca que la vida de un hombre dependía de sus arterias, pero sabía muy bien lo que significaban aquellas venas prominentes, dilatadas. Su corazón había hecho correr demasiada sangre por ellas a una presión excesiva. Ya no funcionaban bien. Habían perdido la elasticidad, y su distensión había acabado con su antigua resistencia. Ahora se fatigaba fácilmente. Ya no podía resistir un combate a veinte asaltos con el ritmo acelerado de antes, con fuerza y violencia sostenidas, luchando infatigablemente desde que sonaba el gong, acosando sin cesar a su adversario, retrocediendo hasta las cuerdas o llevando a su oponente hacia ellas, recibiendo golpes y devolviéndolos. Ya no multiplicaba su acometividad y la rapidez de sus golpes en el vigésimo y último asalto, levantando al público de sus asientos y provocando sus aclamaciones, cuando él acometía, pegaba, esquivaba, hacía caer una lluvia de golpes sobre su adversario y recibía otra igual mientras su corazón no dejaba de enviar, con impetuosa fidelidad, sangre a sus venas jóvenes y elásticas. Sus arterias, dilatadas durante el combate, se encogían de nuevo, pero no del todo; al principio, esta diferencia era imperceptible, pero cada vez quedaban un poco más distendidas que la anterior. Se contempló las venas y los estropeados nudillos. Por un momento le pareció ver los magníficos puños que tenía en su juventud, antes de romperse el primer nudillo contra la cabeza de Benny Jones, apodado el «Terror de Gales».

J. London Knock out 4

Experimentó de nuevo la sensación de hambre.

-¡Lo que daría yo por un buen bistec! -murmuró, cerrando sus enormes puños y lanzando un juramento en voz baja.

-He ido a la carnicería de Burke y luego a la de Sawley -dijo la mujer en son de disculpa.

-¿Y no te quisieron fiar?

-Ni medio penique. Burke me dijo que…

Vacilaba, no se atrevía a seguir.

-¡Vamos! ¿Qué dijo?

-Que como esta noche Sandel te zurraría de lo lindo, no quería aumentar tu cuenta, ya es bastante crecida.

Tom King lanzó un gruñido por toda respuesta. Se acordaba del bulldog que tuvo en su juventud, al que echaba continuamente bistecs crudos. En aquella época, Burke le habría concedido crédito para mil bistecs. Pero los tiempos cambian. Tom King estaba envejecido, y un viejo que tenía que enfrentarse con un boxeador joven en un club de segunda categoría, no podía esperar que ningún comerciante le fiase.

Aquella mañana se había levantado con el deseo de comer un bistec, y aquel deseo no lo había abandonado. No había podido entrenarse debidamente para aquel combate. En Australia el año había sido de sequía y los tiempos eran difíciles. Había dificultades para encontrar trabajo, fuera de la índole que fuere. No había tenido sparring, no siempre había comido los alimentos debidos y en la cantidad necesaria. Había trabajado varios días como peón en una obra, y algunas mañanas había corrido para hacer piernas. Pero era difícil entrenarse sin compañero y teniendo que atender a las necesidades de una esposa y dos hijos. Cuando se anunció su combate con Sandel, los tenderos apenas le concedieron un poco más de crédito. El secretario del Gayety Club le adelantó tres libras -la cantidad que percibiría si perdía el combate-, y se negó a darle un céntimo más. De vez en cuando consiguió que sus antiguos compañeros le prestasen unos centavos, pero no pudieron prestarle más, porque corrían malos tiempos y ellos también pasaban sus apuros. En resumen, que era inútil tratar de ocultarse que no estaba debidamente preparado para la pelea. Le había faltado comida y le habían sobrado preocupaciones. Además, ponerse «en forma» no es tan fácil para un hombre de cuarenta años como para otro de veinte.

-¿Qué hora es, Lizzie? – preguntó.

Su mujer fue a preguntarlo a la vecina y, al regresar, le dio la respuesta.

-Las ocho menos cuarto.

-El primer match empezará dentro de unos minutos -observó Tom-. No es más que un combate de prueba. Después hay un encuentro a cuatro asaltos entre Dealer Wells y Gridley, y luego uno a diez asaltos entre Starlight y un marinero. Yo aún tengo para una hora.

Otros diez minutos de silencio y Tom se puso en pie.

-La verdad es, Lizzie, que no me he entrenado todo lo que debía.

Cogió el sombrero y se dirigió a la puerta. No le pasó por la mente besar a su mujer -nunca la besaba al marcharse-, pero aquella noche ella lo hizo por su cuenta y riesgo: le echó los brazos al cuello y lo obligó a inclinarse hacia su rostro. Se veía menudita y frágil junto al macizo corpachón de su marido.

-Buena suerte, Tom -le dijo-. Tienes que ganar.

-Sí, tengo que ganar -repitió él-. Ni más ni menos.

Se echó a reír, tratando de mostrarse despreocupado, mientras ella se apretaba más contra él. Tom contempló la desnuda estancia por encima del hombro de su esposa. Aquel cuartucho, del que debía varios meses de alquiler, era, con Lizzie y los niños, cuanto tenía en el mundo. Y aquella noche salía en busca de comida para su hembra y sus cachorros, no como el obrero de hoy que va a la fábrica, sino al estilo antiguo, primitivo, arrogante y animal de las bestias de presa.

-Tengo que ganar -volvió a decir a su esposa, esta vez con un rictus de desesperación-. Si gano, son treinta libras, con lo que podré pagar todas las deudas y, además, verme un buen sobrante en el bolsillo. Si pierdo, no me darán nada, ni un penique para tomar el tranvía de vuelta, pues el secretario ya me ha dado todo lo que me correspondería en caso de perder. Adiós, mujercita. Si gano, volveré inmediatamente.

-Te espero -dijo ella cuando Tom estaba ya en el rellano.

Había más de tres kilómetros hasta el Gayety y, mientras los recorría, recordó sus días de triunfo, cuando era el campeón de pesos pesados de Nueva Gales del Sur. Entonces habría tomado un coche de punto para ir al combate, y con toda seguridad alguno de sus admiradores se habría empeñado en pagar el coche para tener el privilegio de acompañarlo. Entre estos admiradores se contaban Tommy Burns y el yanqui Jack Johnson, que poseían automóvil propio. ¡Y ahora tenía que ir a pie! Como todo el mundo sabe, una marcha de tres kilómetros no es la mejor preparación para un combate. Él era un viejo para el pugilismo, y el mundo no trata bien a los viejos. Él sólo servía ya para picar piedra, e incluso para esto era un obstáculo su nariz rota y su oreja hinchada. Ojalá hubiera aprendido un oficio. A la larga, habría sido mejor. Pero nadie se lo había enseñado. Por otra parte, una voz interior le decía que él no habría prestado atención si alguien hubiera tratado de enseñárselo. Su vida fue demasiado fácil. Ganó mucho dinero. Tuvo combates duros y magníficos, separados por períodos de descanso y holgazanería. Estuvo rodeado de aduladores que se desvivían por acompañarle, por darle palmadas en la espalda, por estrecharle la mano; de petimetres que lo invitaban a beber para tener el privilegio de charlar con él cinco minutos. Además, ¡aquellos magníficos combates ante un público delirante de entusiasmo! ¡Y aquel último asalto en que se lanzaba a fondo como un torbellino y el árbitro lo proclamaba vencedor! ¡Y leer su nombre en las secciones deportivas de todos los periódicos al día siguiente…!

¡Ah, qué tiempos aquéllos! Pero, de pronto, su mente tarda y premiosa comprendió que en aquellos lejanos días él dejaba fuera de combate a los viejos. Él era entonces la juventud que despuntaba, y sus adversarios la vejez que decaía. Era natural que resultara fácil para él: ellos tenían las venas hinchadas, los nudillos rotos y los huesos desvencijados por una larga serie de combates. Recordaba el día en que «noqueó» al maduro Stowsher Bill en Rush-Cutters Bay al decimoctavo asalto y luego lo vio llorando en los vestuarios, llorando como un niño. Acaso el viejo Bill debía también varios meses de alquiler, y acaso lo esperaban en su casa su mujer y sus hijos. ¡Y quién sabe si aquel mismo día, el del combate, había sentido el deseo de comerse un buen bistec! Bill combatió valientemente, recibiendo a pie firme una soberana paliza. Ahora que él pasaba el mismo calvario, comprendía que aquella noche de hacía veinte años Bill luchó por algo más importante que su adversario, el joven Tom King, que sólo trataba de ganar dinero y gloria fácilmente. No era extraño que Stowsher Bill hubiese llorado en los vestuarios amargamente después del combate.

No cabía duda de que cada púgil podía soportar un número limitado de combates. Era una ley inflexible del boxeo. Unos podían librar cien encuentros durísimos, otros sólo veinte. Cada cual, según sus dotes físicas, podía subir al ring tantas o cuantas veces. Después, quedaba al margen.

Él se había pasado de la raya, había librado más combates encarnizados de los que debía, encuentros en que el corazón y los pulmones parecía que iban a estallar; contiendas que hacían perder elasticidad a las arterias y convertían un cuerpo esbelto y juvenil en un montón de músculos nudosos; combates que desgastaban los nervios y los músculos, el cerebro y los huesos, por obra del esfuerzo. Sí, él había resistido más que nadie. No quedaba ya ni uno solo de sus antiguos compañeros. Él era el último de la vieja guardia. Había visto cómo iban cayendo todos y había contribuido a poner punto final a la carrera de algunos de ellos.

Lo opusieron a los boxeadores ya viejos y él los fue liquidando uno tras otro. Y después, cuando los veía llorar en los vestuarios, como había llorado el viejo Stowsher Bill, se reía. Pero ahora el viejo era él, y a su vez tenía que enfrentarse con los jóvenes. Con Sandel, por ejemplo. Había llegado de Nueva Zelanda precedido de un brillante historial. Pero como en Australia aún era un desconocido, se acordó enfrentarlo con el viejo Tom King. Si Sandel hacía un buen combate, se le opondrían mejores púgiles y las bolsas serían más crecidas. Así, pues, era de esperar que luchara como un demonio. Aquel combate era decisivo para él, ya que si ganaba tendría dinero, cobraría nombre y habría dado el primer paso de una brillante carrera. Tom King no era para él más que el muro viejo que le cerraba el paso a la fama y la fortuna. En cambio, a lo único que Tom King podía aspirar era a recibir treinta libras, que le servirían para pagar al dueño de la casa y a los tenderos. Y mientras cavilaba así, Tom King vio alzarse ante sus ojos hinchados el cuadro de la juventud triunfadora, exuberante e invencible, de músculos suaves y piel sedosa, de corazón y pulmones que no sabían lo que era el cansancio y se reían del jadeo de los viejos. Los jóvenes destruían a los viejos sin pensar que, al hacerlo, se destruían a sí mismos, dilatando sus arterias y aplastando sus nudillos, para ser, al fin, aniquilados por una nueva generación de jóvenes. Pues la juventud ha de ser siempre joven.

Al llegar a la calle de Castlereagh dobló a la izquierda y, después de recorrer tres manzanas, llegó al Gayety. Una multitud de golfillos apiñados frente a la puerta se apartaron respetuosamente al verle y oyó que decían:

-¡Es Tom King!

Una vez dentro, cuando se dirigía a los vestuarios, encontró al secretario, un joven de mirada viva y expresión astuta, que le estrechó la mano.

-¿Cómo te encuentras, Tom? – le preguntó.

-Estupendamente -respondió King, a sabiendas de que mentía y de que le hacía tanta falta un buen bistec, que si tuviera una libra la daría a cambio de él sin vacilar.

Cuando salió de los vestuarios, seguido por sus segundos, y se dirigió al cuadrilátero, que se alzaba en el centro de la sala, estalló una tempestad de aplausos y vítores en el público. Él respondió saludando a derecha e izquierda, aunque conocía muy pocas de aquellas caras. En su mayoría, eran muchachos que aún tenían que nacer cuando él cosechaba sus primeros laureles en el ring. Saltó con ligereza a la alta plataforma y, después de pasar entre las cuerdas, se dirigió a su ángulo y se sentó en un taburete plegable. Jack Ball, el árbitro, se acercó a él para estrecharle la mano. Ball era un boxeador fracasado que desde hacía diez años no pisaba el ring como púgil. King se alegró de tenerlo por árbitro. Ambos eran veteranos. Si él apretaba las tuercas a Sandel algo más de lo que permitía el reglamento, sabía que Ball haría la vista gorda.

Subieron al tablado, uno tras otro, varios jóvenes aspirantes a la categoría de pesos pesados, y el árbitro los fue presentando sucesivamente al público. Asimismo, expuso sus carteles de desafío.

-Young Pronto -anunció Ball-, de Sidney del Norte, reta al ganador por cincuenta libras.

El público aplaudió y los aplausos se renovaron cuando Sandel trepó ágilmente al ring y fue a sentarse en su rincón. Tom King, desde el ángulo opuesto, lo miró con curiosidad, pensando que minutos después ambos estarían enzarzados en implacable combate, y pondrían todo su empeño en noquearse. Pero apenas pudo ver nada, pues Sandel llevaba, como él, un mono de entrenamiento sobre su calzón corto de pugilista. Su cara era muy atractiva. Estaba coronada por un mechón rizado de pelo rubio, y su cuello grueso y musculoso anunciaba un cuerpo de atleta verdaderamente magnífico.

Young Pronto se dirigió sucesivamente a los dos ángulos y, después de estrechar las manos a los boxeadores, salió del ring. Continuaron los desafíos. Un joven tras otro pasaba entre las cuerdas. Aquellos muchachos desconocidos pero ambiciosos estaban convencidos, y así lo pregonaban, de que con su fuerza y destreza eran capaces de medirse con el vencedor. Unos años antes, cuando su carrera se hallaba en su apogeo y él se consideraba invencible, aquellos preliminares hubieran divertido y aburrido a Tom King. Pero a la sazón los contemplaba fascinado, incapaz de apartar de sus ojos la visión de la juventud. Siempre existirían aquellos jóvenes que subían al ring, y saltaban por las cuerdas para lanzar su reto a los cuatro vientos; y siempre tendrían que caer ante ellos los boxeadores gastados. Ascendían hacia el éxito trepando sobre los cuerpos de los viejos púgiles. Y continuaban afluyendo en número creciente, como una oleada de juventud incontenible que arrollaba a los viejos, para envejecer a su vez y seguir el camino descendente, a impulsos de la juventud eterna, de los nuevos mozos que desarrollaban sus músculos y derribaban a sus mayores, mientras tras ellos se formaba una nueva masa de jóvenes. Y así ocurriría hasta el fin de los tiempos, pues aquella juventud voluntariosa era algo inseparable de la humanidad.

King dirigió una mirada al palco de la prensa y saludó con un movimiento de cabeza a Morgan, del Sportsman, y a Corbett, del Referee. Luego tendió las manos para que Sid Sullivan y Charles Bates, sus segundos, le pusieran los guantes y se los atasen fuertemente, bajo la atenta fiscalización de uno de los segundos de Sandel, que ya había examinado con ojo crítico las vendas que cubrían los nudillos de King. Uno de los segundos de Tom cumplía la misma misión en el ángulo ocupado por Sandel. Este levantó las piernas para que le despojasen de los pantalones del mono y luego se levantó para que acabaran de quitarle la prenda por la cabeza. Tom King vio entonces ante sí una encarnación de la juventud, un pecho ancho y desbordante de vigor, unos músculos elásticos que se movían como seres vivos bajo la piel blanca y satinada. Todo aquel cuerpo estaba pletórico de vida, de una vida que aún no había dejado escapar nada de ella por los doloridos poros en los largos combates en que la juventud ha de pagar su tributo, dejando algo de ella misma en los tablados.

Los dos púgiles avanzaron hacia el centro del cuadrilátero y cuando los segundos saltaron por las cuerdas, llevándose los taburetes plegables, ellos simularon estrecharse las manos enguantadas e inmediatamente se pusieron en guardia. Acto seguido, como un mecanismo de acero puesto en marcha por un fino resorte, Sandel se lanzó al ataque. Asestó a Tom un gancho de izquierda al entrecejo y un derechazo a las costillas. Luego, entre fintas y sin cesar de saltar sobre las puntas de los pies, se alejó ligeramente de su contrincante para volverse a acercar en seguida, ágil y agresivo. Era un boxeador rápido e inteligente, que había iniciado la pelea con una espectacular exhibición. El público vociferaba entusiasmado. Pero King no se dejó impresionar. Había librado demasiados encuentros y había visto a demasiados jóvenes. Supo apreciar el verdadero valor de aquellos golpes: eran demasiado rápidos y hábiles para ser peligrosos. Evidentemente, Sandel trataba de forzar el curso del combate desde el comienzo. No le sorprendió. Esto era muy propio de la juventud, inclinada a malgastar sus espléndidas facultades en furiosos ataques y locas acometidas, alentada por un ilimitado deseo de gloria que redoblaba sus fuerzas.

J. London Knock out 3

Sandel atacaba, retrocedía, estaba aquí y allá, en todas partes. Con pies ligeros y corazón vehemente, deslumbrante con su carne blanca y sus potentes músculos, tejía un ataque maravilloso, saltando y deslizándose como una ardilla, eslabonando mil movimientos ofensivos, todos ellos encaminados a la destrucción de Tom King, del hombre que se alzaba entre él y la fortuna. Y Tom King soportaba pacientemente el chaparrón. Conocía su oficio y sabía cómo era la juventud, ahora que la había perdido. Se dijo que tenía que esperar a que su oponente fuese perdiendo fogosidad, y sonrió para sus adentros mientras se agachaba para parar un fuerte directo con la base del cráneo. Era una argucia innoble, pero correcta, según el reglamento del pugilismo. El boxeador tenía que velar por sus nudillos y, si se empeñaba en golpear a su adversario en la cabeza, allá él. King podía haberse agachado más para que el golpe no lo alcanzara, pero se acordó de sus primeros encuentros y de cómo se partió por primera vez un nudillo contra la cabeza del «Terror de Gales». Aun ajustándose a las reglas del juego, al agacharse había atentado contra los nudillos de Sandel. De momento, éste no lo notaría. Seguro de sí mismo e indiferente, seguiría propinando golpes con la misma fuerza durante todo el combate. Pero, andando el tiempo, cuando en su historial tuviera muchos encuentros, el nudillo lesionado se resentiría, y entonces él, volviendo la vista atrás, recordaría el potente golpe asestado a la cabeza de Tom King.

El primer asalto lo ganó Sandel por puntos. El joven boxeador mantuvo a la sala en vilo con sus fulminantes arremetidas. Lanzó sobre King un verdadero diluvio de golpes, y King no devolvió ni uno solo: se limitó a cubrirse, mantener una guardia cerrada, esquivar y llegar a veces al cuerpo a cuerpo para eludir el castigo. De vez en cuando hacía alguna finta, movía la cabeza cuando encajaba un directo, e iba evolucionando imperturbable por el ring, sin saltar ni bailar para no malgastar ni un átomo de energías. Debía dejar que Sandel desahogara el ardor de su juventud y sólo entonces replicarle, pues no debía olvidar sus cuarenta años.

Los movimientos de King eran lentos y metódicos. Sus ojos, casi inmóviles bajo los gruesos párpados, le daban el aspecto de un hombre adormilado y aturdido. Sin embargo, no se le escapaba ningún detalle: su experiencia de más de veinte años le permitía verlo todo.

Sus ojos no pestañeaban ni se desviaban al recibir un golpe, porque así podían ver y medir mejor las distancias.

Cuando, al terminar el asalto, fue a sentarse en su rincón para descansar, se recostó con las piernas extendidas y apoyó los brazos en el ángulo recto que formaban las cuerdas. Entonces su pecho y su abdomen empezaron a subir y a bajar en profundas aspiraciones, mientras le acariciaban el rostro el aire de las toallas con que le abanicaban sus segundos.

Con los ojos cerrados, Tom King escuchaba el clamoreo del público.

-¿Por qué no luchas, Tom? -le gritaron- ¿Es que tienes miedo?

-Le pesan los músculos -oyó que comentaba un espectador de primera fila-. No puede moverse con más rapidez. ¡Dos libras contra una a favor de Sandel!

Sonó el gong y los dos púgiles abandonaron sus rincones. Sandel recorrió tres cuartas partes del cuadrilátero, ansioso de reanudar la contienda. King apenas se apartó de su rincón. Esto formaba parte de su plan de ahorro de fuerzas. No había podido entrenarse como era debido, no había comido lo suficiente, y el menor movimiento innecesario tenía su importancia. Además, había que tener en cuenta que había recorrido a pie más de tres kilómetros antes de subir al ring. Aquel asalto fue una repetición del primero: Sandel atacaba en tromba y el público, indignado, abucheaba a King al ver que no combatía. Aparte algunas fintas y varios golpes lentos e ineficaces, se limitaba a mantener una guardia cerrada, parar golpes y agarrarse al adversario. Sandel deseaba acelerar el ritmo del combate, y King, hombre de experiencia, se negaba a secundarlo. En su rostro deformado por los golpes había una melancólica sonrisa, y Tom seguía economizando fuerzas celosamente, como sólo puede hacerlo un boxeador maduro. Sandel era joven y derrochaba sus energías con la prodigalidad propia de su juventud. El generalato del ring correspondía a Tom, y suya era también la sabiduría cosechada a costa de largos y dolorosos combates. Observaba a su adversario con mirada fría y ánimo sereno, moviéndose lentamente, en espera de que se agotara el ardor de Sandel. Para la mayoría de espectadores, aquello era buena prueba de que King era incapaz de medirse con su joven adversario, opinión que expresaban en voz alta, apostando a razón de tres a uno a favor de Sandel. Pero aún quedaban algunos espectadores prudentes que conocían a King desde hacía años y aceptaban estas ofertas, con grandes esperanzas de ganar.

El tercer asalto comenzó como los anteriores. Sandel llevaba la iniciativa y castigaba duramente a su adversario. Pero, cuando aún no había transcurrido medio minuto, el joven, excesivamente confiado, se olvidó de cubrirse, y los ojos de King centellearon a la vez que su brazo derecho se lanzaba como un rayo hacia adelante. Fue su primer golpe de verdad: un gancho reforzado, no sólo por el hábil movimiento del brazo, sino por el peso de todo el cuerpo. El león adormecido acababa de lanzar un imprevisto zarpazo. Sandel, tocado en un lado de la mandíbula, cayó como un buey abatido por el matarife. El público se quedó pasmado: algunos aplaudieron tímidamente, mientras por toda la sala corrían murmullos de admiración. ¡Caramba, caramba! King no tenía los músculos tan embotados como se creía, sino que era capaz de asestar verdaderos mazazos.

Sandel quedó casi inconsciente, hizo girar su cuerpo hasta ponerse de costado e intentó levantarse, pero, al oír los gritos de sus segundos que le aconsejaban esperar hasta el último instante, no acabó de ponerse en pie, sino que quedó con una rodilla en el suelo. El árbitro se inclinó hacia él y empezó a contar los segundos con voz estentórea junto a su oído. Cuando oyó decir «¡nueve!» Sandel se levantó con gesto agresivo y Tom King hubo de hacerle frente, mientras se lamentaba de no haberle dado el golpe un par de centímetros más cerca del mentón, pues entonces habría conseguido el fuera de combate y vuelto a casa con treinta libras para su mujer y sus hijos.

El asalto continuó hasta que se cumplieron los tres minutos reglamentarios. Sandel empezó a mirar con respeto a su oponente. Por su parte, King seguía moviéndose con lentitud y su mirada aparecía tan soñolienta como antes. Cuando el asalto estaba a punto de terminar, King se dio cuenta de ello al ver a los segundos agazapados junto al cuadrilátero. Estaban preparados para subir, pasando entre las cuerdas. Entonces llevó el combate hacia su rincón, y, cuando sonó el gong, pudo sentarse inmediatamente en el taburete que ya tenían preparado. En cambio, Sandel tuvo que cruzar de ángulo a ángulo todo el ring para llegar a su sitio. Esto era una pequeñez, pero muchas pequeñeces juntas pueden formar algo importante. Al verse obligado a dar aquellos pasos de más, Sandel perdió no sólo cierta cantidad de energía, sino una parte de los preciosos sesenta segundos de descanso. Al principio de cada asalto King salía perezosamente de su rincón, con lo que obligaba a su adversario a recorrer una distancia mayor, y cuando el asalto terminaba, King estaba en su sitio y podía sentarse inmediatamente.

