La tortuga
Chuang tzu pescaba con su caña en el río Pu. El príncipe de ch´u le envío dos vicecancilleres con un importante documento:
– “Por la presente, os nombro primer ministro”.
Chuang Tzu siguió sosteniendo su caña de bambú y sin levantar la mirada del río Pu, dijo:
– He oído decir que hay una tortuga sagrada que fue ofrecida y canonizada hace tres mil años, que es venerada por el príncipe y se halla envuelta en paños de seda, guardada en un precioso sanitario en un altar en el templo. ¿Qué creéis, es mejor morir dejando un caparazón como objeto de veneración envuelto en una nube de incienso durante tres mil años, o vivir como una simple tortuga arrastrando la cola por el fango?
Para la tortuga, – dijo el vicecanciller – ha sido mejor vivir arrastrando la cola por el fango.
Volved a casa, pues. – dijo Chuang Tzu – Dejad que arrastre la cola por el fango.
He oído que en una ocasión, un vagabundo, un mendigo, paró a un hombre rico y le pidió una moneda para tomarse un café. El hombre rico le dijo:
– Da la impresión de que estás sano, ¿Porque desperdicias así tu vida? ¿Porque no te pones a trabajar, y así podrás echarte una mano tu mismo?
– ¿Qué? ¿Ayudar a un vagabundo como yo? – dijo el mendigo con una mirada condenatoria –
Dice Lao Tse: “Si te vuelves demasiado útil para la sociedad, serás explotado por ella”