Transcurrieron otros dos asaltos en los que King economizó sus fuerzas con toda parsimonia, mientras Sandel derrochaba energías. Los esfuerzos que el joven púgil hacía por imponer un ritmo más vivo a la lucha resultaron bastante enojosos para King, que hubo de encajar una parte bastante crecida del diluvio de golpes que cayó sobre él. Sin embargo, King mantuvo su deliberada lentitud, sin importarle el griterío de los jóvenes vehementes que querían verle pelear.

En el sexto asalto, Sandel volvió a tener un descuido, y la terrible derecha de Tom King lanzó un nuevo disparo contra su mandíbula. Otra vez contó el árbitro hasta nueve.

Al comenzar el séptimo asalto se vio claramente que el ardor de Sandel se había esfumado. El joven boxeador se percataba de que estaba librando el combate más duro de su carrera. Tom King era un boxeador gastado, pero el de más calidad que se le había opuesto hasta entonces; un boxeador maduro que no perdía la cabeza, que se defendía con extraordinaria habilidad, cuyos golpes eran verdaderos mazazos y que tenía un fuera de combate en cada puño. Pero Tom King no se atrevía a utilizar estos potentes puños demasiado, pues no se olvidaba de que tenía los nudillos lesionados y sabía que, para que pudieran resistir todo el combate, tenía que racionar los golpes prudentemente.

Mientras permanecía sentado en su rincón, mirando a su adversario, pensó que la unión de su experiencia y de la juventud de Sandel producirían un campeón mundial. Pero esta mezcla era imposible. Sandel no sería campeón del mundo. Le faltaba experiencia y ésta sólo podía obtenerse a costa de la juventud. Cuando Sandel tuviera experiencia, advertiría que había gastado su juventud para adquirirla.

King recurrió a todas las tretas y argucias. No desaprovechaba ocasión de agarrarse a su adversario y, cada vez que llegaba al cuerpo a cuerpo, clavaba con fuerza el hombro en las costillas de Sandel. En la teoría pugilística no había diferencia entre un hombro y un puño si con ambos podía hacerse el mismo daño, y el hombro aventajaba al puño en lo concerniente a la pérdida de energías. Asimismo, cuando se agarraban los dos púgiles, King descargaba todo el peso de su cuerpo sobre su contrincante y se resistía a soltarse. Esto obligaba al árbitro a intervenir para separarlos, en lo cual hallaba las mayores facilidades por parte de Sandel, que todavía no había aprendido a descansar de este modo. El joven no podía dejar de emplear sus magníficos brazos ni su lozana musculatura. Cuando King se aferraba a él, clavándole el hombro en las costillas e introduciendo la cabeza bajo su brazo izquierdo, Sandel le golpeaba el rostro pasando su brazo derecho por detrás de su espalda. Era un castigo espectacular que provocaba murmullos de admiración en el público, pero sin ninguna eficacia. Por el contrario, sólo servía para hacer perder energías a Sandel. Éste, incansable, no se daba cuenta de que todo tiene un límite. King sonreía y no se apartaba de su prudente táctica.

Sandel asestó un sonoro derechazo al cuerpo de King, que la masa de espectadores consideró como un rudo castigo, pero los pocos expertos que había en la sala percibieron el hábil movimiento del guante izquierdo de Tom, que tocó el bíceps de Sandel en el momento en que éste lanzaba el fuerte derechazo. Sandel repitió una y otra vez este golpe, consiguiendo que siempre llegara a su destino, pero nunca con eficacia, debido al ligero contragolpe de King.

En el noveno asalto, y en un solo minuto, Tom alcanzó con tres ganchos de derecha la mandíbula de Sandel, y las tres veces el corpachón del joven besó la lona y el árbitro hubo de contar hasta nueve. Sandel quedó aturdido y ligeramente conmocionado, pero conservaba las energías. Había perdido velocidad y economizaba sus fuerzas. Tenía el ceño fruncido, pero seguía contando con el arma más importante del boxeador: la juventud. El arma principal de King era la experiencia. Cuando empezó el declive de su vitalidad, cuando su vigor empezó a disminuir, lo reemplazó con la astucia, la sabiduría cosechada en mil combates y una escrupulosa economía de sus fuerzas. King no era el único que sabía eludir los movimientos superfluos, pero nadie como él poseía el arte de incitar al adversario a despilfarrar sus energías.

Una y otra vez, haciendo fintas con los pies, los puños y el cuerpo, siguió engañando a Sandel: obligándolo a saltar hacia atrás sin motivo, a esquivar golpes imaginarios, a lanzar inútiles contraataques. King descansaba, pero no daba descanso a su rival. Era la estrategia de un boxeador maduro.

Al iniciarse el décimo asalto, King detuvo las embestidas de Sandel con directos de izquierda a la cara, y Sandel, que ahora procedía con cautela, respondió esgrimiendo su izquierda, para bajarla en seguida, mientras lanzaba un gancho de derecha a la cara de Tom King. El golpe fue demasiado alto para resultar decisivo, pero King notó que ese negro velo de inconsciencia tan conocido por los boxeadores se extendía sobre su mente. Durante una fracción casi inapreciable de tiempo, Tom dejó de luchar. Momentáneamente, desaparecieron de su vista su adversario y el telón de fondo formado por las caras blancas y expectantes del público…, pero sólo momentáneamente. Le pareció que abría los ojos tras un sueño fugaz. El intervalo de inconsciencia fue tan breve, que no tuvo tiempo de caer. El público sólo lo vio vacilar y doblar las rodillas. Inmediatamente, Tom King se recuperó y ocultó más su barbilla en el refugio que le ofrecía su hombro izquierdo.

Sandel repitió varias veces este golpe, aturdiendo parcialmente a King. Pero el experto boxeador consiguió elaborar su defensa, que fue también una forma de contraatacar. Retrocediendo ligeramente sin dejar de hacer fintas con el brazo izquierdo, lanzó a Sandel un uppercut con toda la potencia de su puño derecho. Lo calculó con tanta precisión, que consiguió alcanzar de pleno la cara de Sandel cuando éste se agachaba haciendo un regate. El joven, levantado en vilo, cayó hacia atrás y fue a dar en la lona con la cabeza y la espalda. King repitió este golpe dos veces. Después dio rienda suelta a su acometividad y acorraló a su adversario contra las cuerdas, lanzando sobre él una lluvia de golpes. Sus puños funcionaron sin cesar hasta que el público, puesto en pie, le tributó una estruendosa salva de aplausos. Pero Sandel poseía una energía y una resistencia inagotables, y se mantenía en pie. Se mascaba el knock-out. Un capitán de policía, impresionado por el terrible castigo que recibía Sandel, se acercó al cuadrilátero para suspender el combate, pero en este preciso instante sonó el gong, señalando el fin del asalto, y Sandel regresó tambaleándose a su rincón, donde aseguró al capitán que estaba bien y conservaba las fuerzas. Para demostrarlo, dio un par de saltos, y el policía, convencido, volvió a sentarse.

Tom King, mientras descansaba en su rincón, jadeante, se decía, contrariado, que si el combate se hubiera suspendido, el árbitro se habría visto obligado a declararlo vencedor y la bolsa hubiera ido a parar a sus manos. A diferencia de Sandel, él no luchaba por la gloria ni para abrirse paso, sino para ganar treinta libras esterlinas. En aquel minuto de descanso, Sandel se recuperaría.

La juventud será servida… Esta frase cruzó como un relámpago por el cerebro de King. Se acordó también de la ocasión en que la oyó: fue la noche en que dejó fuera de combate a Stowsher Bill. El señorito que la había pronunciado tenía razón. Aquella noche, tan lejana ya, él encarnaba a la juventud. «Pero esta noche -se dijo- la juventud se sienta en el rincón de enfrente.» Ya llevaba media hora de pelea y los años le pesaban. Si hubiese luchado como Sandel, no hubiera resistido ni quince minutos. Lo peor era que no se recuperaba. Sus venas hinchadas y su corazón fatigado no le permitían recobrar las perdidas fuerzas en los descansos entre asalto y asalto. Las energías le faltarían ya desde el comienzo de los asaltos. Notaba las piernas pesadas y empezaba a sentir calambres. No debió haber hecho a pie aquellos tres kilómetros que mediaban desde su casa a la sala de deportes. Y para colmo de desdichas, aquel bistec que no se había podido comer aquella mañana y que tanto había deseado. Se despertó en él un odio terrible contra los carniceros que se habían negado a fiarle. Un hombre de sus años no podía boxear sin haber comido lo suficiente. ¿Qué era, al fin y al cabo, un bistec? Una insignificancia que valía unos cuantos peniques. Sin embargo, para él significaba treinta libras esterlinas.

Cuando el gong señaló el comienzo del undécimo asalto, Sandel se levantó impetuosamente, aparentando una gallardía que estaba muy lejos de poseer. King supo apreciar el justo valor de semejante actitud: se trataba de un farol tan antiguo como el mismo boxeo. Para no gastar fuerzas en balde, Tom se abrazó a su adversario. Luego, cuando lo soltó, permitió que el joven se pusiera en guardia. Esto era lo que King esperaba. Hizo una finta con la izquierda, consiguió que su contrincante se agachara para rehuirla, y al mismo tiempo le lanzó un gancho de derecha. Seguidamente King, retrocediendo un poco, asestó a Sandel un uppercut que lo alcanzó en plena cara y lo derribó. Después no le dio punto de reposo. Encajó mucho, pero pegó mucho más. Acorraló a Sandel contra las cuerdas mediante una serie de ganchos y con toda clase de golpes. Después de desprenderse de sus brazos, le impidió que lo volviera a abrazar, propinándole un directo cada vez que lo intentaba. Y cuando Sandel iba a caer, lo sostenía con una mano y lo golpeaba inmediatamente con la otra para arrojarlo contra las cuerdas, donde no le era posible desplomarse.

El público parecía haber enloquecido. Todos los espectadores, puestos en pie, lo animaban con sus gritos.

-¡Duro con él, Tom! ¡Ya es tuyo! ¡Lo tienes en el bolsillo!

Querían que el combate terminara con una lluvia de golpes irresistibles. Esto era lo que deseaban ver; para esto pagaban.

Y Tom King, que durante media hora había economizado sus fuerzas, las derrochó a manos llenas en lo que debía ser el esfuerzo final, un esfuerzo que no podría repetir. Era su única oportunidad. ¡Ahora o nunca! Las fuerzas lo abandonaban rápidamente, y todas sus esperanzas se cifraban en que, antes de que lo abandonasen del todo, habría conseguido que su adversario permaneciera tendido en la lona durante diez segundos. Y mientras seguía pegando y atacando, calculando fríamente la fuerza de sus golpes y el daño que causaban, comprendió lo difícil que era dejar a Sandel fuera de combate. La resistencia de aquel hombre, realmente extraordinaria, era la resistencia virgen de la juventud. Desde luego, Sandel tenía ante sí un futuro lleno de promesas. Él también lo tuvo. Todos los buenos boxeadores poseían el temple que demostraba Sandel.

Sandel retrocedía dando traspiés, perseguido por King, que empezaba a sentir calambres en las piernas y cuyos nudillos comenzaban a resentirse. Sin embargo, siguió asestando sus terribles golpes, sin detenerse ante el dolor que cada uno de ellos producía en sus manos, en sus pobres manos, viejas y torturadas. Aunque en aquellos momentos no recibía ninguna réplica de su adversario, King se debilitaba a toda prisa, de modo que pronto su estado igualaría el de Sandel. No fallaba un solo golpe, pero éstos ya no poseían la potencia de antes y cada uno de ellos suponía para Tom un esfuerzo extraordinario. Sus piernas parecían de plomo y se arrastraban visiblemente por el ring. Los partidarios de Sandel lo advirtieron y empezaron a dirigir gritos de aliento al joven boxeador.

Esto decidió a King a realizar un postrer esfuerzo y asestó dos golpes casi simultáneos: uno con la izquierda, dirigido al plexo solar y que resultó un poco alto, y otro con la derecha a la mandíbula. Estos golpes no fueron demasiado fuertes, pero Sandel estaba ya tan conmocionado, que cayó en la lona, donde quedó debatiéndose. El árbitro se inclinó sobre él y empezó a contarle al oído los segundos fatales. Si antes del décimo no se levantaba, habría perdido el combate. En la sala reinaba un silencio de muerte. King apenas se mantenía en pie sobre sus piernas temblorosas. Se había apoderado de él un mortal aturdimiento y, ante sus ojos, el mar de caras se movía y se balanceaba mientras a sus oídos llegaba, al parecer desde una distancia remotísima, la voz del árbitro que contaba los segundos. Pero consideraba el combate suyo. Era imposible que un hombre tan castigado pudiera levantarse.

J. London Knock out 2

Solamente la juventud se podía levantar… Y Sandel se levantó. Al cuarto segundo, dio media vuelta, quedando de bruces, y buscó a tientas las cuerdas. Al séptimo segundo ya había conseguido incorporarse hasta quedar sobre una rodilla, y descansó un momento en esta postura, mientras su aturdida cabeza se bamboleaba sobre sus hombros. Cuando el árbitro gritó «¡nueve!» Sandel se levantó del todo, adoptando la adecuada posición de guardia, cubriéndose la cara con el brazo izquierdo y el estómago con el derecho. Así defendía sus puntos vitales, mientras avanzaba agachado hacia King, con la esperanza de agarrarse a él para ganar más tiempo.

Tan pronto como Sandel se levantó, King se le echó encima, pero los dos golpes que le envió tropezaron con los brazos protectores. Acto seguido, Sandel se aferró a él desesperadamente, mientras el árbitro se esforzaba por separarlo, ayudado por King. Éste sabía con cuánta rapidez se recobraba la juventud y, al mismo tiempo, estaba seguro de que Sandel sería suyo si podía evitar que se repusiera. Un enérgico directo lo liquidaría. Tenía a Sandel en su poder, no cabía duda. Él había llevado la iniciativa del combate, había demostrado mayor experiencia que su contrincante, le llevaba ventaja de puntos. Sandel se desprendió del cuerpo de King, tambaleándose, vacilando entre la derrota y la supervivencia. Un buen golpe lo derribaría definitivamente, y, ante esta idea, Tom King, presa de súbita amargura, se acordó del bistec. ¡Ah, si lo hubiera tenido y contara con su fuerza para el golpe que iba a asestar! Concentró sus últimas energías en el golpe decisivo, pero éste no fue bastante fuerte ni bastante rápido. Sandel se tambaleó, pero no llegó a caer. Con paso vacilante, retrocedió hacia las cuerdas y se aferró a ellas. King, también tambaleándose, lo siguió y, experimentando un dolor indescriptible, le asestó un nuevo golpe. Pero las fuerzas lo habían abandonado. Únicamente le quedaba su inteligencia de luchador, turbia, oscurecida por el cansancio. Había dirigido el puño a la mandíbula, pero tropezó en el hombro. Su intención había sido darlo más alto, pero sus cansados músculos no lo obedecieron. Y, por efecto del impacto, el propio Tom King retrocedió, dando traspiés. Poco faltó para que cayera. De nuevo lo intentó. Esta vez su directo ni siquiera alcanzó a Sandel. Era tal su debilidad que cayó sobre el joven y se abrazó a su cuerpo, para no desplomarse definitivamente a sus pies.

King ya no hizo nada por separarse. Había puesto toda la carne en el asador: ya no podía hacer más. La juventud se había impuesto. Incluso en aquel abrazo notaba cómo Sandel iba recuperando sus fuerzas. Cuando el árbitro los separó, King vio claramente cómo se recobraba su joven adversario. Segundo a segundo, Sandel se iba mostrando más fuerte. Sus directos, débiles y vacilantes al principio, cobraron dureza y precisión. Los ofuscados ojos de Tom King vieron el guante que se acercaba a su mandíbula y se propuso protegerla alzando el brazo. Vio el peligro, deseó parar el golpe, pero el brazo le pesaba demasiado y no pudo: le pareció que tenía que levantar un quintal de plomo. El brazo no quería levantarse y él deseó con toda su alma levantarlo. El guante de Sandel ya le había llegado a la cara. Oyó un agudo chasquido semejante al de un chispazo eléctrico y el negro velo de la inconsciencia envolvió su mente.

Cuando abrió de nuevo los ojos, se encontró sentado en su rincón y oyó el clamoreo del público, semejante al rumor del oleaje de la playa de Bondi. Alguien le oprimía una esponja empapada contra la base del cráneo, y Sid Sullivan le rociaba la cara y el pecho con agua fría. Le habían quitado ya los guantes y Sandel, inclinado sobre él, le estrechaba la mano. No sintió rencor alguno hacia el hombre que lo había dejado fuera de combate, y le devolvió el apretón de manos tan cordialmente que sus nudillos se resintieron. Luego Sandel se dirigió al centro del cuadrilátero y el griterío del público se acalló para oírle decir que aceptaba el desafío de Young Pronto, y que proponía aumentar la apuesta a cien libras. King lo contemplaba, indiferente, mientras sus segundos secaban el agua que corría a raudales por su cuerpo, le pasaban una esponja por la cara y lo preparaban para abandonar el cuadrilátero. King sentía hambre; no era aquélla la sensación de hambre ordinaria, sino una gran debilidad, una serie de palpitaciones en la boca del estómago que repercutían en todo su cuerpo. Se acordó del momento en que había tenido ante él a Sandel tambaleándose, al borde del knock-out. ¡Ah, si hubiese tenido aquel bistec en el cuerpo! Entonces nada habría salvado a Sandel. Le había faltado sólo esto para asestar el golpe decisivo con eficacia. Había perdido por culpa de aquel bistec.

Sus segundos trataron de ayudarlo a pasar entre las cuerdas, pero él los apartó, se agachó y saltó solo al piso de la sala. Precedido por sus cuidadores, avanzó por el pasillo central abarrotado de público. Poco después, cuando salió de los vestuarios y se dirigió a la calle, se encontró con un muchacho que le dijo:

-¿Por qué no le pegaste de firme cuando lo tenías atontado?

-¡Vete al diablo! -le respondió Tom King mientras bajaba los escalones del portal.

Las puertas de la taberna de la esquina estaban abiertas de par en par. Tom King vio las luces cegadoras del local y las sonrientes camareras, y, entre el alegre tintineo de las monedas que saltaban en el mármol del mostrador, oyó diversas voces que comentaban el combate. Alguien lo llamó para invitarlo a una copa, pero él rechazó la invitación y siguió su camino.

No llevaba un céntimo encima. Los tres kilómetros que lo separaban de su casa le parecieron muy largos. Era evidente que envejecía. Cuando cruzaba el Dominio, se dejó caer de pronto en un banco. La idea de que su mujer estaría esperándolo, ansiosa de saber cómo había terminado el encuentro, lo sumió en una angustiosa desesperación. Esto era peor que un knock-out: no se sentía con fuerzas para mirarla a la cara.

Estaba desfallecido y amargado. El vivo dolor que sentía en los nudillos le hizo comprender que, aunque encontrase trabajo como peón de albañil, tardaría lo menos una semana en poder empuñar la pala o el pico. Las palpitaciones que le producía el hambre en la boca del estómago le hacían sentir náuseas. Una profunda desolación se apoderó de él y notó que sus ojos se llenaban de lágrimas incontenibles. Se cubrió la cara con las manos y lloró. Y mientras lloraba se acordó de la paliza que propinó a Stowsher Bill una noche ya lejana. ¡Pobre Stowsher Bill! Ahora comprendía por qué lloró aquella noche en los vestuarios.

J. London Knock out 1

*Texto extraído de «Knock-Out, tres historias de boxeo» de Jack London

Poemario

Publicado: agosto 15, 2006 en Poemario

COMO ACORDAMOS (1)

Hasta el último renglón de esta calavera,

De corazón abrumado por donde pisas

Desde la tinta roja del juicio que perdí,

A Miami, Estocolmo o las griegas islitas,

Pegado a tu grupa con el alma te seguí.

Es cierto estuve aquí, fantasma de día,

vampiro de la noche que nunca termina,

excusándome ante un policía o de codeína,

hasta ver nacer el sol mirando donde estás.

Mientras, tú alunizabas en el hall del Prat,

de Tesalónica, que dirán cuando les cuente,

con un amor nuevo en el cristal, insondable

de unas Ray-Ban, graduadas para no verme.

Y vuelta a hacerse cargo del Rubí aquél,

De los tendederos y los patios de luces,

De las reyertas, los altramuces y el anaquel,

De la alacena donde buscar a fondo una ley,

Que te absuelva del tedio, como hacer café.

Del cafetín de la plaza Lesseps, a la Bonanova,

Si no mola Barcelona, sondeas el Corte Inglés,

Y apilar otra vez y morderte las uñas,

Y a acuñar sin saberlo, hojas de literatura.

Que nos va a quedar si todo es confitura,

Más que darte un beso en el fondo del alma,

si no te llamo, acuérdate, me llamas,

como tarde a los treinta, como acordamos.

ANUNCIO CLASIFICADO (2)

Como al docto Gabo, a mi también,

El olor de las almendras amargas,

me evoca el amor contrariado

cual magdalenas Proustianas.

Una reminiscencia que vaga,

Cascarrilea mis venas errante,

aquel primer amor  doliente

aún lo llevo arenando el alma.

Luego a los amores corrientes,

Por desasistidos los saludaba,

Al pasar raudos como aviones,

Apenas verlos, ya no los miraba

Alguna me acusó de cadáver,

Otra, de alevosa indiferencia,

Una tercera buscaba otra cosa,

La visa correhuela de inocencia.

Que indecencia lo del dinero

Pero el poder es lo que apremia,

En el reino de los poderosos,

Los osos van buscando miel.

Hay también seres perfectos

Tanto mas levantan peso,

Tanto menos seso traigan,

Ay mujeres, ustedes verán.

Un coloso orgullo espiritual

Me lleva el coche abollado,

Desaliñado el cabello,

Anacrónico el gusto musical,

La capa vieja, la barba poblada,

Yo no soy ningún moderno,

Mal que os agrade es cierto,

no llevo rastas, no rapeo,

Ni las llantas tan pulgadas,

Ni enzarcillo mis orejas

Por miedo a perder oído,

Y no quiero tener un titulo.

No voto ningún partido

Al tenerme por honesto,

Ni el gesto hago del mandito

De bajarme un Politono.

Ay mujeres, que les digo,

No puedo ofertarles nada,

Mis músculos son huesos

Mis camisas de once varas.

Valga saberme un extraño

Rara Avis, Gregorio, bicho raro,

Si algún año extraordinario,

Me encuentro una extraña

Que abriendo un diccionario,

Al inquirir la voz Amor,

No se sirva de un antónimo

Que ejerza lo contrario, pues,

Ya  tuve un amor despiadado.

Que ya anduve aletargado

Hibernando los veranos,

Que ya no quiero ser pasto,

De la desalmada vocacional,

De la correccional ,oiga,

De los trajes a medida,

Servida queda la bebida,

De absenta item de rutina,

De la comú verge Moreneta,

De teta respingona y seria,

Que ni es verge ni morena,

Pero quiere que la quieran.

Líbreme el alto centinela,

De la vela medio encendida,

Que se viene cual se vuelve,

Que no se parte la camisa,

Líbreme de la risa y el llanto

Plastificado, oropel o de recreo,

Más la que apueste con su vida,

A sus pies, ocioso, me tiene el primero.

EL DOBLE (3)

* A propósito del libro del mismo título de F. Dostoievski

Derrelicto marqués de cabra,

Dueño absoluto de ni un comino,

Doble de sí mismo sr.Goliadkín

¿Es usted o soy yo los que nos miran?

¿Duda acaso del habitante que le habita?

Pero eso son todo soflamas baladí,

Casos absurdos, quien lo ignora,

Llegada la hora será usted entero y resuelto.

Las neuropatías son máquinas de tabaco,

El temblor del metro, el color del semáforo,

El viento…, tales intrigas un hombre en blanco

Teniéndose al lado habla consigo;

“- Que befas intrigará mi enemigo, umm…

Hasta me ha robado mis propios zapatos…-”.

DE MABELES Y FEDERICOS (4)

Para huir de Mabeles y Federicos,

De sus salmos y escapularios por montera,

Urgué litúrgica cera de uno de mis oídos

Y atasqué la cerradura de la puerta.

Desamortizando erarios de castilla,

Amortizó el abuelo la Gris camisa

Con charrateras cobrizas de general,

Sin mas jaez que saberse posicionar

A la sombra del árbol más fuerte.

Luego transmite el transunto aprendido

De desdeñar frijoles en aras de chorizo,

Testamentando inter vivos sus diamantes

Al primogénito de catorce lozanos hijos,

Abonado vip a un círculo de feas artes,

Que es petimetre y facsímile del padre ,

Y reclinado orador del rosario sin una errata.

Su mayor utilidad pública; si dios lo avala

pasto de los exquisitos metres Tupinawa

Hasta el hocico de Mabeles y Federicos

De sus arreos y executorias por montera,

De la alta estofa que los mantiene vivos,

Les personé al verdadero Cristo

De la mano de María Lagartera

Desde chinorris mi afición ha sido,

Pisotear con zanco de madera

A los señores su chaqué de lino,

Vituperando, sometiendo a patíbulo,

Escupiendo por el zurdo colmillo,

En sus panegíricos en pos de la guerra.

Llevan carne y hueso bajo el anillo,

Ceden sus niños aun imberbes a la Obra,

Zozobran en doble vida de busconas de acera,

Cambalaches sus cuentas allende el Pacífico,

Y paseito al  negro tílburi en los  días de fiesta,

Que son todos, en virtud del noble oficio,

De robar al pobre para darle al rico.

DAMA FRANCESA EN LA PUERTA DE UN CLUB  (5)

Indomable potra albina,

Afrancesada y pingo

Ligera y amateur,

Odalisca de arén

Axila de algodón,

Etérea como gas

Labios de ocasión

Minifalda de cristal.

Putón te dicen,

Las que encelas,

Por puta y por guapa

Se las cae la baba.

Dadora de vida

Conejera sin truco,

Heredípeta  de músicos

Numen de mis pajas

Mujer mundana,

Casquivana y perdida

Publica y en pelotas,

O con ropa.

Putón te dicen,

Mi madamoiselle,

Cuando en el cruze

Pides pasaje.

Artista de sensualidad,

Lumpen del barrio bajo,

Quinientos más propina

Por que rozara el badajo,

Bajo la bombilla mate

De tu cuarto leonera,

bajo tu cabellera preso

Sosteniéndome la mirada

Putón te dicen,

Rodeado de éter,

Tu colchón de farfolla

Tan caminado.

Camisa de cretona,

La novia del mundo,

tetamen pedrascoso

pro bono público,

pues das cuanto eres

carcañal huesudo,

sol de piel, miel en vena,

irradiación y efluvio agrio,

la quijada raspa

y tu, virgen santa,

te contraes mordisqueando

tu carnoso labio.

Putón te dicen

Más yo te nombro,

Por demérito impropio

Santa y alma virgen,

Del desperfecto,

Del desahuciado

Del dado de la oca.

Bendita sea tu boca,

De entre todas las bocas,

Benditos tus besos ahora,

Y en la hora de mi muerte,

Cuando claudique el corazón,

O reviente de soledad,

Quiera Alá que sea en tu catre,

A horcajadas, mi putón.

PIÉLAGOS DE PIEL (6)

La piel  nombrada daguerrotipo del alma,

La piel de leche; la piel ninfomaníaca,

La piel sumariada y olvidada aún chismea,

En  los juzgados de farfolla y cuatro patas.

El piélago de piel albina de la lesbiana,

La piel que emana Martini y monises,

La sangrante piel de la tórrida mulata,

El pellejo a la carta de las ínclitas actrices.

La piel de ocasión a loncha por billete,

Membrete de sobre con  pecas de sol,

Sin sanción, sin sello ni lugar de remite,

Que repite en el alma como un ajo triste.

Dermis apiadada que lame mis cicatrices,

La piel body cream, salada y escurridiza,

En los hoteles de putas y tristes felatríces,

Hay tres suites reales por cada luna postiza.

La piel es quien firma los tratos de carne,

La parte contratante, sentencia en firme,

La piel juez y gobernante, decreto, plebiscito,

De un amore mio bon jorno; de un triste adío.

A UNA HOJA CUYA RAMA NO EXISTE  (7)

Dama y cocotte, Dadá y paisajista de interiores,

Maltratada por el seso, condenada a ser icono

Del próvido y el grosero, la panadera, los viticultores,

echan el resto mirándote sólo por el rabillo del coño.

En el mentidero provincial la gente bien mira mal,

La gente común no ve y todos se conducen peor

Cruzas el bazar cual Edén surge del hormigón,

Con el chic de lo francés, con el pulso suburbial,

La mirada casi material que toca como un dedo,

El hipocampo navegando allá en el ángulo diédrico,

Diz veneno lento?… no tengo prisa y sabe a caramelo.

Bajo la ociosa divisa de no prohibirme lo prohibido,

Estoy fuera de mí cuando no estoy adentro tuyo,

Marilyn del subdesarrollo tengo mono del anís de tu risa.

EVITA (8)

Pagué, sin soltura ni concesión,

solté primero el fajo

y con la pereza del deslucido

subí el primer escalón:

-Sos vos el primero,

ignorando a un quinceañero

que no me dio ni un empujón,

-Buenas noches señorita,

que bonita noche hoy,

no pretendo ser un Lord

pero gracias por la cita

La conocían como Evita

y el mercado ardía

cuando al sol de mediodía

ufana y coqueta

se quitaba la levita.

Y justo eso hice yo

tal que Aníbal en Cartago

espabilado por un joint,

tomé a la deidad

para después más animado

conquistar la ciudad.

Jesús que muslos

Yahvé nos salve

comadrona de los impulsos de la carne,

pábulo del miserable,

pulso del cadáver,

luz del olvidado,

hado de virgen de Israel

y sin embargo,

trasegada cada día

cada hora desmembrada

de ablución en ablución,

limpiándose las manchas

miserables de la vida.

Entre muelles estridentes

de su cuello columpiaba

agitado por la monta

un rabo de Beduíno

totem de buena agüera,

no había equívoco alguno,

y supe que era ella.

Pero la luz de la luna

entró en la habitación

pude ver la cicatriz

en el alma de cholula,

y que cosa tan oscura,

y que miedo lo que vi,

y que pobre criatura,

dios se apiade de mi.

Salté del colchón

cual liebre furtiva,

sin soltura ni concesión

como quien ha visto a dios,

con la avidez del perseguido

sorteé el último escalón

y corrí calle arriba.

Siglos pasé

sin saber de Evita,

visitando cantinas

que no eran la suya

para eludir la noticia.

Pero esta mañana,

día gris donde los haya

mientras echaba un trago

en la fuente de la plaza

un gaucho me ha contado

afligido y cabizbajo,

que de nada le ha servido

a la risueña Evita

la cola de Beduíno…

el virus se la ha llevado.

De madrugada la encontraron

bajo el puente del río vida,

hundida por la corriente,

con la rueca aún inserta

colgando de su mano.

TRATADO DE REFLEXIÓN (9)

La imaginación es la herramienta

Portentosa del ingenio

Vacua en el hombre llano

Condenado al sepelio

De lo tangible y nada más.

Mientras el hombre sensible

En quien esta virtud se encarna

Es dado a construir imperios

Con un astil de costilla

Y un corazón de manzana.

Sin embargo el sufrimiento

Es Indeleble en su alma

El miedo absoluto

Es el precio que paga.

TRATADO DE REFLEXIÓN (10)

Fe empirista; ni somos ni seremos

El devenir es un camelo

Nada trajimos, nada llevaremos.

ALTER EGO (11)

Me vi cruzando la finca del horizonte;

Ahora todas las nubes están en mi cabeza

Soy la lluvia que cae sobre la arena

Soy tu brújula desquiciada sin norte

Cuando es de día soy tu noche

Soy la angustia que te priva de certeza

Soy el yo que habita tu conciencia

Y si te hundes seré tu resorte

El trocito de vida que te saque a flote

Cuando tu mundo pierda su color

Cuando  la perfidia clave sus uñas en tu corazón

Y sucumbas a la hipocresía del hombre

Soy tu dolor tras el puñal de esa mirada

También soy tu falta de valor

El recuerdo cuando sales al balcón

Y evita que rompas tu alma contra la calzada,

Cerrando ventanas.

Soy tú frío y tú calor, tu llanto y tu alegría

El consejo sabio que nunca te sabes dar

Cuando lo necesitas soy tu disfraz

Y si te pierdes la luz de guía.

Cuando despunte el último suspiro del amanecer,

Y atrapado en el tiempo inmortal

Te veas flotando sólo en la inmensidad;

De tu mano allí estaré.

CHICA DE LA SEGUNDA FILA (12)

Corazón de melón, ojos de cereza

Certeza de amor, sangre alterada

Taconea tacón con esa gracia

Andares altivos de musa

De la blusa azul apretada

Crecen dos fresones con azúcar

De la fruta del pubis rasurada

Mermelada con canela en rama

Las lianas intrincadas de su pelo

Llaman a mis dedos

No lo puedo evitar

Y si me lanza una mirada

Con efecto, cruzada

Me cago de miedo

Me he vuelto a enamorar.

DISQUISICIÓN ENTRE LO BUSCADO Y LO ENCONTRADO (13)

Sujeto al vacío

Con notas que brotan

Alrededor mío.

Aliviado el gaznate

Evoco del tronco raído

Petulante escarcha

Y aromado vino,

Traes en tinajas

Sin embargo

Cien puñados

De grasiento pez

Que han

Si es menester

De darme muerte

Y en el tártaro aquél

Del pensamiento lóbrego

Encontrarte,

De nuevo encontrarte,

Oh mujer!

OCCIDENTE SANGRIENTO (14)

Los vientos que soplan del sur

Traen gritos y sollozos cálidos

A nuestro respirar fresco de Abedul

Que confort de vida aquí

Donde no falta ni un pábulo

Llenando cada barrica.

Cuando llega ese Simún

Trae resuellos intranquilos

Y gruñidos de famélicos niños

Con las tripas henchidas de aire

Del continente rojo baja la sangre

Que riega nuestros frutos

Quiera dios que el alma ecuánime

Les devuelva sus tributos.

Y no caigan más en vano

Que el brutal asesinato

Abra paso a la conciencia

Del hombre para el hombre

Igual a sus coetáneos.

MEZZOTINT CON ECCEMA EN EL PÓMULO (15)

Vuelven las calcificaciones a mi alma

Los celos de nuevo enmarañan

El intestino grueso, el delgado, el bazo,

El vino rancio, el pulgar, el ánimo desanimado.

Cuando el  mundo se vuelve inmundo

Mi hado de gran viajero disoluto

De porte altivo y estúpido hedonista

Se embute en un chaqué de luto;

No hay un año que acabe bien

Mi triste esqueleto al lado del tuyo.

De vuelta a las tabernas bucaneras

Donde a la Bucán la carne se cuece

Convenzo a esa pantera con un soneto.

Ella me peina la raya a un lado

Y tenemos algunos excesos,

Excesos en un excusado

(Unos chicos beben agua en el baño)

Accede por la cremallera, me baja la piel

Y no estaba mal y bailaba con alegría.

Pero despierto dormido, tirado mal,

Y con el hambre del que no ha comido nada;

Y a nada me saben los besos

Si no pienso, cerrando los ojos con fuerza,

Que son aquellos los tuyos y estos míos

Los labios que ahora se besan,

Y aunque me pese es la única puerta

Para huir de ti sin concurrir la fría celda,

Ni degustar el cianuro, ni incurrir en reyerta,

No hay un año que acabe bien

Mi triste esqueleto al lado del tuyo.

Subyugado a la catástrofe inminente

De vivir el hoy como el último día

No puedo saciar esta sed inacabable

Si tengo las entrañas perforadas

Y Busco en la estela de la vida

¿Por qué?, ¿Por qué?, ¿Por qué?,

Una explicación a tu marcha

Y sólo hay manchas resecas,

Confusión y botellas vacías,

La postiza criatura que fingimos

A lomos de mi espinazo ha puesto un yugo

No hay un daño que acabe bien

Mi triste esqueleto al lado del tuyo.

TIERRA (ocno) (16)

Lo que la tierra un día te quiso dar

Mañana temprano te lo quitará

Y será tierra que sobre tu cuerpo arrojarán

Y será la tierra la que te llamará

Como llamó a otros que en ella ahora están,

Quien sabe quien hay en tu maceta

Quien sabe, misterios de la tierra.

La tierra da vida y quita vida,

Tierra axioma por determinar

Tierra cobriza, cuantos secretos ocultarás.

A cuantos como yo has visto pasar

Muda y silenciosa

Cuanta sabiduría has de llevar

Tierra; sueño de eternidad.

Tierra que has visto crecer

Al hombre desde su ancestral niñez

Tierra pleistocena, tierra medieval

Tierra infinita, tierra inmortal.

Ayer todos adoraban dioses

Los pintaban y colgaban de un altar

A ellos debían su existencia

Y en agradecimiento les ofrecían su bondad

Ahora conocemos nuestra historia

Borrascosa y entamada, incierta y viva,

Árida y seca, fecunda y morena,

Oh! Madre tierra!

Cuantas contiendas has visto librar?

Cuantos desengaños ocultarás?

Ay! si contigo pudiera hablar

Como lo hace Fito con el mar.

EL RÍO DE TUS OJOS (17)

El río manso de tus ojos

Tristes de necesidad

Ya no arrastra abrojos

Sabe donde mirar

El río manso de tus ojos

No quiere dar a la mar

Requiebra el silencio roto

De un corazón sin palpitar

El río manso de tus ojos

Ya no nace en mi jardín

Se marchitaron las flores

Todo oscurece sin ti.

El río manso de tus ojos

En su corriente me llevó

Por cinturones sin salida

Y cremalleras sin pasión.

El río manso de tus ojos

Bebe de otro manantial

Cansado de mi saliva

Y filosofía de diván.

El río manso de tus ojos

De mi charco se escurrió

Me dejaste sólo el barro

Y te llevaste el amor.

 DAFNE (18)

(A Silvia)

Dafne hija del río

Envidia de la Luna

Piel tersa y blanquecina

Suave contoneo

De mar y de espuma.

Carne de avena

Se mueve sobre mí

Me mira fijamente

Inunda mi sentir.

Y cuando me mira

No se que decir

“son tan verdes tus ojos

capaces de teñir

de verde la luna,

mi alma de gris”

efímera como un soplo

de humo blanco de hachís.

Su piel me conmueve

No parece de aquí,

Es blanca muy blanca

Como el cielo del Cadí.

No siente amor

Pero algo ha de sentir

A palmos de su alma

Estalla una guerra incivil.

En el mapa de tu espalda

Que es el cielo añil

Cascaraja de naranja

Esta carta te escribí

Con la sierra de los dientes

Y el corazón en la boca

Esta carta que escribí

¿A quien se la doy yo ahora?

SUEÑO DE UNA NOCHE DE OCTUBRE (19)

Con el rabo del ojo pude verte,

Y tocarte, en mi fábula nocturna.

Me mirabas y disimulabas

Disimulabas y bebías

Cocías mi corazón

Y reías con tus amigas.

De pronto tu sonrisa,

Con ejércitos de nubes

Pululantes como cielos,

Llegó hasta mi vista,

Y el camelo de tu risa

Y la arista de tus ojos

Rodearon mi corazón,

Y sentí aquello que dicen

Se parece al salto libre

A volar desde un avión.

Jengibre y Ron eran tus besos

Cálidos como almohadas,

Mojados y cosquilleantes,

Y tu lengua sabia encontraba

Con soltura mis puntos turgentes,

Y alicientes no faltaban

Pues tu falda se libraba

De esas piernas por ventura,

Mi mano firme buscaba

Lentamente la hendidura,

Y abriste los ojos

Como un dos de oros

Y coros de gospel

Sonaron a la palmada de mis manos,

Y enanos con boina

Salieron de sus redomas,

Y pequeños diablos quevedianos

Blandiendo extraños aparatos

Recitaban viejos poemarios

Ya olvidados.

Las flores siempre mustias,

Salvajes treparon

Por las blancas paredes,

Con las cuencas

Olvidadas por sus laureles.

La delicada sábana

Henchida como por un fantasma,

Revelaba la pinga vertical,

Que adquiría en su mutación

Un tamaño descomunal.

Y Tú, hembra pícara,

Alcanzabas cotas de calor

Casi tropicales,

Y en desparrame aquoso

Brotó de tus manantiales

Saladísima agua y un olor,

Tan infame como excitante.

Y resolví como el avestruz

Meter mi cabeza en la cálida tierra,

Execrando los secretos

Por coquetos e ignotos,

Más reservados de tu estirpe,

Y la sin hueso que insiste

Escudriñando cada rincón,

Con fuerza y pasión

De tus paredes biológicas,

Y en la cuerda floja

Gimes y aúllas, gata loca,

Como si dolor te inflingiese,

Pero sé que no lo hago

Por que casi sin reparo

Agarras mi testuz

Y la inmovilizas con fuerza

Justo en medio de tu cruz,

Meridiano de los meridianos

Que cruzan la tierra,

Puerta de Troya de la entrepierna.

El periplo submarino

Agotó sus divinos frutos

Y salí al aire limpio

Tras la última cascada,

Tú, agotada y avergonzada,

De tí por tus gruñidos,

Yacías tendida en la cama.

Tras un breve descanso

De un salto te incorporas

En posición fetal invertida,

De modo que tu cara

Quedó ante mis rodillas,

Y en circular ondanada

Alegres nos devoramos.

Nos amamos por doquier,

Por cada salmo y epíteto

Por cada rincón muerto,

Una elegía carnal,

Un carnaval de besos,

Una bacanal de aprehestos

De esos que cuesta olvidar.

Pero los dos,

Criaturas inocentes

Dejadas de la mano de dios,

Jinetes alados

En el edén del amor,

Sin riendas ni engaños

Desnudos de calor,

Alegres nos montamos

En nuestros corceles,

E incesantes cabalgamos

Sin movernos del cuarto,

Hasta que la ciencia y naturaleza

Conspiraron en contra nuestra,

Y que tristeza el saberlo

Pero el magma del volcán,

Es magma sólo por serlo

Y tiende por condensación

A salir al exterior,

Y que cotidiana eventualidad

Que después de esto siempre ocurra;

La gravedad.

Al salir del portón

La calle gris

Hoy no lo es,

Y entono al aire

“In troibo ad altare dei”

PRECISO URGENTE (20)

Ya no queda nada

En un ataque de amnesia

Rompí todas tus cartas

A tus recuerdos hago autopsia

Mi alma fue mesa

Apoyada sobre nada

Trato de levantarla

Por tierra cae tirada

Preciso urgente clavo o pata

Que pobres los objetos

Que pueblan esta casa

Te llevaste la bombilla

Y bajaste las persianas

Mi alma fue nuez

Con visos de ser chafada

Tan cómodo el mortero

No vi venir la vara

Preciso urgente pegamento o ensalada

Bramó el banquero con lisonja

Pues bajé ayer a la caja

Tu chica ha dejado los fondos

A cotas siberianas

Mi alma fue fortín

Con almenas y blindada

Que fácil te fue abrir

Carmín, trencitas y falda.

Preciso urgente instalador de alarmas.

Ojos rojo-vidriosos sin parpadeo

Hendido el metal en la carne

Suelo ausentarme antes

De que me mate la tarde

Mi alma fue reo

Ante tribunal ciudadano

Me diste la eximente

Por estar intoxicado

Preciso clínica con suelo acolchado.

POR LO QUE MÁS QUIERAS (21)

Me prometí no ahogarme

Y arrastrándome me encuentro cada día

El sueño es que llegue la noche

por soñar con el principio

verte en cada resquicio de la ciudad

en cada lugar nuestro

me está haciendo mucho mal

Que triste esta vida

Cuando buscas unicornios

Y encuentras balas

Que encañonan tus costillas

Y en la mirilla el mundo

Como un depredador

Viniéndose encima tuyo

Al pozo al que he caído

no hay soga que me alcance

ni luz que penetre al filo

pues la lucha es conmigo mismo

de verte aunque no estés

y teñirme de tristeza

y abrumarme con la bruma

que envuelve mi cabeza

y  pedirle a la luna

tráela de vuelta

por lo que más quieras.

LETI (22)

Quien dijo Soria es Machado

Me pica…que Soria es Leticia

Desde el manantial ajado

Por años de bocas sedientas

A la cuesta añeja… todo es ella.

De la cabaña del río que los niños

Destablamos en primavera

A la hilera de juncos del puerto piqueras

Todo es ella…

Cuantas veces en su casa

La visité sin estar ella

Y grité su nombre con fuerza

Sin más respuesta que la estela

De la luna que asustada

Me miraba con tristeza

Las cárdenas roquedas del poeta

Son tretas para guarecerme

Del cobalto-azul de sus ojeras

Entamadas por la niebla

Al volver de la verbena

Todo es ella…

Otras veces en la arena

A la vereda del río seco

En tiempos tan repleto

De amor y algarabía

Gravé sus siete letras

Esperando que las viera

Pero debo de ser fuerte:

Todo mengua, nada queda.

TRATADO DE REFLEXIÓN III (23)

Reivindicación contra el mes de Marzo

¿Quién fué? ¿Quién puso a Marzo en medio de nuestros días? ¿Fuiste tu Cronos, furioso en tu trono de arena fina quien dispuso el calendario de lunas, o fue la misma espuma del mar en su beso eterno a las playas Etruscas la que decidió importunarnos de esta manera, o tal vez quien afirma ser sangre de cordero y transustancia proteica –inter corpore- con su vara de Fresno, recia y majestuosa, quien ordenó tallar en dos tablas acaso, entre los microsurcos y corpúsculos de las piedras y con escritura micénica anterior a él mismo, el ideario del tiempo incluyendo a Marzo?.

Las cortezas de los árboles están negras en Marzo, las espaldas de los escorpiones negros siguen aún debajo de las rocas campeando el invierno. Muy astutamente nadie apuesta por la primavera por que Marzo es gris. No es el blanco de los tejados colmados de nieve cálida ni el tostado ambarino de la piel en primavera, ni frío ni calor, ni carne ni pescado, ni odio ni amor, ni monárquico ni republicano, ni silencio ni estruendo, el justo punto de equilibrio en el segmento medio de la demanda de estufas mantas y petucos, y la comezón sudorosa e incipiente oferta de toallas disparatadas de colores y cubos y castillos de playa. Eso es Marzo; falta de decisión, y es que este mes no tiene idiosincrasia ni carácter, no se moja nunca…y esto trae al orbe y al panal de abejarrucos que lo sobreabundan lóbregas consecuencias:

  • Quién llamó en Marzo?
  • Nadie llamó.
  • ¿Se firmó en Marzo acaso, de aquél año seis del segundo milenio después del alumbramiento del profeta cuyos huesos son dos sextercios de santísima trinidad, ponderados a peso según la diáspora del libro viejo, por fin el estatuto de autonomía del mundo?
  • Me consta que no.
  • ¿Quizá tuvimos noticia en Marzo, compañera alma, de aquella muchacha sonrojada y coqueta, bella como el espejo de las sirenas, que llenó de luz cuatro años de nuestras vidas entamadas y cuya éjira culminó en la región boscosa de los Fiordos, en la Costa Sueca?
  • Sin noticia.

De que el tercero de los meses es el peor de cuantos haya no cabe duda, de que marzo es el funesto y aburrido de todos los hermanos que pueblan infinitos calendarios a lo ancho de la bóveda celeste no hay quien lo discuta, para prenda un botón y si tengo que probarlo diré que en marzo nací, tal día como hoy  hace veintitrés años.

Sin embargo comienza a inquietarme la idea de que todo lo malo del marzo presente sea esta ausencia de acontecimientos, que el vicio supremo sea la ausencia de cosas, esto es, la nada, por que en definitiva cada vez que mis pies de suela de cuero han sido alcanzados, año tras año, por la ola de viento de Marzo me ha sobrevenido alguna terrible desgracia; el mejor de los Marzos algún pobre hombre ha querido convidarme al banquete de su idea genial que había de reportarnos pingües beneficios y que no me reportó más que la quiebra, o aquél otro en que mi olfato de perro viejo me hizo apostar hasta los calcetines en las      1

carreras de caballos olvidando que estaba constipado y mi olfato podía fallar, o el  Marzo terrible en que una mujer me dijo que me quería.

Expirando está el ultimo suspiro de marzo y no alcanzo a creer que no haya de ocurrirme un tropezón., alguna desventura o mal de ojo, algún cristal roto o despeñarme cabeza abajo desde algún mueble, así que decido enclaustrarme en casa hasta que abril llegue. El computo de los días marciales, encarnado el mito del dios beligerante en mi persona, ultimando estaba su aliento, era día treinta. El reloj de la sala con todas sus puntas y esferas de bronce, regateado en el mercado de Salónica a un hombre sin alma, marcaba aquella noche las veintitrés horas y trece minutos, andaba yo incrédulo por la casa casi frotándome las manos de alegría al no haber sucumbido a la desdicha habitual en estas fechas…”esta vez no podrás destrozarme, esta vez he sido más listo que tú, tu hechicería no traspasará estos muros, esta vez no me darás caza mes maldito” y después resolví de antemano quedarme también hacinado el marzo que viene, sirviéndome de precedente la victoria de este.

Celebrando estaba mi triunfo sobre el destino, descorchando el laurel de un Oporto del 79´, embebido en mi mismo, recitando a Espronceda,  brincando como un corzo en la ceremonia de la berrea, en pleno soliloquio cuando con un aullido de aguja sonó el teléfono, sólo entonces reconocí que Marzo estaba aquí, probablemente agrandada la desdicha que me reservaba por haber esperado tanto ,la bola de nieve que había de aplastarme y sepultarme  había ido retroalimentándose de si misma hasta tornarse en gran alud, Marzo quería reír el último, la manera de aparecer era inconfundible, tan estridente y pérfido.

Yo inmóvil contemplaba temblar el aparato muerto de miedo, una paloma negra con grácil gesto se posa en la ventana, amarré el plástico..

– “Marzo insértame de una vez en tu daga fría, bríndame el último y mortal estoque, estoy preparado, habla…”

Pero el orden del cosmos, con ánimo alevoso y de ensañamiento, había preparado para mis funerales la más bella de las formas, la lengua bífida de la serpiente, el veneno, el enterrador que había de arrojar tierra sobre mis huesos, mi barquero avaricioso, era una mujer. Y sonó su voz como un presagio :

– “Donde has estado este tiempo? Te anduve buscando porque…porque de hecho debo decirte algo , verás… (ella divaga y titubea) no se porque lugar empezar, antes que nada quiero que sepas que has sido lo mejor de mi vida…(ella redivaga y retituvea…le tiembla el timbre), tu lo sabes. Pero…de un tiempo a esta parte…es que hemos cambiado tanto…tu sabes que kiko y yo siempre nos hemos llevado muy bien y creo…”

Con brutal estruendo colgué el teléfono sin mediar interpelación.

Me dirijo a la cocina, las cortinas del ventanal están apagadas, las luces cerradas, el ambiente es hostil aunque no son más que termitas en mi córtex,  en el alféizar la postrada  paloma negra mira atenta hacia el interior del inmueble, tiene sangre en el buche. En la habitación quedan aún haces de luz más mi cabeza está totalmente oscura, no hay dentro lugar para la esperanza, es como una bruma que no atiende a razones ni fundamentos, se instala en ti y ya está. Alguien me coje de las solapas y me empuja al precipicio, preparo un cóctel de medicamentos, en la etiqueta del vaso puede leerse en copto la palabra Hoy, con un hilo de voz y el gaznate espumeando un fluido blanco, doy mi último adiós a Marzo entonando:

  • Mes de entre los meses, cabeza de las reses flacas de mi vida, ya tienes lo que querías.

Una gota de sangre cae sobre el mármol blanco, y levemente se expande. La paloma alza el vuelo.

ELEGÍA A SILVIA (24)

Nos dio la vida lo que merecimos

Un teléfono desconectado

Un amor que explota y mata

Un puñado de latas de conservas

Caducas y amarillentas

Un billete sólo de ida

Una vuelta sin regreso

Y el peso de la certeza

De no verte más

Con la ansiedad de imaginarte

En cada parque en todo instante

Aún tan presente, como al lado mío

Reprobando o consintiendo

Brindándome besos

O con elocuentes gestos

Enfurruñándote.

Sin mi hospitalidad ni permiso

Haciendo caso omiso sigues

hacinada en mi alma

Sin poder extraditarte

Sin armas para enviarte

A rincones sin memoria

Ni parapeto donde esconderme

Del lienzo de la pared

Cuando de él

Como un borrón de pincel

Apareces en sombras largas

Y muerdes mi corazón

En la noche amarga.

Lo ingrato es la madrugada

Cuando asirte en la cama

es asir el aire y al despertarme

El  mundo que se viene encima

Y pongo pie en la tarima

Tan lento como esos muñecos

En reserva de pilas

Pues no hay vector

Que si ti yo siga.

De día cojo el autobús

Bordeando la costa

Yo estoy dentro, en la inopia

Mirando al mar

Pensando en cada lugar

Que ya no visitaremos juntos

El vendedor de humo

De la rambla de las flores

Que reclamando un duro

Amable nos saludaba

O el cine de plaza España

Cuando tan inocentes

Nos juramos perpetuo amor

Con el juvenil sabor

de palomitas acarameladas

y cientos de alondras

revoloteando en nuestras entrañas

y el pecho lleno

de francas palabras

como el agua pura

aún desclorificada

Ahora el tiempo ya no apremia

ahora mi vida es esa botella

desde la arena lanzada al mar

y mi mirada la del loco

que al viento quiere abrazar,

y cada día un rato

alguien me dice “al viento

debes dejarlo volar”,

me resisto poniendo losas

a los que osan pronunciar

indicando con énfasis:

– debes aprender a olvidar-

yo  furioso les replico

con la red ya en la mano

– al viento debo atrapar!-

Y no pierdo más tiempo

a lomos de un ejercito

sangrante de recuerdos

trepo a las alturas

a lo alto del puerto

donde enjuto y taciturno

te cuento mi postura

mis querellas e insomnios                                                              2

los dolores de mi cuerpo

y lo que he comido hoy

esperando tu respuesta

en la soledad de este desierto

y entonces me doy cuenta

de que ya no sopla el viento

La herida fue un corte limpio,

quisiste hacerlo bien,

no verme más,

yo por no atar

del tallo de la flor un palo,

por no transigir

no puse candados

atados a tus maletas,

ni tretas de esperanza

ni compuse alabanza

para arañar tu corazón

por que en materia de amor

cuando la bala está en el cañón

debe partir rauda.

MILICO (25)

Dime bravo Hermano,

¿Qué buscas con tu mano

Al tirar de un gatillo?,

¿Qué hallas en el ruido

Catódico de un disparo?

Dime cuál o qué atractivo

Qué fúnebre agrado

Te conduce decidido

A arrasar los campos

Que con sudor han florecido.

Tal vez yo, confundido,

Piense que tu no has pensado

O quizá te han persuadido

De que defiendes algo.

Tristemente no hay engaño

Porque sé que cada noche

te retuerces en tu lecho

cuando aparecen los muertos

que anteayer has matado

esos niños de la mano

te buscan sin descanso.

Sólo te pido, fiero milico,

que de esta noche en el filo

cuando acudan a su cita

escúchalos, no apretes el gatillo,

no los mates otra vez

como te matas a ti mismo.

SACRORUM SACRAMENTUM (26)

(Paroles Touchantes)

Abrillántese cada quién su lámpara de Aladino

juegue el niño escolapio sin rubor al solitario,

desclávense uno a uno los clavos del Cristo

póngale canas al aire a su aburrido Francisco,

si el desamor es un brinco hacia el abismo

escupa al porvenir un lapo por el colmillo.

–  Je ne parlé pas competitivité, je parlé gerenerosité

No hay peor carta que la que no se empeña

que no sea el Prozac el que te la venda,

encabrónese el buey con la noria de giro

arénguese el cobarde con pan de higo,

si la vida te da la espalda, álzale la falda,

dale un touch en el culito.

– Je ne parlé pas logique, je parlé generosite

Quién sabe si el dios jugó a ser Mephisto,

Si el destino se deja ya encajaremos bolillos

Cuando el ocaso último nos quiera envejecidos,

Tiempo tendremos para buscar el tiempo perdido

En cajitas de cenizas de lo que hoy no vivimos.

– Je ne parlé pas logique, je parlé liberté.

ESTORNUDO DADAISTA (27)

Dos copas y bombín

Un armín y dos rocas

Muertas de ganas de vivir

Un cristal roto

Una foto color sepia

Dos sextercios de plata

Para comprar flores de loto

En el todo a cien de hojalata.

Cien oblatas por recibir

Tu cuerpo hecho carne

aquella tarde de abril

Doce chozas elamitas

con grietas por suturar

El manjar de temporeros

Y salados frutos del mar

Agriados en nuestras bocas

Por no saber cocinar

El gavillar de pícaros

Puntual como hay dios

En corrillo de caza

A las doce menos diez

Te piropean al pasar

Y al entrar en redacción

Hoy como cada día

Te recuerda el detector

Que ese anillo de pedida

En casa debiera estar

Abrazar al sol quiero

Pero el sol es helio

Nada más, imagínate,

Dándole la gente

Las llaves del destino

A una mancha de helio

Eso si no pretenden

Conquistar el océano

Y que van a hacer

Cuando tengan llenos

Los bolsillos de agua

O como al nazareno

Le clavan lanzas

Para después de muerto

Que hemos hecho

Rezad alabanzas

Que combulsión

Que esperpento.

LA MEJOR VACUNA (28)

Mal se camina con el alma debajo de los pies,

Y el ayer colocado como un rosario de espinas,

Entre la coronilla, el adiós temprano de una mujer.

El cuerpo cansado se adentra en las ruinas,

Lo bello que ardía cede su lugar a la dejadez,

Y un teléfono maldito parece estar sin línea.

El tiempo que en la noche malvendí a la luna,

Fue mácula de sangre a tu limpia y sincera brisa,

Sin premura al punto grité, llévame contigo locura.

Encontré muertos cuando hilvané pesquisa,

Sin más camino que vereda sola y oscura,

Anduve perplejo y mudo, mas contuve mi ira.

Buen día escampé al olisquear en tu basura,

Y me diste el antídoto que salvó mi vida;

El amor propio ofendido es la mejor vacuna.

LLORAR MUY ADENTRO (29)

En el mar de Argos,

Lugar de naufragios

De almas errantes,

Perdí un frasquito,

Licor de Lisalde

Con mis palpitos

Y un laberinto.

Rastree las playas,

Los apeaderos

Donde van las rayas,

Que de mi mente

Son el torturador,

Cada partícula ,

cada tejido

entremetido

de mis sesos,

cada minúsculo

espacio de tiempo

en mi mente impreso,

cada destino

por descubrir,

cada rastro

de vida poblado,

cada partícula mía

de sangre agria

tiene tu sabor,

cada respiro

tu perfume

y tu olor,

cada idea

tu presencia

inevitable,

es mi sangre

la que te lleva

no soy yo,

grabada

con un cincel

en mis amarraderas.

DONDE ALMACENO EL AIRE (30)

Ansío esta noche encontrar,

Tal que luna en vergel de vientos,

En alguna cálida página virtual,

Una mujer  parecida a tu espejo,

Y beber de ella tu manantial.

Y usurpar de ella tu cuerpo.

Presiento más sólo y tuerto,

De los dos ojos y enfermo,

Aún terco como una mula,

Girando la noria sin premura

Y Libertino  de estar libre,

De la liebre que no alcanzo,

Del alcanfor que no tiñe,

Mas que de negro mis zapatos,

Que de tan prietos y ajados,

He concluido andar descalzo.

Te sueño empacando mis sesos,

Entre vientos y escaramuzas,

Reviento en el azúcar de tus pechos

Y por si también eres tierra quisiera

Ser el temblor que sacuda tus cimientos.

Mas si la indiferencia me doliera,

Más de lo natural  y cayera muerto,

Quisiera sin acierto olvidarte,

Abandonarte en cualquier desierto.

Luna de marinero, ojos verdes,

Apeadero de corazones inertes,

Vigilia y desvelo de mis carnes

Guante de lana de mi mano fría,

Utopía de mis quieros y desvelos

Granero donde almaceno el aire.

DESVELO (31)

Sin más dueño que el desvelo

Me recreo en Siracusa

Pues no hay cosa más hermosa

Que viajar en un  tren quieto

Sobre colchas de lino y viento.

Atravesar atardeceres rojos

El pitofio del senado

De la roma republicana

El del insigne Adriano

Bramando puño en alto

Gritando antes muertos

Que al enemigo acobardados.

O la nana de Andrómeda

Al enano de david,

O draculín con colmillos rotos,

Que a falta de sangre,

Llora mientras muerde fotos.

ORDEN CÓSMICO (ocno) (31)

Todo tu orden es perfecto

Me conmueve al nerviosismo

Planetas que cruzan trayectos

Agujeros que son abismos

Amasijos de hierro suspendidos

Precipicios hacia ninguna parte

¿Por que impulso sois movidos

Casiopea, Plutón, Venus, Marte?.

No cabe siquiera imaginarte

Irrupción vital de lo fortuito

¿Cómo en neuronas cercarte?

Eres gigante y estas maldito

Te grito y vilipendio al oído

Y permaneces igual de quieto

Nunca te vi tomar partido

Y te entendí moralmente neutro.

El centro paradójico pienso

Es tu inmensidad sin ser materia

Rompes lindes de espacio y tiempo

La muerte no es en ti una certeza.

Estrellas en enjambres de arena

Esbozan con luz estoicos arqueros

Divagan meteoros dejando estela

Y algunos hombres piden deseos.

No sigues método ni usas apero

Sólo el azar es resorte de vida

Devengas increíblemente violento

Pues tu condición es antinomista.

Lo agrio e inevitable es lo negro

Y el buque sol tu luz maestra

Lo terrible del coloso universo

Es la tentativa de pensamiento.

NOCHE DE AUTOS O EL SUECO (32)

Hasta entonces nuestra vida

bebía de lo dulce y lo amargo

como todo hijo de vecina

cosía heridas y cantaba tangos.

Como amante nunca fui Rambo

sucede que tú tampoco Casilda

pero menos da un perro flaco

o una ristra de bolas chinas.

Tu, carita blanca de niña pija

y tus braguitas de azul lugano

adicta al ritual del vaso y la üija

y loquita de amor por Calamaro.

Paseábamos cogidos de la mano

tanteaba tu falda una suave brisa

si apretaba el calor, Calippo helado

y rambla abajo sin pausa ni prisa.

Arrendamos un piso en Santa Fina

y durante cien noches nos amamos

a las siete el gallo, cortado y oficina

yo parado y barbudo fregaba los platos

Una noche de estrellas amarillas

tal que en juicio la noche de autos

al no dormirme y a pies juntillas

te oí hablar refugiada en el lavabo

Sin ser curioso no fui despistado

memoricé las señas de la cafetería

y el nombre hiriente de aquél fulano

que aún grabado está en mi retina

El buen ladrón roba a buena familia

y doble merito engalana su atraco

pero a un pobretón cara de sardina

no ha de robarle un sueco tan alto.

Con pijama, gorrito y trastornado

agarré el cascanueces de la cocina

descendí al trajín del sub-urbano

allanando al sueco la laguna Estigia

Sorteé al rudo y durmiente vigía

y trepé escalones hasta el asfalto

me fue fácil encontrar la salida

y el bar que él le había indicado

Un haz de monjas escandalizado

puso al punto pies en polvorosa

al ver mi innoble aliño indumentario

y al diablo pintado en mi cara roja

El galán portaba una pérfida rosa

allí estaban, besándose ufanos

parecía ahora mucho más hermosa

él, tras el beso le seca los labios

Parecía un banquero por  perfumado

con ademanes chic de alta estofa

el gesto impasible y descafeinado

me dije “este yupy de mi no se mofa”.

Emprendí hacia él vuelo de raposa

con el cascanueces dentelleando,

en el suelo quedaron sueco y rosa

y en mi mano su género sangrando

Me vi de pronto con eso en la mano

la adúltera y apátrida aullaba llorosa

el sueco retorcíase y aun bramando

juraba en hebreo indescifrable prosa

Lancé el bálano intruso de tal forma

que en la azotea quedó postrado

de un bus urbano de la línea roja

que entre humo arrancaba el paso

Ella un instante quedó cavilando;

-o ando a prisa tras la grandiosa,

herramienta de tan gloriosos actos,

o con mi amante quedo y su rosa-.

Hiciera la bella una u otra cosa

o a la cosa o al sueco sacrificamos

usted o yo hablando en prosa

dejaríamos de lado al bulto amputado

Siendo elegantes y seres humanos

en efecto ella pensó la misma cosa

y dejando de lado al bulto amputado

empredió tras la dicha la línea roja.

Desde prisión escribo esta historia

en la disyuntiva entre amor u orgasmo

todas a una, excepto las monjas,

sanciónelo el rey como ley de rango.

TE VI (33)

Te vi,

Paseabas con el poncho en la mano

Deprisa y segura, bajo tu delicado brazo

Algunos papeles del juzgado a la notaría

Te vi,

No se si más más hermosa todavía

El tiempo acertabas, bien te respetaría,

Confiarías de nuevo la suerte a tu arte

te vi,

como un huracán en la azorada calle

despertabas ovaciones por tu talle

en los oficiales de obra sin camisa

te vi,

acerté cuando pensaba que altiva

jamás cambiarías tu ideas por mi vida

ni mi vieja biblioteca por tu ambición

te vi,

una vez más tenías toda la razón

conseguí al fin sobornar mi corazón

y mudarme al son de la canción política

pero hoy te vi,

y despertó en mi la antigua tristeza

de los días fatales cuando era presa

de la incerteza de tus labios hipotecados

te vi,

y aun callado se me escapó un suspiro

que dejó ir la sed de lo que  pudo haber sido

y que sólo es, un cajón prohibido que no abriré.

ALICIA (34)

No soy coronel y tengo quien me escriba,

Más la escriba remitente no es quien quería ,

mándame ya vida mía la cartilla de la guerra,

siembra flores negras también en mi maceta.

Devuélveme el luto que vestí en tu compañía,

saca mi alegría a rondar ociosa en cofradía,

ilumina  con tu rostro mi alma en prevenda,

véndame los ojos, bésame, devuélveme a la tierra.

Persónate, cúrame ya, sal de tu fotografía,

Prepararé drogaína y el mantel de margaritas,

Alicia, las maravillas que esculpe  tu cuerpo

Me traen a mi tan muerto como el primer día.

HELENA DE TROYA (35)

Helena la bella

Llora y calla

Su cara blanca

Marmórea y sacra

Parece la tapa

De un ataúd.

Cubre su pelo

un velo de tul

un claro azul

de cielo revuelto

es el efecto

que producen

sus ojos .

Tiene esbozos

de sangre ajena

su alma negra,

de sangre negra

su alma Aquea.

Acarrea la pena

De mil muertos:

La arena de troya,

El vasto cetro,

Helena

Se encuentra sóla

En el universo.

Su cuello largo

De garza blanca

Enzarza prismas

Que forman piedras

Traídas para ella

De aquél lugar

Donde las sirenas

A navíos cantan.

MAITINES (36)

La parroquia de los óvalos no supo obrar

Entre cópias apócrifas y el santo grial

Naufragó el clero en  vasos de vino

¿Derecho divino decís? ¿Sanción real?

Granada la mora y sus campos de trigo,

Otoño de sustos, tributos al tribunal,

Orinal y paño mojado para el frío soriano,

Anciano le cedo mi vara y mi orfidal.

Ocupándonos del mar y sus despojos

Perdimos la llave de los jardines,

Terrenales con frutos rojos y cupíes

Y sabanas con flujos de rutina

Y testimonios de siglos de otoños cortos,

Y solos de guitarra en molinete:

Bellaca dame el son de tus violines

Para que yo pueda cantarle a tus ojos

De postín y con carantoñas en retazos

Deposité los legajos de nuestro amor

En el censo de los que mueren por vos

Siendo el último de una serie atroz,

Para ti culebrón, para mi un tiro en el seso.

UNIVERSIDAD (37)

Las hojas tocadas por el sol

En aquél parque tranquilo

Parecían cristalitos dorados,

Aun recuerdo como el viento

Balanceaba de uno a otro lado

Las copas afiladas de los abetos.

Sólo de vez en cuando,

algún pellero universitario

Paseaba con su carpeta roja

Rompiendo la paz de nuestro sueño.

El temple de tus labios

Sosegado, daba paz a mi joven corazón

Que inquieto martilleaba

Como un tambor en carnavales.

Los días que convocaban mani

Quedaban las aulas desoladas

Y habitadas las plazas y calles

Por estudiantes que protestaban

Contra cualquier enmienda del PP.

Tu y yo no entendíamos de nada

Más que de besos y tiernas palabras

De labios apretados y mejillas

Y briznas en los pantalones

Y ropa interior en todos los rincones

Y escarcha en vena si no aparecías.

FIN DE MIS DÍAS (38)

Las noches fumando en la ventana

Son ya tantas que a decir verdad

Empiezo a temer que no aparecerás

Y quedarán mis huesos ad aeternam

En el alféizar de este triste ventanal.

El occipital de mi cráneo ya hueco

Sobre mi vasto esqueleto irregular

Se verá atravesado por el viento

Y habitado de hormigas y humedad

Mientras espero nuestro reencuentro.

Las cuencas donde giraban mis ojos

Siempre rojos por espejo de tus labios

Quedarán por siempre aquí mirando

Aun sin iris, ni retina, ni vista, ni lóbulo,

Dirigidas hacia el sur, siguiendo tus pasos.

Mi esqueleto roído por los puercos años

Permanecerá rígido como espina de pescado

Lleno se muescas como un viejo árbol

Una por cada caricia en mi costado

Como aquél nazareno que crucificaron.

De pronto; que atrevimiento el no ser,

Y permanecer sin embargo esperándote,

Que sutileza un cráneo vacío y de ayer

Lleno de archivos, fotos y garrotes

No corpóreos pero presentes que arden.

Que negra fiesta la mía en la ventana

Compartir el batir de alas de los pájaros

Despilfarrando el tiempo sin hacer nada

Como una de esas figuras de alabastro

En el catastro de los muertos que aun andan.

SILVIA (39)

Silvia silva;

Mientras le hago el amor,

Silvia salvia;

Divinorum et corrupta,

Silvia solfa;

de violín y bandoneón,

Silvia sibila;

Que desnuda desayuna,

Silvia sóla,

No me lo creo ni yo.

Silvia salva,

De la quema incluso a Roma,

Silvia sueña;

Entre playas de cemento,

Silvia salta;

Con sandalias a la comba,

Silvia seña

De amor con linimento

Silvia saliva;

A media luz en la alcoba.

Silvia sátira;

Recita en un baile de máscaras

Silvia secta,

De la recta virtud del pecado,

Silvia sádica

Si hay plástica de caras largas

Silvia sonriendo

Es como un bombón envenenado

Silvia salina

De cal o arena según las cartas.

ATENEA (40)

Anduve nadando en lagunas de estaño,

Desde luego, sin pretenderlo acaso,

Me alegré al ver las miserias ajenas.

Recién te dio por acelerar el paso,

Ante la crónica de una muerte anunciando,

Lo mencionado en anteriores entregas.

Siendo los dos losa de eslabones perdidos,

Siendo sapos que gorgotean henchidos

El gotagota de las mentiras que trinan,

El gorjeo añil de dos pajaros mojados,

Que en distintos nidos y acatarrados,

Toman aviones de papel que no vuelan

Perdido ya el tren que conduce al paraíso,

Pusimos rumbo a Itaca que sin ser lo mismo

Es bonito y tiene vistas y el mar te rodea.

Allí ocupamos un céntrico y modesto piso

Y en la fachada más alta colgué del friso

Una pancarta: vivo con la misma Atenea.

Atenea y su rubia melena

eran la afamada panacea

sueño preferido de cualquier mortal.

Que chasco, si tu supieras,

que era una rubia cualquiera,

ni más guapa ni más fea que las demás

El tiempo como un dictador hizo resumen,

De improperios un tosco volumen

Habíamos repleto sin escribir una sola letra.

En la balanza que pondera pesa el crimen

Del tanto al duplo más que los magazines

Con daguerrotipos de amor a manos llenas.

Para llorar lo vivido utilicé unos Cleanex

Y las crines de un caballo en balancines

Para huir en vano de sus trucos de trilera,

Tan lento anduve y jugando al despiste

Que allende los mares, en los confines,

De la patagonia perdí de plástico una joya.

Atenea y su rubia melena

Eran de cubierta la bandera

Barco que cualquiera quisiera tripular.

Que chasco si tu supieras

Que el casco incluía grietas

Que vaciaban su mollera de sal.

EN OCASIONES (41)

En ocasiones encamado impreco a dios

Incentivándole a existir, a curarme este dolor

Que no me deja vivir, pero jamás apareció.

En ocasiones me descubro enfermo

Y sólo quiero pastillas, para huir del infierno

De esta esquizofrenia, aunque sea al limbo.

En ocasiones una fina tela de juicio

Extendida sobre mi, me rebana el quicio

Y sin saber que decir, me enclaustro en mi mismo.

En asiduas ocasiones termino siniestro

Por mirar al retrovisor, y no se ir recto

Y donde encierro al dolor hay un agujero.

En ocasiones temo por mi vida y parapeto,

Al rufián que soy mediante orden de alejamiento

De mi mismo, y así me tengo contento.

En ocasiones diarias castigo mi cuerpo,

Con terco ejercicio para arrugar mi cerebro,

Para contraida la rábia al menos matar al perro.

En ocasiones la posición del astro mayor

Entama mi vista, y donde sólo hay ácidos

Descubro pistas de asilvestrados dinosaurios

En ocasiones me inclino al letargo,

Para no ver mantengo los ojos cerrados

O gasto binóculos de cristal muy opaco.

CONCHA Y SU CONCHA (42)

No recuerdo los pechos de concha,

Pero ancha recuerdo su concha,

Y linimentos manchando mi tocha,

En contratempo  su judía pocha

Mi fresno tieso engacha y escamocha

En la cancha de amor de concha,

Se derrama una mancha y agacha

blancas cachas que me enchochan,

Y la última tacha fumo a pachas

Empachado de tanta concha.

SALVIA (43)

Savia de Salvia sabia

Me salva de Silvia (silvante sílfide sibilina)

Salvas de silvos silentes; silenciados.

GRANJA DE IDIOTAS TV (44)

Creo que fue en el noventa y siete

Cuando la guerra del petrodólar

Fue Año de angostas temperaturas

De esos granizos que desbrozan

Hasta la fe y la mitra de los curas

La vida política era convulsa

El gran muro se había desecho

Pero otro muros cimentaban

Sollozos de rabinos en lamento

Con sus tocas y largas barbas

Enrolladas por si el caldo…

Nada de puerco no hay manera

De que prueben unos callos

Con las calzas al fresco los nativos

De aquí y de alli o en los desiertos

Áridos y de agua desprovistos

Erraban en busca de alimentos

Entre esqueletos de ñus muertos.

En el noticiero de telecinco

El ruiseñor dio sus últimos tonos

Nosecual torero era recibido

En el ruedo con bragas y sostenes

Y gritaban las mujeres ven conmigo

Bríndame a mi tus estoques y vaivenes

Entretanto un verano azul descolorido

Saboreando el primer ful en los laureles

Con pancho, Piraña y sus biciclos

Meditaba yo que lo de chanquete,

Que fue muerte natural según se dijo,

Gobernando ya la audiencia en la tele

Podía no haber sido un accidente

Pues un Gran Hermano tomo su sitio

Y el marino y la pintora y el gordete

Y su barca, gorra y pipa de marino

Relegadas al formato uve hache ese

Quedaron para las gasolineras.

MEMORIAS DE LA ANTÁRTIDA (45)

A sábicas que no soy tan buen ladrón como para tu cartera,

Con tan poquita tela que cortarte y enredarte a estas alturas,

Y además con garapullos de cobarde, te pido dos cervezas.

Tu sonríes de media comisura, y embelesas con una mueca

A mi cabeza en la luna, invitándole a otra vuelca de tuerca,

Y la da desde luego, y me contento con verte desde ahí fuera.

De suerte si la hierba es buena, fragua mi ingenio aventuras

Y me pienso un censo de mujeres bellas;  Marylin, Ella Fitgerald;

Julieta, Cleopatra, Eva;  Mona Lisa, Kim Básinger, La magdalena.

A resultas que en todas ellas, aun cotizando su hermosura,

Y tantas veces retratadas en escorzo y aun en literatura,

No hallo en su figura más clamor que en tu larga melena.

Ante el agravio un tanto injusto de tener ellas un álbum,

Un reconocimiento público in memoriam de su belleza,

Escribo estas líneas en protesta, ebrio y discrepando,

Y juro ante notario que eres más hermosa que cualquiera.

Sucede, que al no hallar en el globo ojos a la par de los tuyos,

Que miran así tan duro, y grandes y andaluzados cual cordobesa,

Que no besan más que al suertudo que en casa despierto espera,

Y es un orgullo, una proeza, y esto último también me embelesa.

Pues es hercúleo el trabajo de desmirar cuantas miradas absorbentes,

Y te cansa y debes de estar harta, de tanta pupila hambrienta

buscando tu piercing de sirena, tu rabadilla tatuada con motivos

trivales, y por este motivo yo suspiro y me doy media vuelta.

Me hacino en la barra, enciendo un cigarro, entablo conmigo

Íntimas conversaciones, practico la indiferencia, frunzo una ceja,

Otro cigarro que humea y cuan paradójico es el género humano,

Apuesto que cualquier ferroviario sabe del amor más que el poeta.

Al ser tan generosa y de corazón grande, al vernos tan pobretones

A un servidor Sancho, y a mi compay Don Quijote, nos tratas

de etiqueta, dibujando la treta a expensas del común que dirán,

nos cuelas dos cervezas por el gañote, sin que te vea el de la coleta.

Me incorporo, regreso del platonismo con que aquieto las ideas,

A través del ancho cristal se ve el mar que es laberíntico,

si en los bises y a media luz ponen a Fito, te miro y de papel

me vuelvo, y casi pareciera que vivo para tener algo contigo.

Dicen que se ahoga más gente en los vasos que en las mareas,

Y cuatro años de tercos naufragios van con bandera apátrida,

Cuatro años de buscar tu mirada entre el hueco de las cabezas,

Al son de guitarras talegueras, en este islote que llaman Antártida.

PROSEMA (46)

Vacilantes yerran coquetas hermosas damas calle de la Unión arriba,

Embriagadas de si mismas y alcohol como sirenas en arena se tambalean,

Tantean sus faldas cimbreándose la cadera en molinillos,

Ojos masoterápicos que acarician cuando miran cuanto tocan,

Saben siempre su lado bueno, no se andan con chupadorcillos;

O eso, o; auto descapotable, casona, noble cuna y agimnasiados.  .

Así los prefieren, la mollera de sal les da igual si vacía o llena,

Luego ven televisión y engordan hasta el día último ese nosequé de las trompetas.

Pero sonríen, se amapolan y sonríen, se perfuman los pinrreles incluso,

Y la uñas y se bañan, también la ropa interior perfumada; labios carminados.

Extraños palillos ,como esos de los chinos llevándose el sushi a la boca,

Colocan eso, dos más simétrico que uno, eso engarzando su cabellodorado.

Ella también con eso y ondulábaselo con algo creo caliente moldeando sus rizos,

Me temo que padecía de perfeccionismo, el hechizo les hace sentirse más seguras,

Hechidando a otros bordones cuando la huelga conmigo de piernas cruzadas,

Sacando a paseo al conejo hechizérrimo de la chistera a pastar menos familiares pastos.

LUNA TRISTE (47)

No soportaba verla marchar tan triste

Cada vez por el hueco de la escalera

Cada uno de sus pasos era dado firme

pisando las ruinas de un sueño de cera

Tiene dibujada en sus ojos cenicientos

La mirada de una niña asustada

Que acaricia sollozando al perro muerto

Que antes le dio una dentellada

Su pelo negro es el desvelo

De mil noches de almohada

Fue Quevedo quien de la luna

Dijo que también sangra

Algunas veces cuando la vida

Se deja entre puñaladas

Sueña con venideras alegrías

Cuando las cosas vengan rodadas

Allí hay lejanas playas de algodón

Donde gaviotas beben del azúcar

Donde el amor es esa canción

En soledad pero acompañada.

Su pelo negro es el atavio

Quemado y arenoso de la batalla

Fue Quevedo quien de la luna

Dijo que también sangra

Lleva un bolso casi vacío

Con rimel y algunos escritos

Con tinta indeleble de amorios

Efímeros como un beso

Cada valle de su cuerpo

Dos cimas y dos fuentes

Harto caminadas por transeúntes

Ya ausentes a la hora del desayuno.

DAGUERROTIPO DE FAMILIA CON MASCOTA (48)

(Para Quim y Patri)

Andaban a la velocidad del paso humano,

Abonados del lado menos soleado de la acera,

Paseaban un lanudo Focksterriere blanco,

Rescatado del excedente de una perrera.

Él practicaba la disciplina del callado,

El bálsamo, la quietud de la lectura,

En tiempos maltrataba en la alameda del Collado,

Un guitarrón desafinado, con mástil de casa Lucas.

Ella, una loca más cuerda que un pecado,

Con pecas hasta en la nuca y chupa de corte americano,

Viajera asidua del tren de las cuatro, y chirucas

Y una tos, y un reparto de taquicardias al ciudadano.

Una noche a las diez de la mañana,

Bajo el umbral de un bar crepusculario,

Vieron partir una bandada,

De golondrinas con sus nombres huyendo del calendario,

Hacia las cumbres del Indostán.

Y ahí están,

Viendo televisión,

Que no es un horror,

Si se ve en buena compañía,

Sin Parises ni New York´s,

Ni anillos de ficciones,

Ni estrenos de moda;

Un Dos de corazones,

Un perro, dos gatos

Y un litro de Coca-Cola.

Lo más cercano al cielo es un sobreático,

Aspirando a alzar el vuelo de la higuera,

También tenían sus reyertas sus querellas sus orgasmos

Si en el exordio no hay engaño, mal puede haber desengaños

Asociados a un selecto circulo secreto,

De palabras apropiadas ya en los bises,

Ella lee una novela de arte post-Homérico

Él es socio del “Club des Hashisenses”.

Si los años no tuvieran tantos meses,

Si jamás llegara aquél Septiembre, ni el silbato de aquél tren,

No los vería a los dos haciendo eses,

Cada uno en distinta ciudad.

Y ahí están,

Viendo Televisión,

Que no es un horror

Si se ve en buena compañía.

Sin Parises ni New york´s,

Ni anillos de ficción,

Ni estrenos de moda;

Todo corazón,

Un perro, dos gatos

Y un litro de Coca-Cola.

Un Enfermo (49)

Hay un encuentro que no se propició

Hay un cadáver en el sobreático

Hay un ganglio linfático

De esos que creo tener.

Hay un infierno lejos de Rubí

Hay un Valladolid en esta Barcelona

Cada vez que no estás aquí.

Hay un cajón Irlandés colmado

De varias píldoras de colores

Hay olores a través de la ventana

De lavanda en la ropa tendida

Parece que hay vida en las otras casas.

Hay un reloj de estación detenido

En dos meses hará un año

Hay un daño por prejuicios

Sin redimir a pesar de los vicios

Que pongo por medio para olvidarte.

Hay una voz rota que no permite cantar

Hay una virgen que no es tal ni deja que le recen

Hay un cortejo de musas que no aparecen

Hay grumos de cemento en el paladar

Hay un asesino que no mata por cobarde

Ni una tarde sin suicidio ni almanaque

Hay un coche derrapando en la glorieta

Hay neones en cada esquina de esta ciudad

Y una bacanal y una orgía y una cama nido

A la que nunca he sido invitado muy a mi pesar.

Hay Clorhidratos y Fosfatos y perlita

Para esta maría que no da el estirón

Hay un Madrid y un pozuelo de Alarcón,

Un Colmenar Viejo de pellejo aspero,

Donde cada cinco de Febrero te esperan tus abuelos.

Hay un Teatro en Paralelo representando

“El enfermo imaginario” de Moliere,

Hay unos enfermizos labios que sonríen,

Al acomodador estrictamente de rojo,

Hay unos ojos que se encelan por tal gesto.

Hay un enfermo imaginándose la escena,

Con una fiambrera cenando sólo en un ático

Vomitando recuerdos inflamados de benceno

a la luz frugal de esta luna postrera.

TODO AL VEINTIDÓS (50)

Pacte con yenishé

diablo harto resuelto

Veintidós te apuesto

Que sin embido la tendré

Giró la rueda

Formo silueta

De rojo y negro

Centrífugo, centrífugo

Mis ojos

Dos circulos

En espejos cóncavos

Troncaban

Barbitúricos inyectados

Viendo girar, viendo girar

La ruleta del casino

Tintineante sugirió

El ribete curvoso

Del número veitidós

Cesó el girar, ceso el girar

La nombré dos veces

En mi sinestesia

La grité todo

Y en labios como pétalos

De las cosas rotas

Pastora de hombres

Sobre de azúcar

Negra viudedad

De la araña aquella

Que dolió en Nepal

Primera imprenta

En dejar impronta

Conductora de lobos

Soy y seré Tracia

Y Samotracia Egea

Si tu quisieras, si tu quisieras

Del tapete marino

Verde como un sol

Que es un títere

Purpúreo de los niños

Arrojé mi caletre

El cubil de signos

Y salió el veintidós.

VOMIT (51)

Paso uno, coger un tren

Lo más lejos posible

A poder ser, de la gente.

Buscar un lugar,

Aparcar el cuerpo,

Y soñar con lo vivido.

La vida es un fisura,

Un roto de pantalón,

Una mala caricatura,

Un siete en el corazón.

Y  no quiero repetir,

Este film de chichinabo,

Y si acabo por vomitar,

No quiero estar acompañado.

Eso es todo lo querido,

Este vomito podrido,

Y lo que ha de venir,

Se que será así.

No encontraré la chica,

No conoceré África,

No viajaré con tostarrica,

Ni premiarán mi canción,

Todo lo mejor en este rincón;

Vomita que te vomita.

Todos son hipócritas,

Ni uno vale un chavo,

Ni el primero ni el octavo,

Ni el que hace la risa.

Los coños purpurinos

No son selectivos,

Todo da lo mismo

Hoy yo mañana el vecino,

Y en ese mundo vivimos

Y en ese mundo vomito.

No estoy adentro mio,

Pero no perderé el tiempo,

Mercaderes del aplauso,

escribiendo en este trasto

todo lo que vomito.

TRATADO DE REFLEXIÓN IV (52)

Si el hombre es sólo un experimento

El tiempo demostrará si valió la pena

La infame criatura que ahora habla

Es un prólogo de lo aún venidero

Cada acción diaria parapetada

En la cámara secreta es un nudo

Engarzado en el pecho del actor

Que pasea alrededor del mundo

Del azote de Jerusalén al verde Oporto

Uno sólo es lo que ha sido y coño

De haberlo sabido hubiera elegido

Preparar el papel de un nuevo porro.

GAMBAS AL AJILLO (53)

Vi asomar su larga pierna

por el hueco de las cortinas

movía un juego de caderas

tatuadas por Moabitas

Iba puesta de anfetaminas

tenía la mirada alocada

así ciega –me decía-

pasa más rápido la jornada.

Yo sabía que era la vida

más puta para las putas

que para el poeta de juglaría

aún sin tener este minutas

Yo asentía por respeto

a cuanto ella me decía

la oculté mi indiferencia

por los traumas de la vida

Las gambas al ajillo no son para vampiros

Si has estado en el infierno

poco da lo que hay afuera

sólo salvas tu blanco culo

del fuego de las calderas

Le dio las llaves un chulo

yo le di algunas monedas

yo le hubiera dado todo

además de cuatro duros

Escudriñé aquel cuartucho

de la ruta del viejo Soho

yo estaba un tanto absorto

quería entrar en esos ojos

Me introdujo que ella hacía

antes de llegar a Londres

los franceses más notorios

de toda la  Rumania

Con bochorno lo imaginé

su pasado de vampira

de los Cárpatos a Bucarest

Transilvana o alpina

Las gambas al ajillo no son para vampiros

Sonaron en la lejanía

los Badajos del Big Ben

eran las doce del mediodía

de aquella  noche fetén

Yacía sobre mi muy bien

mire su pecho y observé

que aquél cristo de oro de ley

se había vuelto del revés.

Retrocedí y me asusté

sangre tenía en los ojos

y le brotaron unos colmillos

con manchas de café.

Había leído en los libros

como tratar a las vampiras

saqué del bolsillo del medio

mi estaca firme de Alcina

 Las gambas al ajillo no son para vampiros

Me dijo -que vas ha hacer

estás dándome miedo-

al verme blandir

el tamañoso aparejo

En un impulso eléctrico

le clave la estaca

intestino adentro

hasta la misma alma

Profirió gritos groseros

en lengua moldava

y de sus omoplatos

vi crecer unas alas

Entre todos esos gritos

se me caía la baba

mordió mi carótida

mientras me derramaba

Las gambas al ajillo no son para vampiros

Ven conmigo papito

te llevaré a mi casa

olvidarás a tu mujer,

los nudos que te atan

Tus celos y tus canas,

la gente y su idotez

y esa barra americana

donde bebes tu parné

Asqueado como estaba

del melodrama aquél

existencia vacua

de un mundo de pincel

Iré en pos de ti vampira

y extendió negras alas

sobrevolamos el Tamesis

camino de Transilvania

Las gambas al ajillo no son para vampiros

Dejando de espaldas

su prostíbulo y mi casa

la ciudad intoxicada

de aduladores de arañas

Pero – dijo la fatiga-

menester es la parada

para llenar la barriga

y aterrizamos en Praga

En plaza Estaromestská

tenían pesca fresca

pedimos como los ricos

unas gambas al ajillo

Te salen sarpullidos

¿pero que coño te pasa?

creo que es el ajillo

se te esta hinchando la cara

Las gambas al ajillo no son para vampiros

Y con gran estallido

se volatilizó

salpicando a los vecinos

de las mesas de alrededor

Entendí que en un suspiro

mueren los seres queridos

ella era unas cenizas

y yo estaba hecho polvo

Volví a casa al otro día

estaba el volvo amarillo

mi mujer hecha una furia

por haber desaparecido

Me cayó una gran bronca

me lanzó unos ladrillos

después le hice la cena:

Unas gambas al anillo

MI CRUEL ENCIERRO (54)

Versos sin terminar

Dientes de piano

Vestido cuadrado

Flor de piedra

Pirata de piscina

retiro azor

Cajita amarilla

¡Alá es Mescalina!

Palabras gratas

Gafas de pasta

Pasta y tomate

De sazón brava

Una traslación

Casi un lustro

Tranki-machine

Y ve el fútbol

Pero sonó al fin

Añeja esperanza

Tiembla el timbre

de frío y añoranza.

Una balanza,

Restos de nácar

A un lado tus ojos

Al otro el mundo,

Que es nada.

REPÜBLICA, 1789 (55)

La guillotina, guillotine en la France,

Cayó sobre las tablas del patíbulo,

Dejando atrás una cabeza que botó,

Formando un círculo de sangre.

Alguien la tiene en brazos y besa,

Los párpados de morado intenso,

Los sesos sacros pues falló el tano,

El tiro sin tino del encapuzado,

Una fabada borboteante, soez.

El concurso escupe al negro capuz,

Claman luz de justicia, equidad,

Pero no hay tal cosa, sacos de sosa

Son arrojados a limpiar el suelo

No se discute al rey voz mediante,

Ni un solo escrito a fuer de protesta,

O a la cesta caeran las cabezas,

Del filo plateado de la guillotina.

Nadie evada un diezmo pues quiero

Para mi la gloria y la dicha y el cobre

Que la pleble, por déficit de relieve

En el córtex, de jondos azadones

En la tierra y besos en mis cojones.

Majestad –dice el lacayo- asome,

Venga asome, mire, y tras el ajimez,

Una horda de civiles y bastones,

Con antorchas da fulgor al cielo negro.

Aquella noche de urracas y lechuzas,

cayó, rara avis, una cabeza por derecho,

el fin dio licencia a los medios al grito;

“al rey lo que es del rey”, y maulló el filo,

orvuá ius divino,  y contestó amén.

 

AMERICAN  PSYCHO (56)

Recuerdo que estaba ultimando un cortado

Sentado en aquella mesa de sobre marmóreo

Sobre esta la página cuatro, recién impreso,

El noticiero republicano Daily post.

Un enorme encabezado negrita reza:

“Serie de goliárdicos crímenes en California”

y a línea seguida, “ la policía sopesa

la presunta autoría de una joven desaparecida»

Nueve de la noche en Santa Fe,

un rifle del 45 es cuidadosamente lustrado

y enfundado después,

en una manguita de almacenes Harrod´s

con asa de látex.

Lamenta el psiquiatra que debió sospechar,

según jura,

era una chica muy dispuesta y segura

a conseguir,

a cualquier precio la becaría vacante

un puesto,

y debí preguntarle que hacía en mi consulta

no cobro minuta a la

Psicópata Americana, guante de lana, guadaña de Rimel

Psicópata Americana, minifalda con balas y perfume

Psicópata Americana, sangre en la almohada,

Sólo una delgada luna amarilla, corteza de limón,

Contempla las tretas de la Psicópata americana.

 

El teniente con mirada censora

Y rostro apuntalado

Escruta el cuerpo de Lorena Otalora

Que está colgado

Como un fiambre del techo de la alcoba

De la residencia mixta

De la universidad criminológica de California

Una bolsa

Provoca la asfixia, un tijera en plena arteria,

O la horca,

Un beso de Marylin y un puñal de Jason

Su “modus operandi”

Con una Copa de brandy contempla el cadáver

Las huellas borradas

Santo y seña de la…

Psicópata americana, guante de lana, guadaña de Rimel

Psicópata americana, nirvana de cristales y sesos,

Psicópata Americana, para matar se puso corbata,

Y un disco de jazz donde Aleta grazna,

mordisqueando un mechón de cabello

Sofoca los nervios  la psicópata americana.

CENIZA (57)

“No quiero pedir disculpas

Por esta culpa que me abruma

La luna no protesta y me pregunto…

¿Qué será esta impostura

Para la ingente galaxia?

Sin duda una burla,

Una nimiedad, una diminuta humedad

En la gran fachada del cosmos”

Todos los rostros

Que se precian de bonitos;

Son ceniza.

Todos los tratados,

La captación de abajo-firmantes,

Las empresas por fin logradas;

Son ceniza.

Los alquileres devengados,

El protocolo de Kioto,

La prisa por llegar a alguna parte,

Los modales ,la risa juvenil

De la señorita de la mesa de enfrente;

Es ceniza

Los paseos campestres anhelando sentir,

Los films de Tarantino, el camino de Delibes,

El Quijano de Alonso, las comisarías llenas de esposas,

Cada una de las losas de los goliardos edificios del Arenal,

El carné por puntos, la suciedad que siempre persiste,

Los chismes lanzados en el patio de luces,

El amor a los nuestros, la enfermedad que llegará,

El Artista del Trapecio, el preso encarcelado que ayuna,

La amnistía, las huelgas, las leyes retroactivas y sus costuras,

Son ceniza

El mono de la planta africana,

Los Enciclopedistas o Newton,

El postulado de la compensación,

La evolución reptil en las Galápagos,

Los rayos fulgurantes en las noches de tormenta,

El cuerpo de bomberos, La New Orleáns extinta,

La lagrimilla que sofocaste a Lorena con un te quiero,

La droga y el Rock & Roll, los vericuetos del casco viejo

La paloma torcaz  y graznante de la repisa,

Los viandantes y los durmientes de los cajeros;

Son ceniza.

Ronald Reegan y Matilde la de los ultramarinos,

Las pasas de Corinto, la elevada monarquía y la honrada plebe

La pebetera de Silvia y sus mechones guardados

El ratoncito Pérez, los Salmos Responsoriales,

Las tarjetas postales a vuelta de correo,

El zimbreo de ella subiendo los escalones,

Los talones en blanco,  el asfaltador de carreteras,

El Impuesto Nacional sobre la Renta y el I.B.I,

Las hipotecas octogenarias, las canas primeras

Y las primeras al aire sobre el Malecón,

Aquella larga cola de jineteras con todo su patamen,

Y el dictado de la Razón opuesto al naturalismo,

Y el aprisco del tío Ricardo y el Cinismo de la tevisión,

El puente de san Francisco y el del Bósforo,

El coro de Viena y las Góndolas a remo,

La traslación, la imantación de los polos

Tomada en laboratorios de Victoria Land

Es ceniza

Torcuato y los prestidigitadores,

Los olores a falta de fiambre, el hambre,

La polución y este aire viciado de tristeza,

La corteza del árbol de nuestras muescas,

Las reservas de animales de presa,

Los sismógrafos de Estambul y las tectónicas,

El impertérrito indefinido y el tiempo que es oro,

El Gerundio, estar en las batuecas, el decoro,

Los demiurgos y también el Nazareno,

El Buda lozano o por el contrario la cienciología,

El común “que dura es la vida”, los “sin embargos”,

Los “ojalases”,  los “nuncas”, los “por fines”, los “te quieros”.

Son ceniza

Acaso todo lo entama este polvo, este resto,

Que puede quedarnos más que afanar una urna,

Pagar unas plañideras, y enfilar Montjuic arriba,

con aplomo de héroes de hojalata o  mucho mejor,

robar los claveles de un muerto,

y dárselos a la primera que consienta nuestra mirada.

ENSUEÑOS DE OPIO (58)

Aún queda algo de ayer

Mas no alcanzará la noche,

Mediando esto, raudo cruzo el parque,

El palacete de piedra blanca

Las arcas que las ramas

Forman como hechiceras

Formas raras, draconianas,

Sorteo los autos impasible,

Porque anhelo lo que busco,

No huelo más que su perfume,

Africano y huevoso,

Llevo la quijada prieta

Por ende el cráneo abultado

Por que busco el milagro

Ausentarme del trajín mundano

Enrollado en un papel,

Figurarme bajo el humo blanco

Donde Susana y los viejos,

Donde Tinttoreto, o escondido

Tras el Saturno que engulle niños,

Donde se hacinan los relámpagos

En el angar de los truenos,

Allí donde los sesos, traviesos

Como grande es el mundo,

Convierten lo futurible en táctil,

Trastocan el color de la pared

Operando en nuestras pupilas,

Allí en Codeína ,o en la islita

De los transilium cuyas playas,

Según juran, te procuran la aventura

Del letargo más ominoso,

La ultima ingesta es una cueva,

Encuéntrala , y hallarás la felicidad,

Me cuentan que es una virgen

De mirada colosal y sonrisa fausta,

Rodeada de sapos y fuentes,

Y una cruz de farmacia verde,

Sobre el estante en bateria,

O en la rebotica en un cajón,

En formato de 100 miligramos

No es ningunería, cura las heridas del azar,

Es una santa, una bruja, una beata,

Una caja de fluoxetina, o Prozac.

Pero hoy no hay tu tía,

En el bargueño sólo hay prospectos,

Y la alacena está vacía,

De abyectos comejenes negros

Y la gitana vecina de la barriada

la del timbre con una cruz,

marcado a navaja por la policía,

no tiene luz.

Entonces, enfilado en una nube,

Bajo el capuz de los verdugos,

Veo a dios con gesto hilarante

Tensar una cuerda de esparto,

Custodiado por agentes de Prosegur,

Con gorra, botas de caña alta,

Con enormes porras dirigidas hacia mí.

Ante la segura espadaña,

Huyo a prisa tras el sanedrín,

Un médico aquí por favor,

Iré a la mezquita, un sanador,

Un orador taoísta, conocido mio,

Que es alquimista de lo inmombrable,

Llamarle a prisa,

responde al nombre de ruano.

Pero él ya está adentro, de rayas,

Alguién detuvo al caminante,

Andurrileante y cazcaleante ruano,

Al fabricante de sueños en probeta,

Alcibíades anacoreta camello y objetor

que sabe que en este falso Erín

hay cosas que ayudan a vivir,

esas mismas que ayer tarde,

volcadas con desaire sobre la mesa

del comisario en jefe,

sirvieron para imputarle,

serán seis meses a la sombra

sin ver el brillo del sol

en el cabello de una mujer.

La calle que ando pisando

No me toca de cerca, hay un vidrio,

Entre yo mismo y este ruido,

Entre estas gentes que desconozco,

Sus polvorines y entreveros,

El consentimiento ciudadano,

El orgullo de su propia existencia,

De una vida a mi juicio mezquina,

Inconsciente y de Carrefour,

De trajinar por inercia,

De ocio acomplejado y con semáforos.

Pero también abundan Nubligones,

Y  hordas de noctámbulos,

escudriñadores pícaros

al quite por si salta la liebre

o la luz azul de la patrulla,

los caleteros previamente

se enfundan sus guantes,

hay odaliscas de un chulo,

bajo el farol de la casa de citas,

la plazoleta oblicua de gladiolos

y cientos de millones de bazares chinos

donde comprar una bolita de opio.

OJOS PARA UN PINTOR (59)

( A mi particular unicornio azul, sin quererlo ver perdido)

Creo en ti como algo puro,

Aunque sé que es cosa mía,

Eres un óleo pintado a seso,

Pero carajo, eres el óleo más bonito.

Como eres impalpable,

Casi ubicua, sólo sueño con figurarte,

Besándome como de mentira,

Con la máscara veneciana.

Como asir a lo imposible,

Como encender fuego en el agua,

Desconocerte pero abrazarte

Y así entendieras el idioma de mi sangre

Quiero sumirme en tus ojos,

Como explorar el océano,

Ser el batíscafo, mirar tu sangre

Como si en el mar, como tenerte.

Dos o tres segundos,

Estar adentro tuyo, vientre acariciando,

Llegar a tiempo, estallar juntos.

Al cabo un ramito de rosas,

Sobornar al jardinero para que tuvieras todas,

Y de esto me consideraste como uno más,

Otro reptil seseando, otro de más.

La estafeta de correos abierta,

Ambarina, lancé mi carta,

Buzón adentro, es todo lo que soy.

Paseo por su estomago,

Como un jinete bravo,

Muerdo sus labios que son,

El son que quise para mi.

Pero ya se van, entre viento,

Rozando las braguitas su esqueleto,

Su carne que mordisqueé, lamí,

Soñé, eyaculé en los pétalos de su pecho rosa.

Y que decir tienen sus ojos,

Sabiéndome cobarde, presuntuoso,

Al no escribir de ellos primero,

Al recordar antes sus pechos,

Y por ello van celosos, como gatos.

Pues que son el mar, valga redundar,

Como te dicen todos, pero es verdad,

Son el mar, y yo quiero ser agua en este instante.

Moler las olas, ser feliz, hallando su color,

Con precisión de analítico de probeta,

Hallar el color de tus ojos y después,

Retratarte preciosa, eternizarte extra-mundo.

Como el Greco, como Leonardo o Zurbarán,

Que sea un presente a los hombres que vendrán,

Que conozcan que hubo un tiempo

Habitado por unos ojos, no grandes sino colosos,

Que sintetizaron todo lo bello,

Todo lo hermoso, toda la lindeza que cupo en esta tierra.

EL SILVA (60)

Hoy comeremos viento, que tristeza,

Migajas de la mesa social,

Hoy jueves el mercado lo desecha,

Tomates feos, acelgas pochas,

Lácteos que rayan la caducidad.

El Silva cuenta algunas travesuras,

A un cuatayo del parque de la ciudad,

Barba cervantina, ningún quehacer para ver,

Menos que casi todo, porta sombrero de ala corta,

Al atardecer capea la piel jugando a la sota.

Que vida no fuera para jugársela,

Agradecido al sol por asomar,

Esputar al viento cayera donde caiga,

Canturreando un sapo, enfilar la nacional.

Un bordón luengo le hace de pierna,

De tripas el corazón, su voz arrecia,

Aullando a la luna su adulterio conyugal,

Se enteró que se acuesta,

Con el primero que la quiera mirar.

Que El Silva no mienta no es verdad,

Es bobería la sopa boba y su alcoba,

Grosso modo el universo, la boveda celestial,

La herrumbre alcantarilla en primera línea de mar.

Mendicante y lo digo, fue a cuenta de señora,

Un pingo de mala mujer, ahora señora “de”,

Notario por su puesto, ella lo quiso querer,

Se lamenta y va a prender, sobre la lija la cerilla.

Me arruiné a los casinos, al vino me arrojé,

Para achaques y limpia besos siempre amigo,

Ahora duermo entre cartones, en el barrio de Lavapiés,

Cuidándome el chasis, de tan múltiples afecciones.

Con más de sesenta tacos curtidos,

Martilleando espolones, dando guerra,

Ya despierta ronco como el tractocarro,

En la helada y desigual contrato,

De los de atrás de las dos Españas.

Ahora ajuma un cigarro cual si el último,

Apaña un bebistrajo y llama al pan –vino-,

Divino tesoro a la juventud, al tiempo que tres niños,

Encabriolan pateando unas latas de vidrio,

Y en la trápala de sonido, ve el silva la vida pasar.

LA SEGUNDA MEJOR CAMA (61)

Con un beso de cenizas

Has besado tú mi boca,

Con ardorosa folgación

Habla Zaratustra y me azuza;

– La connaturalización aminora las atrocidades –

Mas lo atroz se había

Levantado una casa,

Thor el perro luengo

Lo supo de antes que yo;

Huroneó en sus canotíes.

– Al tiempo una elástica, adarga de tripa de buey,

Mataniños nombrada, probaba que anduvo tu vientre adentro –

Al cabo del aguacero,

Del aceite espermanceti,

Así tras la entonación

Del puta más que puta,

Patas arriba, vergonzante;

– Lo mayor quedó probado con lo menor –

Con visaje interrogativo

En la amada cabeza,

Con gesto grave contempla

Los anillos anulares de Saturno;

La aparición de una estrella.

– Como una fotografía con fogonazo de magnesio,

Allende el lecho, asoma el enjundio; Bravuconeador –

Suavemente con su lengua

La criatura desorejada,

Acalado de impostor,

Rozado había el pabellón,

En la oreja de mi amada;

Desdichada gibosidad.

– Bravuconeador “Le fécondateur desatado había mil lluvias,

Que todo lo impregnarían, mil chanzas impúdicas –

Del arcano trono del clan de los Milesios,

Fui presto empellado, a esclavo de los sirvientes de los siervos.

De la tierra que mana leche y monises, tirandome coces Húsrum,

Me arrojó a la inoportuna segunda mejor cama.

Dos multiplicado por dos,

Lo dado dividido por la mitad,

Es verdad que es el doble de uno,

Mas ninguneando el astrolabio,

Uno mas uno a menudo suman tres.

Anhelo en tal instante,

Escarnizado y desollado,

Aparcero desahuciado

Del barbecho de su monte,

Huir, partir raudo y torquemado,

Al estado libre del Congo.

– ¡ Oh, pobre Robinsón Crusoe ¡ ¿cómo pudiste hacerlo?

Mas todo viernes entierra a su jueves, en los picachos sombríos

De las apiñadas montañas, en la cueva negra donde mora el quebrantahuesos –

Reparé de esta guisa,

Pecho meditabundo,

El serpenteo gorgoteante,

Riachuelo que en su curso,

Murmulla, si bien riñendo

Con los obstáculos petrosos.

– Toda su belleza prístina prodigué, pero la vida ha de seguir

Como la chica gabarra, agitada en los azules dominios de Neptuno;

Poeta fui en el delirio –

Buscando agord:

– Mba´eteko* Telúrico!,

– Nde´ra!, Mo´opio va´icho*

Mientras mace la locura,

En oblongos ácidos,

Alegría en cubierta pelicular,

Para palidez de los seres humanos.

– Telúrico: Es este el único caballo de todo Madrid que no ha perdido una carrera. No es un caballo del montón. Deberías montarlo, domarlo, pero cuídate en la doma de no ser tu mismo el domado. Así se pierden las carreras. La vida. –

CALLE (62)

Tomé la calle de la estación abajo

ambulantes habían tocando música

y el badajo de la latina también

olía a barril, a periódico mojado

sol amable sobre los viandantes

no se viándan más que del aire

en el mercado junto al teatro

una chicuela me da “la farola”

morocha no suena el cobre

prueba con ese gentil hombre

que se precia del sombrero

será el primero en no verte

Que arte se da en el desquite

Y después del pase a los toros

También los moros se dispersan

mutis por el forro burlan los picolos

Son lolos con unas las guitarras

que dan baladas con pinceladas

De un pintor gitano de la isla

De playas jondas con camarones

Que enamoran a los enamorados

Que vacían los tinglados de las flores

Pero Paco Umbral esta ingresado

El gran gigante anda raro

Los gigantes también caen

Pero el ruido es más sonado

Tomando Terere una mina

Argentina que está besando

La bombilla plata de su mate

Y a la chica linda de su lado

Un borracho desde el banco

Llama a voces a Lupita

Pita el taxi pero arroja

Y el borracho queda solo

Asi es la vida, y a nadie importa.

Y en la puerta del chicano

Se venden gramos Bogoteños

Allí en el cielo los aviones

Dejan bonitas estelas de benceno

Son lolos con unas las guitarras

que dan baladas con pinceladas

De un pintor gitano de la isla

De playas jondas con camarones

Que enamoran a los enamorados

Que vacían los tinglados de las flores

VANESA, HEMINGWAY Y LOS TOROS (63)

De marrón color de la grifa

Tiene la Vane en los ojos la risa,

Abiertos como un dos de oros,

Morochos, la piel; claro de luna.

Sus besos como vacunas, sin prisa,

La guerra fría aplazan a mañana,

En el frenético vaivén de las botavaras,

Deja para otro día lo que teme hacer hoy,

Lo que enamora, lo que desquicia.

Acaso una caricia desencontrada

Por el tiempo en que no la conocía

En un desliz me dijo – no te vayas-

Y ahora no puedo dejar de volver

 

Hemingway ya salta al ruedo y se da en correr 

La sonrisa ancha, el agua en el pelo

No importaba nada, al pedo,

Que iba a encontrarme contigo.

Al cabo, de vuelta a casa,

Llevé en las ganas tanto brillo,

Que encendí las calles de la barriada,

Allí oscilaban agitadas luciernaguitas,

Hemingway toma otra copa y bogan,

Las estrellas en un cielo fresa añil

¡Que vanesa me mordió la boca!

Acaso una loca de tan sensata

Su mirada mapa-mundi del cielo

En un desvelo me dijo –no te vayas-

Y ahora no puedo dejar de volver

 

Rebombón de café, Mr.Hemingway, guárdese de los ruedos

El mañana es voraz Comején,

Que se da en comer todo lo bueno,

Fueron cinco minutos si bien,

La vida igual puede ser,

Eterna en cinco minutos

Y no pregunto porque te miro

Que tal vez no te vuelva a ver,

Así  doy a mi razón tu apellido

Así prendo, en tu corazón mi quemadura.

Acaso la dictadura de la belleza

Fue tan dura que le pedí a un amigo

Que venga conmigo a mirarla un poquito

Para que alguien me crea lo que era Vanesa

Que pedazo de nena Mr.Hemingway seguro se pone de pie.

EL MINUTO QUE SE FUE (64)

Cuantas veces nos pasó

Que pensamos que es la buena

Y lo arrojamos todo a la mesa

La cordura y el corazón

La hebilla del pantalón

Sobre una sabana roja

Así olvidamos los amigos,

Nos volvemos despistados

La sonrisa siempre en la boca

Y la loca alondra en el pecho

Pero es ley animal

Porque somos naturales cualquiera

Naturalmente queremos y odiamos

Y acabamos sudando tanto

En distintas camas y labios

Y luego quedamos solos

Olvidando no recordarnos

Nos quejamos de la vida

Luego otra bala perdida

La misma herida del mismo lado

Nuestra vida es la película del tiempo pasado

Que se ve desde afuera, que se esta marchando

El jugador lo apuesta todo, el sabio calla

El loco busca en tu falda el minuto que se fue.

Cuantas veces de mañana

No veo mirando los rascacielos

El mapa del cielo que asoma detrás

Confundirás amigo el gigante

Con la sombra de un pigmeo

Yo bromeo con molinos errantes

Pero es temprano todavía

De entonar la melodía del adiós

En el veintiuno no hay dios

Pero hay drogas para los solitarios

Hay varios amigos

Y sin embargo buenos hermanos

Doctos libros en la cabecera

Una portera que refunfuña,

Y una cabeza que aluniza

Soñando la prisa de unos pechos

Que seguro nos sobrará tiempo

De descansar cuando muramos

De momento esta eventualidad

No está aún en mis proyectos

Nuestra vida es la película del tiempo pasado,

Que se ve desde afuera, que se está marchando.

El jugador lo apuesta todo, el sabio calla,

El loco busca en tu falda el minuto que se fue

NANA DE ANA (65)

Ana femenino de ano,

No amo a Ana, amo su ano.

Mas de él soy el amo,

Si amo a Ana.

Ana es gitana,

El ano de Ana,

Año a año,

Es del gitaño.

Mermelada Ana emana,

Si meto la mano

Para la tostada,

O le hago un enano,

Me deja el gitaño;

Sin mano, sin nabo,

Sin ano y sin  Ana;

Sin nana de Ana.

EL MEJOR DE MIS AMIGOS (66)

El mejor de mis pocos amigos

Se llama Dumirox

Tiene un cuerpo comprimido

Y un traje de cartón.

El día que ando vencido

Lo llamo conmigo

Le invito a agua con limón

Y barremos el destino

La mejor de mis pocas amigas

Se llama Cocaína

Hacemos el amor cada día

Frente a un espejo

Si ve que me vuelvo viejo

En una letrina

El cojo, blanca y valentina

echamos el cerrojo

Pronto di una fiesta

De compañías malas

Todos tan morados

Y ninguno se pegaba

Nadie enamorado

Pero todos se besaban

Y ni uno trajo sopa

Pero todos con cucharas

Alguno de mis pocos cuates

Se llama chocolate

Pertenece al ejercito del aire

Es comandante

El comanda  noches sin nadie

En papel secante

La melodía africana que asesina

Cualquier desastre

Mi amiga de más envergadura

Se llama literatura

Y es un gigante que conjetura

Motivos de vida

El día que no tengo ninguna

droga dura

y si la noche se vuelve tan fría

yo le escribo a la luna

Pronto llega la tuna

Y compañías malas

Todos tan morados

Y ninguno se pegaba

Nadie enamorado

Pero todos se besaban

Y ni uno trajo sopa

Pero todos con cucharas

ENCUENTRO EN EL CENTRO DE SALUD MENTAL (67)

El tercer cabo de año de la Exposición Nacional,

En un lugar que anomino por no venir al caso,

Andaba yo despistado tras el raso excepcional,

De una minifalda que apresuraba con su paso,

El cambio climático, el recalentamiento global.

Un lustrabotas grasiento es quien baila el agua,

Hay un camello que escupe como este anuimal,

Ella es minimal y coqueta de rosa despellejada,

Camina lenta y abandonada al centro mental.

Atraviesa los coches con andadura de venada,

Su mirada clavada en alguna parte del cristal

Del Renault gris veintegenario que me lleva,

Ojos de culebra que atraviesan el rudo utilitario

Embragando los pistones de mi alma anacoreta.

Doy un frenazo, Adriana entra en el frenopático,

Su espalda sudando y sexual va en pos de recetas,

Impávida hasta los cimientos y en el antebrazo,

El moridero de pobres que la llevó a la mierda.

Para los no avisados es nombrado psiquiátrico,

Aquel lugar donde hacinan a los sabios,

Los que no pasan por el aro de creer la certeza,

Allí deliberan de la vida política y del gobierno,

De astrología, dragones alados o de donde pillar.

Lugar de muros acolchados y absortos enfermeros,

Colores alegres que inspiran al paciente tranquilidad

Y al apresurado el mero hecho que el Mero es pescado,

Y así se le llama esté adentro o afuera del mar.

Adriana y yo somos igual que el pescado liberado

Que encontró en la red la mala costura y ¡a escapar!

Sobre el mostrador postrada con verbo Lunfardo

Reivindica su derecho a la felicidad, su Prozac,

De grandes alas y cuerpo breve es el Albatros.

Rompiendo el tópico ella  me pide un cigarro,

Hay un cartel colgado que prohibe fumar,

Adriana se afana el recetario, y de la mano

Me lleva a su cama, donde si se puede fumar.

Para que malgastar el resto de los años

Cocinándose a fuego lento como una larva,

En el fonógrafo de bocina Louis Armstrong

Ella bailando en la cama desnuda y sin clemencia,

No fue por el fonógrafo, la querella del vecindario.

Línea a línea, de la raya nos fuimos pasando,

Sobre el lomo dorado de un libro de Gogol,

Con un billete enrollado, a modo de cerbatana,

Soplé la  loma blanca de su culo lleno de polvo.

Entre besos agriados por estar tan cortada,

Me contó que a menudo claudica de todo,

Que empieza de nuevo y arroja la toalla,

Que no le ve la gracia a esto del mundo,

Que probó de un segundo y fue hospitalizada.

Adriana da largos paseos en bata blanca,

A través de una cerca de tubos forjados

La miro jugando con las olas que saltan,

Que sólo rompen para sus ojos dorados.

De ocho a diez  excepto fines de semana,

Adriana permanece interna en pescadero

Pensando en el oso blanco que la  trepana,

Como una idea, como un alfiler al dedo,

Su cabeza de gata que anda tras un hueso.

En una enorme comezón de comprenderla,

Me gusto en mirarla y es tan bella…,

Su belleza prohibida como pensar el universo,

Quiero curarla, y que después me cure ella,

Una caricia y respiración tenue, un suave gesto

Que de par en par, como un ventanal me abra su alma.

A CONTRAMANO (68)

En más de un chubasco nos hemos mojado

De una lluvia que a los demás no moja,

En más de una esquina hemos asustado

A algún niño para que dejara de serlo,

En más de un entierro nos hemos reído

Y en cada boda lloramos, que el nudo

Cuanto más fuerte, cuanto más atrapa algo.

Con la policía no hacemos tratos,

Contestamos hasta a los contestatarios,

Para los ovarios de las feministas

Tenemos listas ristras de cojones de toro,

Para los godos misóginos de las cavernas,

Una linterna sin pilas, para los perros

Somos gatos, para los gatos perros,

Para los que miran estamos ciegos,

Desayunamos con Fidel y cenamos

Con Casalduero, de ahí que siempre vomitemos.

Nos gusta gritar en la primera misa,

A la mierda el señor arzobispo,

Le ponemos jalisco a los abstemios,

Para que beban cuando estén solos,

Gritamos polémicos “vivan los toros”

Y muera la televisión, pan et circem obvio.

Le ponemos muchos peros al destino,

Y el domingo bajamos a la realidad

Porque sólo allí venden buen chorizo,

Amalgamen los colores del Yin y el Yan,

El bien y el mal; tan absurdo invento.

Nos drogamos pero leemos

Y rogamos que entiendan

Que lo malo es no darse cuenta

Sólo así uno se sienta

A gusto consigo mismo

Lanza perdigones y rompemos

Las nubes de colores en pedazos,

Y de una lluvia nos mojamos

Que a los demás no moja.

BIGESIMOÚLTIMO DEVANEO DEL POETA ALGAZUL (69)

Yema y clara de un sol tísico,

Penetran el distrito federal de la ventana,

En la juventud despiadada de Adriana,

Las leyes son de saliva,

Da comida al pobre

Poeta de segunda fila que de mañana,

tose beodo de aguardiente de cazalla,

Todo a cambio de un verso.

El poeta Algazul le promete

Que hará deporte y leerá la Vanguardia,

Si Adriana le otorga el derecho a sábana,

Habla solaz,

Pues tiene por corriente

Que el amor, nazca de una farsa

Pues de una farsa siempre muere,

Séase de una moneda cruz o cara,

cara o cruz.

Suena un cláxon

En el pecho de la repintada muchacha,

Las mejillas amarillas y anaranjadas,

Hoy era todo un verano,

Adriana devorando

Un cuerpo hasta las últimas relevancias,

Figurándose que es un cuerpo con alma,

Con alma debajo.

Dicen los mas pensados,

Que el hombre pesimista

Es un soñador experimentado.

Este poeta del que les hablo,

Ya dejó de creer mentiras

Porque verdades ha encontrado,

Sube la cuesta borracho

Increpando al vecindario,

Sin morir, sin haber matado.

Al lago Ontario con agua azul

A los mercados de la Veracruz pirata,

Curazao, Oporto y a la isla de Sumatra

O al tanguito de San Telmo

Quiere además un tiesto

Para San Valentín con guirnaldas,

A las puertas de un chalé puesto

A las afueras del mundo entero

El poeta Algazul es sincero

Sólo después del acto, y así se declara

Ave suelta que vuela de paso y solitario,

Ese es su juego

No hay enredo

Ni viajes al país donde escribe las palabras,

Ella desinflada como un globo con babas

Lo ve partir bajo el sombrero.

Pero el lárico está hecho

De tierra en barbecho perpetuamente arada,

De Trouble, de zapatos como potros con alas

Para  surcar el cielo,

Del todo sujeto

El poeta se despoja, como lo hiciera un dedo

En la solapa, de una miga, del miedo, de la cobardía,

del quiero y no puedo, pero me atrevo.

Me dijo el arriero de un barco

Que el hombre soñador

Es un pesimista experimentado

Este poeta del que les hablo

Comenzó a creer mentiras

Porque verdades no ha encontrado

sube la cuesta borracho

increpando al vecindario

sin morir, sin haber matado.

TRATADO DE REFLEXIÓN V (70)

Los más del género homínido,

Por un déficit de respuestas,

Seguimos la estela del caracol.

Elegimos de cuantos caracoles

Habitan nuestros sueños,

El más grueso y direccionado.

Después seguimos su estela

Por curiosa y ambiciosa ilusión,

la sobrevivencia como unguento

asoma y esconde la parva cabeza.

Al final del camino, la meta,

Es haber caminado el camino,

La estela es renovada e infinita,

La baba onírica de este caracol; no

PALABRAS PARA KIM (70)

Un encomiable ladrón de guante blanco

A Burlado los cerrojos del Louvre,

Haciendo añicos la pirámide vidriosa;

Del jardín botánico, se afanó una flor.

El azul trueno que barrunta en la paleta,

Del pintor que escribe márgenes del Sena,

Bajo tu boina calada, como un fogonazo,

De su azul han bebido tus ojos de culebra.

 

Partenaire de belleza, tristeza de coartada

Partisana en el mirar, niña desencontrada.

Ojos perversos, cintura breve en contradanza

Que camina cual si bailara, artesana del pecado,

Alegato peligroso contra el amor domesticado.

El pecho intacto, altivo y avergonzado,

Pezones infantiles, pétalos de chicle,

Sueltos como libérrimos delfines al galope,

No disloque su oropel el cincel del cirujano.

Que ya nunca tendrá el cuello enderezado

El artesano de palabras que abajofirma

Si al doblar la escollera del sórdido lavabo

Bailas, mademoiselle, sola y sin clemencia.

Déjame, princesa coronada, a mi,

Sencillo peatón, tribulette, sota del naipe,

Con la verdad y la botella por delante

Nombrar tu hermosura blanca mi adicción,

Sin chantaje…, ¡ inopinada y única!,

De la impúdica New York a los montes Urales.

MUJERES (71)

Estefanía tiene la manía de platicarme de su novio,

obvio freelance, Angelina sin embargo

anda en el letargo juvenil de creerse el amor,

al más mínimo engaño que me cace, se deshace

en reproches, se tira del coche antes de arrancar.

Las noches almendradas son de Ana,

que tiene una rana por príncipe sin virtud ni sangre,

que alardea de auto, musculación y peinado,

Ana lo quiere por los vicios que paga.

Adriana vive en un internado, come pescado,

el atún generalmente separa de la ensalada,

está como una luz de gancho, las pestañas

cual toboganes para niños y los ojos doloridos

y dorados, como campos que refractan el sol,

perdonan sus desvíos y divagaciones, en ocasiones,

debo apretar su mano para traerla de vuelta a la realidad.

Gabriela es misionera Jesuita en Bagdad,

no en la ciudad de las mil y una noches,

en un club suburbano de declamación sin atuendos,

tomando la rambla del Rabal, partiendo en ascenso,

la primera callejuela que la une con Paralelo.

Recibe dinero en rama, el hombre de patillas rizadas

prolongación de una barba desaliñada,

va lanzando soeces improperios de falangista,

los gorilas le agarran después que Gabriela,

le lance una fresca al lucero del alba,

y una patada certera en el género, en la progénia.

Entonces es cuando ven a Jesús hasta en satinado,

Gabriela es misionera Jesuita en Bagdad, la verdad,

tiene la ferocidad de mil jabatos; también en las peleas.

Las poleas suben las redes de los recuerdos a la mente,

Me pone al corriente de obviar aquél perfume de mujer

De cuyo nombre no quiero acordarme, pues persiste solemne,

En algún lugar de la mancha, de una fotografía amarilla.

Prefiero para eso evocar el delirio de una noche soleada,

De Miriam en cuclillas en el faro con los vidrios empañados,

De su Renault rojo como sus labios, salvaje y entregada.

Kim es una dama afrancesada y de apellido largo,

de noble cuna, cuna de la que pronto saltó a la calle,

perdió la inocencia sin un detalle, sin un lirio cortado,

lleva en los ojos marcado el instante de aquella esquina,

ahora me escudriña con su mirada cruel de leona,

y más tarde me tiene toda la noche, la noche entera,

haciendo garita en los cuarteles de la impaciencia.

Luna lleva un moridero de desengaños en la frente,

cultiva Mariguana índica y así se paga los libros,

no tiene ningún burro pero en sus grabados tiene,

la sencillez de Juan Ramón Jiménez,

dibuja óleos y pinta a carboncillo el brillo,

que la vida real le niega. Una vez al tiempo,

cada algunos meses, me convida a café cerrero,

almojábanas y empanadas que le ponía su mamá,

luego quemamos en cilindros la tristeza,

cantamos piezas mezcladas de Rock nacional,

al rato nos bañamos en su cama de agua

y al cabo, volvemos a empezar.

Fumamos cigarros y pongamos por diplomacia,

que no usamos la nariz sólo para respirar.

Luna me dijo “Para que preocuparte por algo,

que puede matarte dentro de diez años,

si hay algo que  hoy te puede matar”.

A propósito de la muerte, llevé en la suerte

que los gitanos no echan raíces en la tierra,

que ruedan como músicos ambulantes,

eso me salvó de un final casto como Torete,

cuando en las caballerizas conocí a Jimena,

tenia negras las cejas y los ojos de pura sangre,

agitanados como la tonada de una guitarra flamenca.

Flamenca no, cambiando de tercio y la harina de costal,

hoy es moderno decir holandesa,

para evocar a cierta princesa, nativa de esa tierra

ganada al mar, evoco la sin igual prístina belleza,

que prodigué a ochavo el cubierto,

en la cubierta alquilada de un catamarán,

a merced de la luna llena; se llamaba Lorena.

Las poleas suben las redes de los recuerdos a la mente,

Me pongo al corriente de obviar aquél recuerdo de la mujer,

De cuyo nombre no quiero acordarme pues persiste solemne,

En algún lugar de la mancha de una fotografía amarilla,

Prefiero para eso evocar el delirio de una noche soleada,

De Miriam en cuclillas en el faro con los vidrios empañados,

De su Renault rojo como sus labios, salvaje y entregada.

SILVIA II (72)

Como va un año y dos siglos sin verte

más que únicamente en todas partes,

como es ahora que empiezo a curarme

de darte palabras que no quieres,

como al despertarme ya no tanteo

a ciegas tu mano en la cama,

en la  rama curiosa de otros árboles

he trepado como un niño,

para ver que cosa es; jugar a divertido.

He cumplido los deberes de caricia

que en ti dejé impacientes,

embustero me dirás cuando te diga,

que no hubo una Leticia,

que fuiste la primera,

entenderás pues, si te dijera,

mi amor más viejo, amor de lejanía,

que no supiera, que no sabía.

Corrió el tiempo pues, tras de ti,

como agarrándose después de la vida,

puedo jurar aunque no estuvieras; que yo te veía

Existí sonámbulo de este lustro que fue un año,

como lo hiciera un polizón del mundo,

extraño de la casas, extraño de la calle,

como un libro con las paginas arrancadas,

como un púgil mal fajador que no encaja,

que después de ti; era difícil que hubiera nada.

Tantas veces se sumó la muerte a mi espalda,

que al cabo, se ha vuelto mi amiga,

yo le hablaba en la tristeza y le conté,

que nada saciaba mi sed, que no hallaba,

que la locura me enfermó

de tu pelo dorado disperso en la almohada,

de aquella última tarde radiante en la ventana,

posada a contraluz junto al vidrio,

¿porqué no dijiste nada,  porque no lo he sabido?,

que al verde de tus ojos ya se le había ido; la esperanza.

DE CÓMO JODER A UN SEGURATA (73)

Son las seis de la mañana en Salou,

Que es un ou fregit en lo ordinari,

Hace rato se ha acabado el show

Underground de minifaldas,

Los lagartos y las lagartas

Seseando ya se van a la cama.

El último poli corrupto, toma

Coca volcándola sobre su placa,

El humo de la Mariguana

Se puede cortar con los dedos.

Hay cuatro gárgolas hieráticas,

En la jerga callejera; “seguratas”,

Cuadrarse ya! Cuadrarse ya!,

Que gran oficio estar de pie

Y como se inflan de no valer nada.

Los llaman “Puertas” y es verdad,

No hallarás uno sólo de coeficiente

Que aventaje a la madera del Alcornoque.

Como trabajar de mesa o botella,

No traen siquiera referencias,

Acaso la rabia del perro y la violencia.

Uno de estos seres anodinos,

Movido por un acto en cortocircuito,

Como da una coz la asilvestrada mula,

Y exento de todo hilo argumental

Como de capacidad para el raciocinio,

O al no gustarle mis orejas

Me zarandea, me zurra y me lanza a volar.

Los Hombres G te hubieran dado

Polvos pica-pica;   

Yo que soy de barrio te daré gasolina. 

Yo que soy diestro en el manejo,

De no dar palabras al necio,

Al conocer que las lleva el viento

Por la oquedad de su cabeza,

De no pedir uvas al trigal si es seco,

De no pelear si me superan en peso,

Ex proceso, me guardo la venganza

Para servírsela en plato frío,

Apretando la quijada, tiro recto.

De mi ex novia he aprendido

Que conviene darse el piro,

Y poder luchar otro día,

Cuando ya no se está ebrio.

Pasados tres días lo estudio

A una distancia prudencial,

Ataviado de turista,

Y Encarnizado como un Indio

Con sombrero de Madapolán.

Me fijo en su bonito turismo

Al que se sube empechado,

Sin saber la que le viene detrás.

Le tomo las señas al carro,

Que es un Cabrio restaurado,

Anoto donde acostumbra a aparcar,

He comprado sopa sin plomo,

Tengo la mecha y los cojones,

Y el Zippo de los Ramones loco por cantar.

Los Hombres G te hubieran dado

Polvos pica-pica,

Yo que soy de barrio te daré gasolina. 

Como Woody en desmontando a Harry,

Como el Público Enemigo de De Niro,

Como un Don Mendo Marqués de Cabra,

Obcecado, como Jack en el Nido,

Sofoco el hambre de venganza,

Encendiendo el cabo de un cigarrillo.

Su suerte ya esta echada,

En los bajos del auto la gasolina,

Mis pupilas refractan las llamas,

Mi sonrisa de batalla vencida

A la impostura de los inmorales.

Oigo en la calle la sirena de policía

Ya me voy que me está dando pena;

Es un Golf Serie Uno de los años ochenta.

CEROTES FLOTANDO (74)

 ( Soliloquio transcrito)

Computando carne, hueso y cerebro,

me queda un amuleto de madera,

un viaje soleado en la escollera,

una mujer muerta en Budapest,

el corazón todo lleno de agua;

una mujer muerta nada más nacer.

 

Luego el tedio y bullaranga a la par,

el retorno al mundo animal, el salve

el culo azotado quien lo pueda salvar.

Atrás, siempre atrás, han de quedar,

la confidencia de lo común, el dar,

sin mas anhelo que hacer carne viva.

 

El escritor hoy se incinera, Umbral,

dando órdenes de su propio crematorio,

refunfuña como en muerte lo hiciera,

ahora calla allí donde no se muere mas.

Y el noticiero lo cubre un minuto,

y un minuto da el pueblo al hombre,

que dio cada víscera propia al pueblo.

En la vida, sin embargo, cada día

se muere uno dos o tres veces,

puedes morir junto a un amigo

mientras él te pide un cigarro.

Entre nosotros, querido espejo

te digo, no confíes en la gente;

de entre cuantos hombres haya

el mudo es el único que no miente.

Cuantas veces el tuétano, el ojo,

la piel, el amor crédulo y confidente,

han sido de orín meados por gente

que después no lo ha limpiado.

Bebe fruta, se alegre, ve televisión,

jura amor a esa pájara, di siempre Si,

pasa anualmente al carro la revisión.

Recoge las migajas de tu amo,

perdona sus insultos con sonrisa,

a ver si nadie atisba, nadie nota,

el miedo de Superman a este caballo.

Vamos a dar de comer un filete,

al propio perro que nos muerde,

vamos a mostrarnos transigentes,

no vayamos a perder sus mordeduras.

Te tienen cogido por la pirola,

su contrato con forma de tenaza,

sus grandes Comendadores de Ocaña,

algo apesta a lodazal de oveja,

algo se urde a tus espaldas.

Hoy creo que todo es un gran retrete,

con cerotes flotando en círculos,

que van a dar al mismo mar,

flotando idiotas como náufragos,

en la soledad musical de la cañería;

hoy todo es porquería, todo es porquería.

QUE EXTRAÑA PAREJA (75)

Para Mari, que supo ensamblar las costuras

De cierto juguete musical descosido.

En cual café desmigaremos la migajas

que nos lanzan insolentes desde arriba,

los agravios, las querellas, las partidas

que perdemos al tenerlas por perdidas.

Los guitarristas que cincelan tus ojeras

traen mohatras que hipotecan el Otono,

cuando coño, Mari, Cruz de mi moneda,

advertirás el barro en  los pies de lodo,

del ídolo más apertrechado de la escuela,

del bohemio, del calavera, o asceta Esopo,

me veo doble si te nombro, te confieso

que tanto monto, mi musa; es analfabeta .

De coartada se me ocurre -ex proceso-

que montemos un congreso de petanca,

con fondos a las arcas de sueños de los presos,

o para los niños viejos, sin pesos ni pebeta,

cuando una tos huera te vuele a las Cíes,

no lo olvides, cuataya, te llevo en la maleta,

infieles siempre pero nunca desleales,

que divisa mosquetera, que extraña pareja.

UN CIGARRO (76)

Los cogollos secos

Encharcan  el suelo,

Hay caramelos

Sueltos de chinos,

Sueños volados,

Botellas de vino,

La pinza de pelo

De alguna mujer.

Una terraza

Con mariguana,

Las estrellas

Son petroquímicas,

Unas bragas

Sobre el grifo,

Un triglifo

De estropajo

Bajo tu ombligo.

Ni carajo de donde esta el tesoro,

Lo que adoro es buscarlo olfateando,

Después encontrarlo,

Limpiarnos los años

Y fumar a pachas un cigarro.

Mi camello

Es apático

Y pasa de todo,

Yo tampoco

Cuando a lugar

Le pongo peros,

Voy a llamar

Al hombre

De los caramelos,

Yo me juego

El primero,

Piedra papel

y mechero.

Una señora

de mirada sólida,

espera desnuda

y reclinada

sobre mi cama,

lee a Pablo

Neruda,

fuma bocanadas

de nicotina,

se apellida

cuarenta

más I.V.A.

Ni carajo de donde esta el tesoro,

lo que adoro es buscarlo olfateando,

después encontrarlo,

limpiarnos los años

y fumar a pachas un cigarro.

EVOCACIÓN (77)

Yo vivía como quien cada día puede morir,

Me venía de lejos la comezón suicida

De escribir un verso por cada dos pupilas,

De retratar cuanto me dolía al vivir.

Otra madrugada lechiagriada en Madrid,

Peinando tabernas, mesones y ventas,

Haciendo la cuenta de cuantas aldabas,

Me faltan para enfilar la escalera

De caracol al cielo húmedo de tus bragas.

Habiendo ladrado por cien bocas,

Paya loca de ojos en  llamas,

En la canícula de tu isla desnuda

Declina dios la prelatura y la sotana.

Doctorada en jugar a los doctores,

Con tantas pasiones como pestañas,

Cuantas palabras apropiadas

Te diré o haré para tus temblores

Los pezones de oro vivo

Ensopados de sudor,

Recordando tus rincones

Evocando la escena,

Con una mano en el corazón,

Y la otra, con perdón, en la bragueta.

NOTA DE SUICIDIO (78)

Tapado hasta los carrillos como un anciano,

espero la hora temblando de frío,

un pasado azul me escarba los sesos,

mi mano mece la luna del desvarío.

Ya me voy  a la lejanía, basculita de mis drogas,

He elegido el caballo, para no volver más,

No pienso esperar a que caiga la bomba.

He dejado en la gaveta, palabras para ti,

Me voy a la zahúrda mas oscura,

Al patio que hay detrás del cielo añil.

Vi lo que se ve donde no hay nada,

Después de ti, no entendí el mundo,

Las hojas voladas de nuestro libro

Las empapó la madrugada.

«Quien habla ya a los muertos

Mudo le hallan los que viven,

Y en este otro silencio

Donde el miedo impera, sólo queda,

El fiel y ultimo encanto de estar solo».

(Las últimas cinco líneas son de Ángel González)

A BUEN PRECIO (79)

Como el judas pelirrojo y dispensario,

Tengo en almoneda al olimpo entero,

Te vendo al dios que quieras en oferta por ateo,

Le dijo el Teodoro replicante a Don Mendo.

Un buda lozano de la mano de Ronald,

McDonald´s, Alá, Ronaldinho, kerouak,

Che Guevara en vespino en oferta “deuvedé”,

Dylan en vinilo y baco bucólico de vino,

Quien no ve, toma a uno que mire por él.

Tantas posturas de postín, veletas de vergel,

El timón rumbo al laurel de los premiados,

Tornasolados los girasoles que giran, en fila

De a once y al escote de la teta mas provista,

Líbrenos la pira de Quijote de la tediosa doctrina.

SECRETARIO DEL AMANECER (80)

El Sol, tan idiota como bello,

viene de cuello alto y voladuras,

romo, calvo y enlutado,

embotado en su sombrero de tinieblas,

su nariz imperial asoma, suave y lenta,

sobre el papel maché de las montañas;

Mira la tierra abierta

zahúrda de los hombres,

el semblante fruncido

y objeta al notario;

que breve será su mortaja,

que dichosos en su calvario.

Y este sol vierte en el mar,

lagrimones de reptil

adviértase que le da igual,

que su indiferencia por el rumbo

raya los límites de lo absoluto,

se diría que es poeta en su mundo.

Guerra o paz, vida o muerte

él ejerce su oficio puntual y solemne,

se diría Inglés, un sol Inglés.

La luna linterna religiosa

nimba el mundo de luz redonda,

retoma el testigo de la historia,

una luna obesa y roja,

sobre el mundial hotel de paso,

de esta vida huésped de nada,

se  recuesta a las claras del alba,

se acaballa sobre los hombres,

y todos esos rizos rubios

ya no están de madrugada.

Yo, secretario del amanecer,

anémico de sed y comezón,

de retratar el mundo que hierve,

sin paleta, acrílico ni pincel,

lo tomo cual copo de nieve

Y lo observo deshacerse en mi piel.

DORMIDA (81)

El viejo nórdico de fieltro roza

tus pechos hermosos de India,

surgen como frutos de edredón

con fascinación de ígnea mariposa,

dormida a la tercera rapsoda

al son quejumbroso del bandoneón.

Todos los pétalos abiertos,

yuxtapuesta, radiante, coqueta,

recostada sobre la playa de Eubea

dormida te veo mirar tus sueños.

Vives en diálogo con los difuntos,

rectificas con un beso mis diftongos,

cuando miras apoyada en mi hombro,

lo que escribo, todo, se vuelve poesía.

PROTEICO ANIMAL (82)

Como king kong sobre una grúa,

Otras cuantas doméstico siamés de alfombra,

Ahora y mañana, sólo amimal vivo.

Como el incierto hombre camaleón,

Otras renglón de firme hierro forjado,

De tanto en cuanto, sólo animal vivo.

Como Raiman impávido bajo la lluvia,

Otras tantas va el cántaro a la fuente,

A veces, sólo animal vivo

Como tratando de decir nada,

Otras apostatando callado del todo,

A ratos, sólo animal vivo.

Como a la luz de la razón, ojo clínico,

Otras libertino y suelto Don Pablo Picaso,

Acaso, sólo animal vivo.

Como un tren veloz sin riel ni estación,

Otras aferrado a la margen del río,

Asíduamente, sólo animal vivo

Sin establishment, sin método, sin ilón,

¿Para qué, por qué y adónde hay que llegar?,

Caminar, de nuevo animal vivo.

¿Asistiré otro jueves al lunes pasado

O entenderé al fin cómo es el tiempo?,

Silencio, sólo animal vivo.

Como un reloj que pare maníacos,

Entiendo en el opio la fragilidad de mis flancos,

Agazapado, sólo animal vivo.

FRUTO DEL ÁCIDO Y EL AMOR (83)

Entre todos esos rizos dispersos por la almohada, tu mirada, sólido material, me puede tocar como un dedo, me pone todo encarnado el deseo, y oigo corazón adentro elefantes bramar, y descorcha el tapón que en el corazón, para las goteras llevo. Del cielo alto del cuarto, penden de un hilo tus bragas de raso del mercado, el aspa del ventilador reparte tu olor y el ventarrón se llena de gatos. Evoco tu olor, lo puedo masticar y me sabe a agua de coco. El tesoro de la lengua francesa; es tu lengua, que no es sincera, pero me gusta oírla. Como edificios viejos, tiemblan los cimientos en tus labios de papel, al compás de las sacudidas del cuerpo. Cuando el anclaje cae al fondo marino, ombligo adentro, achicas agua de coco bajo el pelaje de estropajo negro, debajo todo lo rosado va a mojarse al sol, a deshacerse en cascada, quiero chapotear a cada golpe en tu alma, dame chorretones, quiero todo tu deshielo en mi hundida quijada. Que yo quiero palmar pegado a tus labios, o trepando tus caderas, o trepanando tus agujeros, que la luna sujete del cuello a la tristeza. Y en tu herradura de golosinas fraguen mis cigotos y en tus túneles víveres, pábulo, alpiste. Se fracture la escayola que contiene animales, que derriten la caldera donde viven; goma dos. Que revienten los cristales, los cuarteles entre los dos, se me dispare en la boca mi pistola de perdedor. Pero mientras esto no ocurra, soñar en tus pupilas la diafanidad del mar, entre tus piernas lo amargo de salvajes limoneros, y otra vuelta a las madreselvas que te suben al pelo, y en mitad de este vuelo lisérgico encontrar la miel robada a los osos, y en mitad de un sueño encontrar tu piel, y tus ojos que son la creciente que anega mis pelos, y el deseo duro como una escoba y las olas saladas y blancas y mucosas, que rompen en las escolleras de tus piernas o de tu estirpe o de tus presas. Preso, pendiente la boca de tus goteras, como un zarcillo pendente de la oreja, como un preso tras la reja está pendiente del sol, yo del retinol que este día salpica tu pecho. De la cadera para abajo amor del cuerpo. Mirandote mirar me estoy duchando en el suelo. De la cadera para arriba amor del alma. Y en el rótulo de Fin leo Comienzo. Y volvemos a empezar…

LUZ DE AGOSTO (84)

Quería luz de Agosto

Y entró por el quicio en pleno Enero

Un chorro de luz.

Tras algún propósito vino a casa,

Por hachís quizás.

Adiviné o soñé,

En sus palabras el material puro

Extraído de dentro.

Inocencia compacta que hablaba erguida

Desde el sofá negro,

Su voz de niña apacentó

La mecánica bestial y truculenta,

Y quedé dormido.

Sol negro despierto en tus manos,

Estás o te has ido?

LUNAS EN UN POZO (85)

Desolación,

aquella canción

era una puta triste.

El sol,

un bandoneón

amordazando una escayola.

El corazón,

un chicle masticado

una gramola rota.

La droga,

dos ojos que persiguen

como una flecha y yo,

poniendo tiritas

a este desangrado.

Pasa volando un negro alcaraván,

viene a robarme la alegría,

me huelo el dedo

y te recuerdo, flor encharcadita.

Tus labios,

me suben a la cama

como un escarabajo,

un tajo,

que abre la tripa del barco,

naufrago

tras la ultima tabla,

tras la salva de cañonazos

encañonado,

pero vivo

al fin y al cabo.

Canto,

cuando solo cantar va quedando,

cantando,

cuando sólo va quedando cantar.

Ansiedad,

le dijo a la locura -¡piérdete!-,

¿a dónde vas?,

a imaginar con verte,

la falda levantarte,

en la charca

los labios remojarme,

a meterle luz de gas

a tanta oscuridad,

a pedirte que me salves

o  me dejes atrás.

Pasa volando un negro alcaraván,

viene a robarme la alegría,

busca lunas en un pozo

busca flores en el mar.

EN UN ENTIERRO (86)

Tras la puesta de luna

una farola abierta, abierta,

pues los adultos trizan piedras

en minúsculos cristales, la cancela

apagada por el silente camposanto.

Un Colorín cantor es el color

y todos los pobladores presentes

desatienden los rezos del sepelio,

sus semblantes se asombran, mas

guardan el rigor del grave momento.

– Cuanto más alegra un Colorín que un muerto – (piensan)

No era primavera porque…

¿qué es primavera?

Sin embargo yo mismo estuve allí,

absorto en el repique puntiagudo

de la tierra sobre el sarcófago,

desatendiendo al Colorín, pues

me obsesionaba cierto pensamiento;

– Estoy tan vivo como ese mismo muerto –

VÁMONOS QUE HIERVE (87)

Cuando llego al taller del viejo

con las manos tiernas de escribirte,

soy el imán de todas las briznas de metal,

toda rebaba de soldadura se me clava…

Las yemas de mis dedos aviesas

de acomodarse en tus blandos senos,

son ahora traspasadas por el acero,

la forja es un trabajo tan trabajoso….

Mañana temprano, cuando la osa mayor

salga a por miel y el oso le haga el amor,

correremos como niños montaña arriba,

como gatos panza arriba tomaremos el sol,

comprenderemos al fin;

¡Nunca mas el mundo nos sorberá como a la horchata!

DESCONOCIDO ( OCNO ) (88)

Desconozco a día de hoy

Quien soy todavía,

Si es que fui y soy.

¿Y si fuera que sólo fui?

He oído de astros apagados

Que proyectan, aun muertos,

Por muchos siglos su luz

Crepitante, y de ellos se dice

Que no están en parte alguna.

TRÁNSITO PREMATURO A MINERAL (89)

No hay ojos azules que me miren

y aun peor… no siento su necesidad.

No hay caldereta que llevarme a la boca

y lo que es peor… no tengo hambre.

No hay calzado con tomates que calzarse

y peor si cabe… ni necesitarlos necesito.

Bien, quiero explicarme;

fuere lo que fuese que alentaba

mis días, ya desapareció.

El técnico de iluminación

– ciertamente despistado –

vierte el chorro de luz

sobre las tablas de madera,

queda el actor declamando

en la oscuridad…

En su voracidad de pura juventud,

ya todos los papeles representados,

ya todos los guiones estudiados

y olvidados, ya todas las vidas vividas…

Así, con torpor de topo, quedo aleteando

a tientas sobre el mundanal escenario,

sin esperar, sin necesidad siquiera de esperanza,

Como un mineral…

TEDIUM VITAE (90)

Con el pasado por delante,

y el futuro tan cerrado

empecé a descaminar,

a constatar los desechos.

Un nudo gordiano soslayar

que me siento del lado fútil,

vetusto fiel en balanza digital.

Huevo sin clara en tromba

de agua seca, aguacero,

Ibuprofeno con aguardiente,

reducción sucinta de raspa

de pescado en mi tinta,

que parece ser cargar

las tristes tintas de la melancolía.

EN EL OESTE  (Ocno) (91)

Jerónimos y antónimos,

topónimos y sinónimos,

tribus indias todas ellas

en peligro de extinción.

A LARA; DESDE LOS EXILIOS DEL INSOMNIO (92)

Ahora que el amor se había

levantado un kely por si llovía,

ahora que había abandonado

el lado malo de la pipa en mi costado,

ahora que sólo esperaba el pixelado

de mi serie favorita y como aletargado…

De un mundo rebotado de canicas

apareces tu, con piruletas de alegría

para remar en la humedad,

y con benignidad perversa y prohibida

desnudas al aire tus dieciséis

y mi jersey se cae y se desnuca

en tan deliciosa insensatez.

Mi cáscara de nuez y tú, uva morena,

para despacito morder,

después ya habrá buenos y malos,

que asuman estos dados de tres caras

y dos lados.

En suma, estás hecha un ovillo,

Con el pelo ladeado y soñando tan bonita

Que no me extiendo más…

– Gracias Lara por cambiarme el clima -.

XTABAY (93)

Si lee a Widobro

está renunciando a mi libro,

nadie el enseñó

a no quemar el porro,

pero sabe cantar

en mitad del infierno.

No sabe que el sol

al agua le tiene terror,

que un ventilador

es el mediador

de la lucha de oxígeno

por el exterior.

Caigo de omoplatos

si se vende tan barato,

siempre en boca de tantos

pero nunca ya en la mía.

Quiere fijar un clavo

sin armar algarabía,

sin apretar apenas

me pone al lado malo

de la pipa.

No hace distinción

lo mismo lady

que varón,

sale más

que el camión

de la basura

en constitución;

su remera

y su bijou;

su braguita

quita y pon

un Pernod

y un «deja

la propina

en el Bureau».

Cuando mira,

plantea una calle

sin salida;

cierto martes

se robó la luna

para completar

el día;

le asustaba hacerlo

a oscuras.

En primavera,

la primera a por recetas

por el cambio de estación,

ligera,

me llena de venéreas

pero pica más;

el corazón.

PISTOLETAS (94)

Lara me hace pasar malos ratos

y yo no puedo pensar mas que en pistolas y en sapos,

ella me llama pistoletas, yo le llamo sapo.

Lara es un pequeño sol sudando estiércol,

yo soy un cagallón secado al sol,

nos necesitamos, ¡oh si! ¡nos necesitamos!.

Lara ama a todos los hombres

yo amo a todas las mujeres,

Lara consigue a cualquier hombre

yo leo en mi alquilada habitación.

Si hay dinero no hay problema,

llevan a Lara a jugar golf,

si hay dinero no hay problema

puedo dormir en una pensión.

Pero cuando todo acaba

y la luna es tan alta

y pasa el camión de la basura,

antes de acabar en la morgue

o acometer una locura,

veo su blanca cara y dice Lara

– No sabe tan mal tu amargura–

ACADEMIA DEL DESPUÉS (95)

Como no iba quererle

con el sacomano tan lleno de nada,

hipotecado al vuelo de su falda

y de cuajo colgando la raíz.

Son tan largas tus pestañas

y tan tristes mis mañanas

que tres tigres acodados en la barra

barren sus penas a golpe de bar.

Como no era trigo limpio

la tigresa abandonó el trigal.

Al salir del local se cala el bombín

lustra de blanco su nariz y al Nirvana,

un lugar de mala cara con puerta de atrás,

a pegar un clavo que saque otro clavo,

alguna huelga de piernas cruzadas,

otras le dan la espalda, pero Lara

le da goma, cama y sabanas limpias

a cambio de nada, a cambio de un soneto de Bolaño

que a ella siempre le salta las lágrimas.

Hay un cartel colgado en mi frente,

cerrado por decepciones estivales

arrecifes de corales y cadencias,

del período de abstinencia de tus sales

de reseguir tus humedades con mi lengua.

Plácido entro en tí sirena,

eres mina inundada y nado,

al salirte me siento un pescado

y sabes a algodón de feria,

y sabes, porque sabes casi todo,

que reinas en mi esqueleto,

que me corro los mil metros

con sólo mirarte a los ojos, reina.

Hay un cartel colgado en mi frente,

cerrado por decepciones estivales

arrecifes de corales y cadencias,

del período de abstinencia de tus sales

de reseguir tus humedades con mi lengua.

CARTAS DESDE CASABLANCA (96)

Cayó el hachís del moro

como cada primero de otoño,

todo vestido de celofán

el polluelo ha salido del huevo.

Corren las mulitas por el cielo

las esperan con el afán

de quien espera el verano;

lo esperamos casi desesperando.

Dirán como arbitrando y dirán;

los condenados a la demencia

pérdida de la conciencia del ser,

que tendremos sed de por vida

Dirán y no se darán por molestos

cuando les digo simplemente deseo,

lo veo más claro con este humo

lo veo todo muy crudo sino fumo.

Me excuso un rato afuera del mundo

voy a dar vuelta al viejo velador,

arrellanarme a soñar con tu sexo

como un perro retorciéndose al sol.

Por las rendijas de mi impaciencia

se cuelan vuestros relojes en punto,

vuestros “dos y dos son cuatro”,

el torbellino mundano de la inercia.

Porqué os fastidia tanto que uno

quiera desplayar a gusto su querencia,

darle la vuelta un toque a la cruz

echarle un poco de cara.

Esa canción que cloquean a diario

almas bienpensantes que nausea,

te adjudican uno de sus guiones,

y otro rodamiento de la maquinaria.

Caras de sello de carne esclava

brilla en sus ojos un código de barras,

unas amarras cuelgan de sus manos,

perdieron el play off de los perdedores.

Estarán ustedes mejores si no juego

busquen a otro que les dore la píldora,

yo me quedo en la hierba soñando

no es necesario justificar el deseo.

PULPO (97)

En la casa del acantilado el crepúsculo es cordial.
apaciblemente, leo manifiestos y bebo a gollete
con el pie derecho sobre la rodilla izquierda.

Es un día quieto y tranquilo,
las gaviotas chillan y escucho su tronil,
una de ellas ha cazado un pez dorado y lo sube.

Siento el anhelo inexorable,
cavernícola, de morder la vida a dentelladas,
me siento junto al piano y aporreo las teclas con fruición.

Ella entra muy naturalmente con un cigarrillo
preso entre sus labios rizados, lo hace chisporrotear,
sus labios morenos dicen mira qué traigo
y es una hermosa voz acariciadora.

Lleva puesta una blanca cortina sobre la piel
y sostiene unos enormes pulpos en las manos,
baja a los riscos y los ensarta en su arpón.

Es cruda e insoslayable;
muestra a los pulpos su cuerpo desnudo,
el encanto rojo flamígero pegado a sus pechos
los encandila y somete, sus cálidas nalgas,
el contorno de sus muslos llenos.

Mientras permanecen embelesados
suelta el percutor y los alcanza en el cráneo.

Ella resigue un fósforo y enciende el fogón,
sazona el agua con abundante sal y ajenjo,
en la olla el agua borbotea .

Se acerca hasta mí y me aferra fuertemente,
sus enormes ojos verdes me sonríen.

Oigo el borbotante ruido del agua
pugnando en el recipiente tembloroso.

Suspendido entre su índice y pulgar siento el horror.
Es el final.

DEVOLVER EL SALUDO (98)

Que sea pronto ese hasta luego

Porque el cemento me llega hasta los tobillos

y oigo el ruido de cuchillos afilándose en la cuerda.

He bebido más de la cuenta, de la fuente que mana

soledad, alcohol y otras locuras.

Vos haces volar los corazones, poeta.

Yo he soñado que me tocabas con las manos.

Poemas desparramados y tubos de Xanax,

y a toda hora silbando la tetera

con el té de peperina y el quema quema

-Salía de matina y te traía flores frescas,

el Clarín, medias lunas, cigarrillos

y sanwiches de miga-

Trazaba garabatos de tinta china en tu cuadril,

tu leías a Alejandra en porteño

con voz azul, cadenciosa y sosegadamente.

Yo leía en braile un paréntesis

-azabache y rojo flamígero-

cerrado entre tus muslos tan llenos,

sacaba la lengua y hacía carantoñas

cuando te enteres de que soy un buen chico

-te decía-… ¿Tratarás de liquidarme?

CUT-UP (99)

Nena nos largamos,

no voy a seguir buscando

tú tampoco vas a encontrar

nada mejor en este pueblo.

He encontrado un lugar

donde fundar una vida,

uno de esos lugares escondidos

que es un remanso.

El monstruo aún

no ha metido allí la cabeza,

y todo se encuentra

por primera vez.

He inventado un truco

y viviremos fácilmente,

flotando de aquí para allá

como plateados atunes.

En aquello no habrá

demasiadas complicaciones,

es un juego estúpidamente fácil

que se gana sin jugar.

Cálzate esas botas altas

es todo lo que necesitarás

para este rumbo tranquilo

¡quiero que veas tantas cosas!

El arroyo cantarín

y las picudas crestas

y las playas de bronce,

los antílopes sonrientes

y las primigenias piedras,

y podremos revolcarnos

en los campos de mostazas

y joder durante todo el día.

Coceremos nuestro pan

en nuestra propia hoguera,

quiero enseñarte a ensamblar la leña

y mantenerla caldeada.

Los desconciertos son allí

como agradables sorpresas,

contaremos con nuestro Yabyub

y podremos pisar a fondo.

Será divertido

caminar con enormes sombreros,

y tragar cerveza al sol

y fumar cigarrillos,

practicando el dicho chino

de hacer nada.

Déjalo todo aquí,

en México brota la hierba

desde bien abajo,

el espíritu es duro

y viejo como una concha,

y la tierra cálida

y fortaleciente.

Crecerá allí libre

como una ciudadela Maya

en mitad de la jungla,

el manuscrito

que te haga inolvidable.

PROSEMA TAOISTA (100)

(En agradecimiento a Naoto Matsumoto)

¿León come Gacela?

mente come mente.

Tu mente no te pertenece

tampoco es «tu verdadero Yo»,

no eres tus pensamientos,

ni tu cuerpo, ni tus ojos, ni tu boca.

Un cuento de Cortázar, no es Cortázar,

el mismo Cortázar no es Cortázar en sí propio,

es otra imagen del cinematógrafo;

¡mira ahora el canal de Panamá!.

Sólo el Espíritu prevalece, sólo energía fundamental,

un Big Bang cada día, cada segundo, en todas las

cosas.

Entonces… ¡no te preocupes!,

aceptar la vida «tal como es» parece el camino,

ser como un niño a quien todo deslumbra,

sin juzgar, sin oponer resistencia,

sin cortocircuitos, sin forzar, sin hacer.

Así gira la rueda de las manifestaciones,

así fluye la vida.

ESPURIO OLVIDADO (101)

Luce la la mañana como un traje,

ahogado en tachones de alquitrán,

el tabaco, la tos Ferina, el Clonazepán

(la aduana se afanó mi mariguana)

ahora no sé cómo te puedo olvidar.

Deambular contigo en las entrañas,

del bar al Bistro, del Resto al bar,

del almíbar que goteaban tus bragas,

mojaba medialuna y media vida

se me iba enumerando tus pestañas.

Dieciocho recreos y yo tan viejo

valieron mi pellejo tus histerias,

hubo un día que elegía mi tropiezo

hoy estallan por tus ojos mis arterias,

y mis ojos por la feria de tu cuerpo,

si declino desgrasarme en el averno

el invierno en que me apeas del camino.

CUNILINGUS (102)

En el antepecho de tu ventana

un cangrejo da marcha atrás,

la espuma es inmediata

la calleja sin salida;

¡hay que hacerla estallar!.

Entrometernos,

pulido tu labio vertical

recojo la amarga miel.

Granujilla serpiente

adiestrada en molinar;

buscar el cascabel

de tu centro más caliente.

Mentón y nariz,

impregnados van

a vadear tu relieve,

tus curvas combadas

como un cuadro de Degás,

mi vértigo Dadá

de tu ombligo va a caer;

toda vez mi sueño

es materia de tu piel.

PASEO DE DAMA (103)

Hoy la paso en kely lo de afuera me puede,

hoy si llueve fuerte será para mi contento,

hoy la paso en pijama y pulo el crucigrama,

hoy  por dentro no encuentro mi epicentro.

Hoy por cierto soy panfleto en propaganda,

hoy  me invitan a un evento en el mar muerto,

hoy bufanda de interior y en casa paraguas,

hoy impaciente de un joint y paciente de Freud.

Hoy no ser quien soy se lo debo al superego,

hoy en mi plaza Dorrego corre un correfuego,

hoy me siento más retuerto que James Joyce.

Hoy el Rolls se torna en calabaza y la princesa,

hoy con trenzas desnudita de cuerpo entero,

hoy en los establos un potrero está de fiesta.

MUJERES RÁPIDAS (104)

Las mujeres que yo amo

son fugaces como estrellas,

se desvisten en la noche

y a la mañana se me vuelan.

Las mujeres que yo amo

son terriblemente honestas,

no dicen una mentira

suenan como monedas.

Las mujeres que yo amo

son como yo pasajeras

que llevan en sus maletas

escondido el corazón.

UNA CANCIÓN PARA MI UNA (105)

El mundo gira a pedales mientras voy a pierna suelta

buscando los modales que perdí a pie de tu cama,

en tus córneas celestes que por los codos callan

que se tragan un sapo por no darme una bofetada.

Desde crío peregrino por caminos de verde asfalto,

encuentro la birome cuando pierdo los papeles,

te falto cuando estoy conmigo con mi ombligo sólo

y me dices que presento el aspecto de un muerto.

A menudo me siento knoqueado por un puño,

con el epicentro en cualquier lado y agarrado

a una hoja de hierba mientras me estoy ahogando,

repleto de tu veto a mi persona  y dipsomaníaco.

Giro la presilla del grifo para ver un poco el sol;

unos salmones al galope remontan el camino,

hay en rigor extraterrestres en el polo sur

y libres corren las liebres a lo largo de los ríos.

El desamor enamora, los amantes se odian,

tu indiferencia y desdén me tienen en el bote,

de la hierba paraguaya como cántaro a la fuente;

una personalidad frontal y bien altiva la frente.

Me gusta cuando gimes porque estás como ausente

te abandonas a tu suerte y parece que volaras,

me gusta cuando cierras fuertemente las pestañas

y entrelazas con los míos los dedos de los pies,

Me gusta del anverso del derecho y del revés

cuando tiras el negligé a la lámpara de araña,

y me arañas y con saña aprietas los dos labios

y como en un balancín tu pecho sube y baja .

Mañana casi viernes voy directo a tu mezquita

bajo una luna platina voy a leer el Corán,

el Corán de los corales de tu morocha carita

de tus uñas lacadas y tu braguita de celofán.

Yo soy un escolar aprendiz de tus pecados

prometo ser aplicado al pie de tus rodillas,

tabú de ojos largos, mi corazón Pierrot

en la mayúscula de tu nombre vive aovillado.

Un revólver bajo mi corazón son tus delgados labios

cada lunes cuando te piras hago girar el tambor,

me estoy quedando sin pilas o es la vida tan cansada,

vida si tu voz me olvida pareciera que no queda nada.

UN PEREGRINO Y EL SUBSUELO DE LOS HUESOS  (106)  

Un cielo atormentado cubre la ciudad

por aquí no cruzan ni los aviones,

las prostitutas se recogen bajo el portal,

tiñen de bermejo las colillas

de un paquito que fuman y al fumar,

dibujan volutas como algodones,

tienen las rodillas llenas de moratones

y ríen locas tal que el último día.

Un taxista les chifa con los dedos,

queréis dar una vuelta tengo merca,

y Rebeca que va puesta mira a Paty,

que tiene un lápiz metido en la nariz,

la mina ya arremanga su remera,

pues claro que sí, y se dan una vuelta.

Mientras despierta un sol gordezuelo,

chirrían las rejas de los quioscos,

y unos pocos rezagados canturrean

a todo pulmón una de los Redondos.

Una vomitera salpica una esquina,

desde la alcantarilla llegan ociosos

monstruosos pensamientos del subsuelo,

el tripy dijo down, down, down,

y el bajón me deja arrellanado

calentándome al calor del sumidero.

Es aquí cuando morirme creo

como perro retorciéndose al sol,

perro suelto sin dios ni patrón,

pero esclavo encadenado

de aquella mirada como de ida,

al recordar la matina de Mayo

que te rajaste el cableado

con mi cuchilla de pintar,

porque no te bancabas esta vida

de vivir siempre a tiro de mata,

sin encontrar un solo motivo,

de matarse a tiros y bencedrinas

de creer que no hay una salida.

Hoy deambulo a campo abierto

Así la casa no se viene encima,

Es mi techo el mundo entero

Un manto de estrellas me abriga,

Soy recuerdo cuando la olvido

Vino negro corre por mi corazón,

soy yo el viajero y también el camino.

CANCIÓN DE LA CARNE (107)

Ahí estaba sentado frente a mi

con la Fender bien afilada,

nadie cree en el rock´n roll,

me gusta el rock n´roll

porque es cómo un joint.

Cuando nadie espera nada de ti,

se proclama libertad

y puedes hacer lo que te da la gana.

He oído que lo llaman porvenir,

será porque no viene nunca,

será que te voy a comer los otros labios,

allá donde no te pega el sol.

Voy como un Boing por el cielo,

levito igual que Buddha,

voy soñando que me pierdo

bombeando en tu herradura.

Deambulabas colada por Madrid,

en Malasaña hay de la buena y de la mala,

tu cruzabas esas piernas para mi,

te gustaba llegar en trip al nirvana.

Cuidado con las gomas de mala calidad,

no das el tipo de mamá,

simplemente procuras hacer

todo aquello que te sienta bien.

He oído que lo llaman por venir

será porque no viene nunca,

será que te voy a comer los otros labios

allá donde no te pega el sol.

Voy como un Boing por el cielo,

levitando como Buddha,

voy soñando que me pierdo

chupando tu herradura.

Enterrar mi nariz

En un monte de rizos,

Quiero volver a la matriz

A través de tus piernas de Nylon,

Tus labios,

Dos frambuesas machacadas

Y toda mi religión.

RADIOGRAFÍA DE UN POETA (108)

(Escena)

La mandíbula sobre la palma de la mano

el semblante áspero de vida mala

la voz tomada del mismo diablo

puesto en puntos, descose la última sonata.

A contradanza lee a Quevedo

Tornando en oro el lodo fatal

Más no averigua, ya no,

Su nave atrás en el mar muerto,

Arde igual que petróleo sobre agua;

Lo había perdido todo,

Después se perdió a sí.

Tanto si era destino,

Como fabricación,

Como si azar o pura necesidad:

Ya nada valía dos pavos

(Presentación 1 Pesaje 2. Golpes 3. Cartulinas 4)

Simio o poeta, genio deflagrado 1,

O drogata con hemorragia y fístolas en los labios 2,

Llagado de muerte al costado cual cristo 3.

La mujer de porcelana no se dobló,

él se ha partido de puro quebrado 4.

(Rueda de las manifestaciones)

Sus recuerdos son ojos,

Tornadizos, proteicos, aceitunados

Tan pronto surge como una alimaña

Otras, su sabor de golosina.

Después le trepa una fiebre de ella.

A pesar de cada aislante puesto,

Por mor de mal agüero, en cada pata de su cama.

Otras veces, frunce sus labios y nimba,

Con una linterna de luciernagas,

La tristeza peladura de su tálamo,

Lo que le rebana el pensamiento en hogazas,

(Contragolpeo)

Cuando ELLA pasea  por dentro suyo

Él la repele con bibliografías enteras,

Con visitas nocturnas casi diarias

a la calle de las que nunca besan

Donde el hueso y el alma se confunden,

Entre cremas frías de aliviar  rozaduras.

Su sacerdotisa habitual, su adivina, su puta,

Tras la minuta  por viajar al otro mundo,

negra y solemne se complace al informarle;

– ESA MUJER TALLA A MEDIDA

DE SU BOSQUE QUEMADO TU PROPIO ATAÚD –

(De regreso a casa)

La noche aquella, se vio a si mismo

como un fantasma rutilante, siniestro,

rondando la calle de su destino ideal,

con el sombrero crepuscular cabizbajo,

allá por el tercer mes del doce,

sólo y desarbolado bajo el aguacero.

Como un trasto viejo, como un juguete roto.

(Comienza un monólogo interno)

Así las cosas -se dice-,

la misma calle dónde ahora, arropada,

mata el insomnio con Bencedrinas,

y se adormila de costado junto a su caja musical.

Y sus muñecas de porcelana,

Y su escrito en la frente;

“No me preocupa nada de nada”.

(Va rumiando…)

ELLA, la más bella segunda persona del singular,

La más singular de este mundo hosco y de porquería.

ELLA, dulce, ojerosa, jodida y atrayente,

Radiante en la alegría y en la tristeza, sólo ELLA me limpia.

(Caminando por la calle de ella. 3:00 AM. Éste día.)

Tan pronto incombustible rabia de lo perdido

Tan pronto inútil, maldito e inservible y otra vez la mano

Sosteniendo la quijada, cuándo descubre asombrado

Igual que un loco, que todo lo conocido es exacto,

Que lo conocido antes y lo cognoscible en el futuro es UNO.

(Plano General)

Escribió por aliviarse,

Por crearse su propia isla,

Llena de ella, sólo de ella,

Pero en aquél tiempo soleado

No en esta noche siempre víspera…,

¡Nunca ha llegado, eso nunca ha llegado!.

(Imagen)

Goyesco y oscuro,

Perdida la calma y desvencijado,

Edwart Lalo, fértil compositor,

Descompone miga a miga,

Los últimos pétalos de su memoria,

Entregado a su recuerdo,

A la tenue luz de una palmatoria

Acierta a ver sus ojos castaños

Como Racimos de  uva morena,

Y su boca, ¡Ah, su boca…!

(Subtítulo para idiotas)

Hoy es una noche de sol negro

Y nimba sus averiguaciones el poeta

En una hoja de receta blanca

Con un pliego al costado que algo,

Le recuerda que debe hacer

(Detonación)

Fin de la escena.